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Ella es quien debería estar liderando el debate sobre dichas problemáticas, pero no en torno a su diagnóstico como ya lo ha estado haciendo, sino frente a las políticas públicas adecuadas para superarlas.
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Más allá de repetir lo dicho por la mayoría del feminismo colombiano sobre la ímpetu y brillantez de lo que ella representa en su condición de género, con lo cual estoy de acuerdo; hay que decir que, su protagonismo debería centrarse más en la calidad de sus propuestas de políticas públicas para reducir las brechas de desigualdad. Hasta ahora, la figura que sigue representando Francia está basada mayoritariamente en su activismo, puesto que su discurso generalmente nos habla de la pesadilla que está viviendo la sociedad colombiana y de la fe que debemos tener en la posibilidad de un futuro mejor, dejando a Gustavo Petro el liderazgo en la argumentación de las certezas que prometen las propuestas de gobierno. Es decir, las políticas públicas están en el programa de la candidatura presidencial que ella representa, pero es el candidato presidencial quien bien las lidera todas en su imagen política como promisorio gobernante.
Francia causa gran admiración en una plaza pública y en un auditorio universitario, pero el crecimiento de su ejercicio de poder debe pasar también a la esfera de lo que podría significar ser gobierno. No basta con que hable de la injusticia, de la pobreza, la desigualdad, el cambio climático y la discriminación de lo que todos ya sabemos; ella debe empezar a sorprendernos a las feministas que queremos líderes que propongan políticas públicas eficientes para superar dichos problemas de desarrollo. Por ejemplo, la generación e implementación de acuerdos de paz, las intervenciones psicosociales, la garantía del acceso a empleo de calidad, entre otras apuestas, es lo que tiene “el poder para salvar al país de las historias de violencia”.
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Ella tiene todo el potencial para no solamente ser protagonista en un posible gobierno progresista, sino para ser gobernante; un papel que sigue liderando Gustavo Petro con toda razón. La candidata aún no es la que opaca, como algunas feministas defienden; para que logre hacerlo es necesario que en su imagen política tomen más importancia sus propuestas específicas sobre la manera como liderará el Ministerio de la Igualdad. No estaría de más que su candidatura convenciera con las rutas para aumentar la capacidad femenina de generar mayores ingresos, así como la equidad de género en la participación dentro del mercado laboral y la garantía del acceso a activos productivos.
Creo que, en medio de todo el fervor que su figura ha desatado en las mujeres comprometidas con la equidad, en honor al pensamiento crítico se debe mantener la prudencia sobre la sensatez de su discurso para gobernar, considerando que es mediante políticas públicas efectivas que es posible mejorar la calidad de vida. De hecho, sus propuestas como posible próxima ministra deben ir más allá de la agenda de género. Temas como la disminución de la desigualdad de ingresos, las brechas de nivel educativo, de esperanza de vida y de calidad de empleo son de gran relevancia para el desarrollo. Ella es quien debería estar liderando el debate sobre dichas problemáticas, pero no en torno a su diagnóstico como ya lo ha estado haciendo, sino frente a las políticas públicas adecuadas para superarlas.
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*Marlyn Vanessa Vargas, profesora universitaria de Economía, Mg en Economía de la Université Paris 1 y en Estudios internacionales de la Université Paris 3, @MarlynVargasR