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Y fue así como el Gobierno hizo la mímica de escuchar, sin cambiar prácticamente nada, y ahora se sorprende cuando la gente vuelve a marchar para exigir un cambio.

Duque, respondiendo al paro nacional y después de varias decenas de muertos, propuso un diálogo nacional para la reactivación económica, el rechazo de todas las violencias, la vacunación y los programas sociales. Esto me sonó particularmente conocido, como si algo similar ya hubiese escuchado de la misma voz: un diálogo para deslegitimar el paro, llenar las redes sociales de Presidencia y legitimar lo que igual van a hacer.
Entonces, me acordé que ya había caído en la trampa; más bien, ya habíamos caído en la trampa. Un año y media pandemia después les hago un #StoryTime de la Conversación Nacional que propuso el Gobierno nacional para acabar el Paro Nacional de 2019.
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Esta historia comienza con una invitación extraña que me llegó por WhatsApp. Una organización amiga me escribió para invitar a Rodeemos el Diálogo, organización de la que hago parte hace cinco años, para participar en la Conversación Nacional que había convocado el Gobierno. Aunque en ese momento ya teníamos dudas serias sobre cómo funcionaría, creíamos como practicantes de la cultura del diálogo que lo mínimo que tocaba hacer era asistir.
La invitación era extraña. La asistencia era por invitación y esta organización amiga había conseguido unos cupos hablando directamente con el Ministerio del Interior. Pensé en que sería importante que, además de quien coordinaba las juventudes de la organización en aquel entonces, también fuera la directora. No era posible porque las invitaciones ya estaban selladas para las personas que irían. No siendo más, comuniqué la invitación a mi organización, me puse un traje, varios amigos afectos al paro hicieron diversas menciones a mi madre y su profesión y terminé sentado en un comedor de Palacio.
La metodología era la siguiente… Bueno.. Así que decir metodología… Sería un insulto decir que había metodología para quienes se dedican a hacer metodologías de diálogo transformadoras. Había 60 personas, la mayoría abiertamente afectas al gobierno. Entró el Presidente, saludó a los hombres de mano y a las mujeres de beso en la mejilla (lo cual, me confirmaron, no solamente era condescendiente sino grotesco). Se sentó adelante y repartieron almuerzo con un incipiente jugo de mango (para el presidente un vaso de gaseosa negra que, más allá de la anécdota, muestra la dinámicas de poder del espacio).
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Adelante estaba el Presidente, la Vicepresidenta, la entonces Ministra del Interior, el Alto Comisionado para la Paz, el Alto Consejo para la Estabilización y el director del Departamento Administrativo de la Presidencia, hoy Ministro de Defensa. A cada uno se le dió un momento, prolongado en ocasiones, para darle la bienvenida al espacio y garantizar que todo lo que se decía de ellos en el paro era mentira. Este momento comenzó una fuerte tendencia en el espacio: el gobierno estaba seguro que todo estaba bien pero que quizás la gente no lo sabía.
Entonces los moderadores, Jorge Restrepo del CERAC y María Victoria Llorente de la Fundación Ideas para la Paz, comenzaron a darle la palabra a cada asistente. Las intervenciones se podrían agrupar en tres: las que respaldaban al gobierno, las que respaldaban al gobierno pero… y muy pocas realmente críticas. Si dijera, en particular, cuáles respaldaban al gobierno pero…, creo que habría varios decepcionados. Personas a quienes tenía en altísima estima y admiración resultaron con tibios comentarios de “posibles mejoras” a la política de Paz con Legalidad. Dentro de los comentarios críticos al gobierno quiero resaltar a Alberto Vidal, líder de víctimas afro del Cauca, y a una comunicación conjunta de tres organizaciones pacifistas-feministas (Casa de la Mujer, Ruta Pacífica de las Mujeres y SISMA Mujer).
Yo me paré, cuando llegó mi turno, a hablar de tres temas que me preocupaban: la paz completa, la memoria histórica y el sistema integral de justicia, verdad, reparación y no repetición – SIVJRNR -. Sobre el primer tema, resalté la importancia de volver a darle la gestoría de paz a Carlos Velandia y Gerardo Bermúdez para construir confianza y volver a retomar los diálogos. Sobre el segundo tema, resalté la preocupación que teníamos del liderazgo de Darío Acevedo del Centro Nacional de Memoria Histórica y cómo eso generaba profundas inquietudes sobre el negacionismo de la guerra en Colombia. Sobre el tercer tema, resalté la importancia de que el apoyo a la institucionalidad incluyera también al SIVJRNR, poniendo en particular énfasis el error de las objeciones y la falta de pronunciamiento cuando falleció Alfredo Molano (situación que se repitió con la muerte de María Ángela Salazar).
