Hacer caso: el segundo mínimo educativo

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Chemistry Teacher with Students in Class --- Image by © Royalty-Free/Corbis

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En la pasada columna, hablamos del primer mínimo educativo que requerimos como sociedad: que nuestras instituciones sean “guarderías”. En la misma dirección, el segundo mínimo sería un sistema educativo en el que los estudiantes puedan desarrollar la capacidad de leer unas instrucciones y logren cumplirlas. Con esto queremos decir que los estudiantes puedan hacer caso no por el hecho de que se quiera o se imponga autoritariamente, no porque la obediencia sea debida, no porque se nos quite el derecho a disentir, sino porque, al seguir una instrucción, se avanza en el camino al conocimiento y a la decisión acertada y ésa es la piedra de toque del aprender a aprender.

Este camino propuesto comprende que el pensamiento matemático inicia con el trabajo en la lógica y la teoría de conjuntos, los cuales conducen a la construcción argumental (sin pensamiento matemático no hay razonamiento lógico y no existe posibilidad de pensamiento crítico). A este respecto, hay un excelente libro de los abogados Pablo Raúl Bonorino y Jorge Iván Peña denominado “Filosofía del derecho”, el cual debiera ser lectura obligatoria en cualquier institución educativa, y con el cual la Escuela Judicial “Rodrigo Lara Bonilla” ha intentado enseñar a abogados, fiscales y jueces a pensar correctamente (algo que el sistema educativo no logra y, a veces, pareciera que ni siquiera lo pretende).

Un ejemplo respecto de los resultados de este mínimo acá propuesto, ajustado al área de las ciencias sociales, sería que los estudiantes pudieran entender un argumento y argumentarlo correctamente, distinguiendo entre argumentos causales (explicaciones de causa y efecto), intencionales (orientados a motivaciones), y relativos (basados en elementos contextuales, circunstanciales), como proponen los profesores Antoni Santiesteban y Joan Pagés.

Si abordamos la tarea de comprender desde estas tres dimensiones la versión de Walter Garib del microcuento “El dinosaurio” de Augusto Monterroso, encontramos lo siguiente:

Desde su explicación causal, el cuento en la versión chilena modificada se entiende como: El coronavirus/momio estaba allí cuando estaba él/ella despierto y, luego de dormir, cuando él/ella despertó, entonces el coronavirus/momio continuaba allí.

Desde su explicación intencional: Dado que el coronavirus/momio estaba allí cuando estaba él/ella despierto, entonces él/ella decide dormir para que desaparezca, pero, luego de dormir, cuando él/ella despertó, entonces el coronavirus/momio aún continuaba allí.

Desde su explicación relativa: Dado que, al irse a dormir él/ella el coronavirus/momio estaba allí, entonces cuando él/ella despertó, el coronavirus/momio aún continuaba allí.

[Con lo que hoy despierto y Duque/Uribe siguen allí.]

Un punto importante para entender la argumentación es que existe un paradigma que gobierna su construcción, el cual es crítico social, de forma que su “premisa tácita” (o la ‘sana crítica racional’ que la gobierna, en lenguaje de juristas) es:

– El virus del Covid-19 existe sin poder controlarse aún y esto es aprovechado por unas élites que se lucran de su existencia.

– Cuando despertó, el virus del Covid-19 seguía sin poderse controlar.

– Es por ello que, cuando despertó, el virus del Covid-19 y las élites que se lucran de su existencia todavía estaban allí; mientras sigan sin poderse controlar esas élites, se seguirán lucrando, implicando (implicación lógica) los argumentos presentados.

Para hacer más jugoso el por qué y el valor de pensar correctamente: estas tres formas de construcción argumentativas están listas para pasarse a un lenguaje lógico formal, de donde se puede llevar a inteligencia artificial.

Sin embargo, la propuesta de este segundo mínimo se conforma con mucho menos, lidiar con cosas como:

  1. la orden de la dictadura de Gurbanguly Berdimuhamedow en Turkmenistán, donde prohibió el uso de la palabra “coronavirus”, porque no existe.
  2. el anuncio del fin del mundo y la señal divina decretada por Daniel Ortega en Nicaragua, frente a la pandemia.
  3. el “si son ricos tienen riesgo, si son pobres no” de Miguel Barbosa, en México.
  4. la política de “inmunidad de rebaño” del gobierno Trump.

Es decir, hacer caso, seguir instrucciones para pensar correctamente, nos entrena y enseña cómo enfrentar la estupidez de una dictadura, particularmente porque es el único camino para entender el porqué de una decisión y cómo tomarla (que es lo que un juez o un líder debe hacer).

En un momento como el actual, en el que es evidente que la vacuna contra el coronavirus traerá más barbarie que civilización (menos humanidad y más capitalismo), donde el caos político se instaura globalmente, es vital recordar las palabras de Carl Sagan en su libro “El mundo y sus demonios”:

“La caída en la estupidez de Norteamérica se hace evidente principalmente en la lenta decadencia del contenido de los medios de comunicación, de enorme influencia, las cuñas de sonido de treinta segundos (ahora reducidas a diez o menos), la programación de nivel ínfimo, las crédulas presentaciones de pseudociencia y superstición, pero sobre todo en una especie de celebración de la ignorancia. (…) La moraleja más clara es que el estudio y el conocimiento —no sólo de la ciencia, sino de cualquier cosa— son prescindibles, incluso indeseables.

Hemos preparado una civilización global en la que los elementos más cruciales —el transporte, las comunicaciones y todas las demás industrias; la agricultura, la medicina, la educación, el ocio, la protección del medio ambiente, e incluso la institución democrática clave de las elecciones— dependen profundamente de la ciencia y la tecnología. También hemos dispuesto las cosas de modo que nadie entienda la ciencia y la tecnología. Eso es una garantía de desastre. Podríamos seguir así una temporada pero, antes o después, esta mezcla combustible de ignorancia y poder nos explotará en la cara”.

Para la comunidad científica “hacer caso”, en el sentido de seguir las instrucciones que permiten comprender y controlar la razón técnica y tecnológica de nuestros tiempos, es esencial para erigir una sociedad donde la educación evite que las versiones amañadas de la ciencia, las pseudo-ciencias y la ignorancia sigan apoyando el autoritarismo que nos gobierna hoy en día.

* David Camargo, docente asociado Universidad Antonio Nariño, científico analista de datos, asesor en políticas públicas con doctorado en el área de reconstrucción centrado en consecuencias de la guerra sobre la propiedad de la tierra.

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1 COMENTARIO

  1. Es una discusión del todo pertinente, aunque yo suscribiría la tesis de que es la lógica y no la matemática El sustrato más profundo del pensamiento y por ende del conocimiento, porque la lógica parece facilitar la terea del lenguaje, de Las matemáticas y las ciencias, que operan como contenidos… Mas la lógica se aprende mejor en la vida antes que en el áula… Efectivamente la formalización de la lógica permite comprender que todo razonamiento de realiza aplicando reglas de inferencia y principios sobre unas premisas. El seguimiento de instrucciones (y no la obediencia de órdenes) por tanto, halarán en pensamiento hacia la organización y “lo crítico”, lo cuál redundará en la cualificación de los profesionales y principalmente de los ciudadanos. Está muy interesante el artículo. Gracias.

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