Hablar sin sentido, hablar por hablar y hablar con medias verdades

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David Camargo discute el uso del lenguaje como instrumento de poder en el diario vivir colombiano.

Cuando los televidentes colombianos sintieron que El Chavo, Chespirito y El Chapulín Colorado podrían abandonar sus tradicionales pantallas, lo que se vivió no solo fue un acto de nostalgia sino la extraña sensación de que las clases de filosofía se habían acabado. En una época donde la comunicación está en riesgo por exceso de defectos, nos queda la Chimoltrufia al decirnos: “No nos hágamos tarugos, pos ya sabes que yo como digo una cosa digo otra, pues si es que es como todo, hay cosas que ni qué, ¿tengo o no tengo razón?“.

Es así como encallamos en el hablar sin sentido que se da por su propia naturaleza, como el comunicado de Juan Carlos Mora, presidente de Bancolombia, frente a la pandemia en el cual dice lo que ya sabemos de la banca en este país: sí pero no. Ese sí pero no que se ve reflejado en la negación de servicios que ha venido aplicando el grupo Aval a sus tarjetahabientes, cancelando la opción de compra de cartera (tasa del 0.85%) y obligándolos a los refinanciamientos de largo plazo y a los avances en efectivo (tasa del 2%), sin importar lo que se haya pactado contractualmente y sin que la Superintendencia Financiera haga nada al respecto, como bien se lo recordó el senador Sammy Merheg a Jorge Castaño. O ese sí pero no que se ve en el discurso del presidente Duque que habla de una ‘reducción’ en el 2019 del 25% de asesinatos de líderes sociales y no aclara que es porque su gobierno ha decidido que muchos de los asesinados en el 2019 no son líderes sociales –aun cuando para la Fiscalía sí lo son– .

En este caso, el lenguaje muestra la utilidad para no decir lo que no se quiere decir, mientras se dice “del mismo modo en el sentido contrario”. Esta forma de propaganda existe porque somos gregarios y toda forma de comunicación que nos haga sentir ‘incluidos’ nos lleva a pensar que es cierto. Quisiéramos ser parte de Bancolombia o Aval y que realmente se redujeran los homicidios a líderes sociales.

Luego, tenemos la forma burocrática del hablar por hablar, con ejemplos como el acatamiento que hacen las telefónicas a los fallos de las cortes, que los obligan a restituir dineros y te llega un mensaje de texto en el que te “dan” minutos que nunca logras usar o te llega una carta diciendo que acatan el fallo y te devuelven el dinero, pero nunca te llega. Con más señas, citemos el proceso de ‘reparación’ de Doña Juana que ya lleva más de 20 años y la gente se morirá antes de ver un peso realmente. Esta forma de negación de la realidad está en la raíz de la corrupción, la más común de las formas políticas de comunicación en Colombia y herencia del régimen administrativo de los españoles: “se acata pero no se cumple”.

También tenemos el hablar de las medias verdades, en el cual el senador Petro y sus partidarios se han convertidos en expertos, como al ‘ignorar’ que las cifras de muertos por estratos deben compararse contra la proporción de población. Vale aclarar que no son ellos los inventores, sino que simplemente siguen una línea cultural del discurso en la posverdad: negar lo innegable -el negacionismo hoy en día – y decir lo que nos conviene.

Si bien el primer uso de la mentira que emplean las corporaciones – hablar sin sentido – es una muestra de poder puro, como cuando respondemos “porque sí” a un niño y aguántese, el segundo caso – hablar por hablar – denota un uso histórico y una herencia cultural propia del pasado colonial que puede ser cambiado. Para ello, requerimos entender que los gobernantes, los líderes están para servir, que es un trabajo (al presidente Duque se le pagan casi dos salarios mínimos al día) y, como tales, están obligados a rendir cuentas y no nos están “haciendo favores”. También implica lectores instruidos capaces de leer entre líneas, para lo cual solo una educación en torno a la argumentación y la lógica puede ayudarnos: si entendemos que el nivel más básico de alfabetismo es leer instrucciones y luego le sigue leer la prensa (porque está escrita ‘para todos’, en un lenguaje hiper-sencillo), se hace evidente por qué las corporaciones la han comprado y por qué la mejor columna escrita por Paloma Valencia en su vida será la de “losdanieles.com”.

Respecto a las medias verdades del negacionismo y la ceguera partidista, queda decir que solo son síntomas de la pobreza argumentativa que nos mantiene en una “tierra de ratones”, como decía Clarence Gillis, convertida en discurso por Tommy Douglas.

*David Camargo, docente asociado Universidad Antonio Nariño, científico analista de datos, asesor en políticas públicas con doctorado en el área de reconstrucción centrado en consecuencias de la guerra sobre la propiedad de la tierra.

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2 COMENTARIOS

  1. El Doctor Camargo con el título de su artículo describe la forma en que los llamados “padres de la patria” le hablan al pueblo con ayuda de la mayoría de los medios de comunicación. Hablan sin sentido en campaña política prometiendo no más impuestos. Hablan por hablar como el tema del fracking también en campaña y hablan con las verdades a medias como la posición del gobierno en el tema actual de la pandemia.

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