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Casi que desde mi graduación como abogado y hasta mi llegada a Colombia en el 2017 representé instituciones bancarias, con polifacéticas funciones. Fueron casi treinta y cinco años en ello. Esa circunstancia me permitió conocer – entre otras figuras- la del garante moral.
Era esta una persona de prestigio que recomendaba el otorgamiento de un crédito porque el destinatario del mismo gozaba de toda su confianza. En ocasiones, como consecuencia de esa recomendación, a ese cliente no se le solicitaba garantía real o personal. Tenía él el respaldo de una persona de absoluta confianza de la institución bancaria y esta sabía que, en caso de algún tipo de problema, sin estar documentalmente obligado, honraría el crédito concedido. Su prestigio iba en ello.
Los diálogos, conversaciones y negociaciones que han existido en Venezuela desde la época Chávez, han carecido de ese elemento. Han participado en él terceros, bien como mediadores u observadores, nunca como garantes.
En una comunicación de agosto del 18 que dirigí a los dos diputados de la Asamblea Nacional que, a principios de ese mes, aquí se habían reunido con el embajador de Suecia a los efectos de tratar de establecer una línea de negociación con el gobierno del señor Maduro –y que cristalizó en las lamentablemente fallidas reuniones de Oslo-Barbados- les presenté una hoja de ruta al respecto. Uno de los elementos que contenía era la necesidad de que existieran garantes.
Esos personajes, de lado y lado –seguramente prestigiosos todos ellos- , con certeza amigos de la parte que garantizarían, impedirían que ésta pusiera en juego el prestigio que a aquellas les permitió acceder a esa posición, en contraprestación a ganancias pírricas.
Hoy, en el entendido que siempre es posible entre políticos negociar, reitero la propuesta: que cuando el señor Maduro y quienes le acompañan se sienten con la representación política de quienes le adversan representada en la Asamblea Nacional existan garantes de la conducta en las negociaciones y en el cumplimiento de los resultados. A las partes se les va el prestigio en ello. A los venezolanos, quizás el destierro o la vida.
*Gonzalo Oliveros Navarro, magistrado del Tribunal Supremo de Justicia, presidente de AsoVenezuela, @barraplural