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Hace unos días, vi una fotografía de primera página en los dos diarios de Bogotá. Ustedes seguramente la vieron. Estaban los del equipo nacional del fútbol reunidos en círculo durante un entrenamiento en Barranquilla. Ayer jugaron el partido contra Venezuela de no se qué torneo, seguramente ‘de la mayor importancia’. Me pregunté si para ellos no aplicaban las medidas de bioseguridad por la pandemia. O, si acaso, en virtud del deporte que practican, se consideran inmunes. No me supe responder. Pero, y no para mi sorpresa, el 9 de octubre volvió la primera de El Tiempo sobre una imagen similar de los mismos jugadores, esta vez precedida de un titular que dice ‘Repunte de contagios prende las alarmas en varias regiones’. A esta hora ya se sabrá si los de ‘la selección’ habrán ganado o perdido el partido. Será noticia nacional en ambos casos, pues aquí el fútbol sigue siendo más importante que todo. Que la salud, que la vida, la política, la educación y la cultura.
Barranquilla registró altos niveles de contagio pero su alcalde intentó que hubiera gente en el fútbol. No se lo permitieron los organismos del Estado central. Y el carnaval de febrero aún no se ha suspendido. ¿Esperarán un milagro? Los bares ya se abrieron, sin bailar ni tomar trago ni acercarse mucho los unos a los otros. No se entiende como podrán cumplir la medida en el sitio La Troja donde lo esencial es precisamente el baile y la juntadera, la cerveza y la salsa. Debo decir que me gusta ese bar. En fin, todo esto se cobija bajo una misma sombrilla conceptual – pan y circo – . Si no aprovechamos la pandemia para que ese fútbol, el del pan y el del circo, el de los escándalos de corrupción de los dirigentes y la anestesia mental colectiva, el de la diseminación viral de la estulticia, si no aprevechamos la emergencia para cambiar a ese fútbol por un sano ejercicio del deporte, no lo haremos nunca.
En todo esto venía pensando desde que vi la fotografía de los muchachos en círculo, sin tapabocas, atendiendo las instrucciones del director. Y traté de empezar a escribir para La línea pero me fue ganando la urgencia de otras cosas. Hasta que saltó a mi Twitter desde la red social @aggregatte la que, ahora sí, disparó mi decisión de escribir lo que ahora escribo. Y lo que quiero decir es que cuando uno ya creía que la estulticia del fútbol no podía ser superada por un hecho de mayor estulticia, aparece la estulticia mayor para recordarnos de lo que somos capaces los comedores de este pan y de este circo, cuando insistimos en dar un paso más hacia el abismo. La fotografía que hoy ilustra esta columna es de una calle de Madrid y fue tomada esta semana. ¿Y qué vemos en ella? Unos bolardos pintados como balones de fútbol. Pues bien, la noticia es que el Ayuntamiento tuvo que dar la orden de retirarlos debido a que muchos transeúntes empezaron a patearlos y se rompieron los pies. ¡Háganme el favor!
*Manuel Guzmán Hennessey, @GuzmanHennessey, consultor en temas de sostenibilidad, profesor de la Universidad del Rosario, Director General de Klimaforum Latinoamérica Network KLN