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En 1982, el director inglés Sir Richard Attemborough presentó al mundo la película Gandhi con la que ganó el Oscar respecto a la vida del personaje en cuestión. Hay una escena en ella para mi paradigmática que refleja, a mi juicio, una especial manera de actuar.

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Los seguidores del Mahatma, aún a sabiendas que serían apaleados por los militares ingleses y sus ayudantes locales, se organizaron en columnas y filas y se presentaron frente a aquellos, quienes en efecto lo hicieron grandemente. Los caídos, asistidos por mujeres, se levantaban y se colocaban al final de la formación para que más adelante, luego de que cayeren quienes les antecedían, repitieran con ellos la lección.
Nicaragua estuvo sometida durante cuarenta y dos años por la dictadura de los Somoza – padre e hijo -. Ella fue derrotada militarmente en 1979 por el Comandante Daniel Ortega y quienes le acompañaron. Luego, cuando organizaron el retorno a la democracia, Ortega compitiendo con la señora Chamorro perdió la elección pero se negó a entregar, lo que fue conjurado por la dirigencia democrática de nuestro continente – Carlos Andrés Pérez entre ellos – poniendo el derrotado como condición para entregar que su hermano continuare ocupando la cartera de defensa, con lo cual se transigió. Años después, ese comandante regresó electoralmente a ocupar el palacio presidencial y desde allí ha desarrollado toda suerte de prácticas revestidas de “legalidad” a fin de mantenerse en el poder.
Este próximo noviembre, Nicaragua celebrará elecciones presidenciales y, en cumplimiento de las políticas implementadas con el objetivo señalado, los tribunales y la fiscalía al servicio del comandante y su esposa, no solo han ordenado la detención ya de cuatro precandidatos presidenciales que habrían de enfrentar al presidente aspirante a la reelección, sino que adicionalmente, despliegan desde las más altas instancias gubernamentales prácticas contrarias a una competencia leal, no planteándose en ningún momento entre las fuerzas opositoras al accionar presidencial el abstenerse de participar en los comicios a pesar de las circunstancias. Así, si esos candidatos quedan impedidos, otros de similar opinión surgirán pues, por lo visto hay personas dispuestas a retarles como demostración de que existe la voluntad de cambiar ese estado de cosas sólo por la vía democrática.
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Las acciones desplegadas por el señor Ortega han calcado el actuar venezolano, con la diferencia que nuestra dirigencia prefirió abstenerse de participar durante un tiempo y en la actualidad se encuentra evaluando si lo hará para próximos comicios. Quizás el error de nuestro liderazgo ha sido considerar que solo cuatro, cinco, seis o diez personas son las únicas capaces de enfrentar atropellos contra la democracia.
Lo ocurrido ayer y hoy en Nicaragua es de resaltar.
Antaño, los presidentes democráticos de la época en nuestra región se movilizaron activa y efectivamente para que la democracia naciente en ese país fuere respetada, aún con condiciones; hoy respecto de nuestro país la inefectividad está a la vista y por lo que se refiere a Nicaragua el silencio es ensordecedor.
Otras lecciones para nosotros son, por una parte, que si el liderazgo opositor nicaragüense es capaz de sustituir a quienes el gobierno impedirá competir, en nuestra tierra deberíamos evaluar hacer lo propio, en tanto abstenerse, solo por razones éticas, ante gobiernos como los que observamos, ningún resultado lamentablemente produce.
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*Gonzalo Oliveros Navarro, Magistrado del Tribunal Supremo de Justicia. @barraplural