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Con el tiempo, para acabar a una hora decente, comenzó a haber presión para que las intervenciones fueran breves, aunque esto (en ese esfuerzo de comunicar que llevó a Prevención y Acción) jamás incluyó al Presidente. Duque intervino inmediatamente después de que yo intervine. Ignoró el tema del ELN; seguramente ya estaba en sus planes retornar la gestoría de paz a Velandia y a Bermúdez. No obstante, salió a decir que su gobierno, en el marco de la Paz con Legalidad, siempre había respetado las instituciones del SIVJRNR pero que nunca estuvo de acuerdo con el Acuerdo y que por eso valía la pena objetar. No sé si fue el único que no vió la ironía de ufanarse de la derrota, lo cual luego el representante José Daniel López le recalcó. Sobre Acevedo dijo que era una profesor con trayectoria y que el Gobierno no podía responder por las ideologías y vidas pasadas de todos sus funcionarios. Resultado de la reunión 1: pagar un carro de hora pico para volver del centro al norte.
Entonces llegó la segunda reunión. A esta no fui, pero fue más abierta y varias compañeras de Rodeemos el Diálogo sí pudieron asistir. Ésta fue, quizás, la única reunión realmente eficiente. Se trabajó una propuesta metodológica y un cronograma (ya les contaré en qué quedó el cronograma). Archila regañó a todo el mundo por no leer la Paz con Legalidad. Trataron de organizar aleatoriamente a los participantes, pero, por presión de una miembro de Rodeemos el Diálogo, terminó la mesa organizada temáticamente. Resultado de la reunión 2: la metodología y el cronograma.
Y eso que nos fue bien en la Mesa de Paz. Varios compañeros que asistieron a la Mesa de Juventudes (que solo tuvo una reunión) me dicen que fue más grotesca la falta de organización. Comenzó la sesión, al mejor estilo del Presidente aprendiz, con recreacionistas y juegos infantiles, a los que Duque siguió con más atención que cualquier otra persona en el espacio. En esta ocasión, como originalmente intentó el Gobierno, se agruparon aleatoriamente los diferentes participantes y resultó en un efectivo diálogo de sordos donde si acaso dos personas compartían las mismas preocupaciones sobre el futuro.
Volví a la tercera sesión de la Conversación, cuya sede era la Biblioteca Luis Ángel Arango. Un poco al estilo de la primera comenzó Ceballos tratando de defenderse de las últimas barbaridades que había dicho en los medios de comunicación. Ya ni me acuerdo qué era. Los moderadores, ahora acompañados por equipos más amplios, organizaron la sala en los grupos temáticos. Me pasé por la mesa de víctimas y la mesa del sistema integral; quizás la separación de mesas con temas realmente afines (como narcotráfico, tierra y paz territorial) logró también disociar discusiones. Se habló, relatores escribieron la relatoría y se leyó al final. Aún así, seguía esta idea por parte de las entidades gubernamentales (Unidad de Víctimas, Restitución de Tierras, Agencia para la Reincorporación) de que tocaba comunicar mejor porque lo que se pedía ya estaba hecho y que tocaba mandar los documentos a las diversas organizaciones presentes. En esta reunión fue donde Nancy Patricia Gutierrez había dicho que el proceso de paz había sido “semi fallido”, aunque también en esa reunión Archila había destacado el cumplimiento del Estado y como eso había transformado para bien las vidas de los excombatientes. Resultado de la reunión 3: no pagar almuerzo porque nos dieron refrigerio (así recuperando parte del dinero del carro del primer encuentro).
Cada reunión se había atrasado porque el Gobierno y los moderadores no habían dado pie con bola para cumplir el cronograma que ellos mismos propusieron. La Mesa Nacional de Víctimas se quedó con vuelos y tiquetes comprados para la tercera reunión cuando la movieron a último segundo. Habían quedado de entregar los resultados de la Conversación Nacional, incluyendo los compromisos de cambio del Gobierno, el 15 de marzo. Nuestra última reunión preparatoria fue, si no me acuerdo mal, el lunes 16.
La última reunión realmente fue indignante. De lo que más me acuerdo es que solamente estábamos quienes veníamos de Bogotá, sin los representantes de las víctimas de territorio. Había dos sesiones territoriales agendadas, en Tumaco y Villavicencio, pero hasta donde tengo entendido nunca tuvieron lugar. En esa reunión, me dediqué a dejar presente que, además de todo el circo, no valía la pena tener esta conversación sobre la paz sin quienes habían vivido la guerra. Inclusive busqué en privado a Archila para comentarle lo sucedido, que se hizo el loco y buscó a la subdirectora de la Unidad de Víctimas para entender qué pasó y que “no volviera a suceder”. Resultado de la reunión 4: un bono en una clase con un profesor que también estaba ahí.
En esa semana de marzo, el murciélago se llevó la agenda nacional. La semana siguiente comenzaron las restricciones por el Covid-19 y así se murió la Conversación Nacional. Varias veces pregunté qué había pasado con los compromisos de la Conversación Nacional a gente que trabaja con la Alta Consejería y la respuesta fue siempre que las prioridades habían cambiado. Y fue así como el Gobierno hizo la mímica de escuchar, sin cambiar prácticamente nada, y ahora se sorprende cuando la gente vuelve a marchar para exigir un cambio. Colorín colorado.
*Camilo Villarreal, estudiante de derecho en la Pontificia Universidad Javeriana. Activista por la paz. Co-coordinador Rodeemos el Diálogo Joven, donde ha desempeñado trabajos respectivos a la veeduría de la implementación, pedagogía y construcción de memoria histórica.