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Discurso del rector en la ceremonia de graduación de Uniempresarial.
Life, el conocido texto de estudio de la Biología preparado por los Profesores Purves, Sadava, Orians y Heller comienza con una reflexión sobre la cronología de la vida, algo que podríamos llamar, el megacalendario de Cronos. Para ofrecer a los discípulos un marco de referencia sobre la evolución, los docentes construyen una analogia entre la historia de la tierra y la historia humana: si la primera se visualiza en un calendario mensual de 30 días donde cada día correspondiera a 150 millones de años, la presencia del homo sapiens en el planeta sólo tendría lugar durante los últimos diez minutos del mes y la historia escrita de los hombres correspondería apenas a los 30 segundos finales del día 30.
Los crecientes desafíos a los que se confrontan las ciencias en virtud de su propio desarrollo avivan los conflictos entre el “deseo de solucionar” y el entendimiento de los procesos evolutivos. Como nunca, los retos que enfrenta el conocimiento son enormes, pues es ahora, cuando gracias a éste, el hombre puede abreviar etapas históricas y aún manipular ciclos. Cuesta mucho entonces, cada vez que celebramos nuevos logros en la marcha del conocimiento, registrarlos sin perder en algún grado la conciencia sobre su magnitud, profundidad y alcances, crecer sin perder la humildad, incorporar el sentido evolucionario en la aplicación del conocimiento. Me corresponde en esta jornada, recalcar en nuestros graduandos la importancia de concienciar como algo fundamental, el entender que el desarrollo es un asunto de límites.
Es virtualmente imposible desarraigar el concepto de desarrollo de una inscripción dentro de tendencias positivas, aún en medio de comprensibles complicaciones. De otro lado, Freud nos habla al oído, no hay nada que nos autorice a proclamar la verdad como algo acabado, cuando más, estaríamos autorizados a motejarla como una opción finalista. Alrededor del trabajo en todas las ciencias -reconocerlo es fundamental sin dramatismos ni ingenuidades- actúan los asuntos del poder, siempre incidentes sobre las connotaciones de los ideales de libertad y justicia.
En el campo de la economía, el escenario típico son los modelos pues su aporte debe asumirse siempre en las esferas de la contribución y de la interpretación, bajo el reconocimiento de condiciones, supuestos y temporalidades. Sin embargo, se les transforma por regla general en dogmas y allí se desata un sinnúmero de problemas. La lucha en el terreno de la teoría del desarrollo no es otra cosa que un combate permanente por mejorar el acuerdo mínimo para la convivencia.
Los sistemas políticos -si es que aún podemos hablar de ellos- son simples fases de la evolución social y los programas políticos en cuanto pretendidas recetas para la felicidad, son peligrosas variantes de la soberbia y por supuesto, del tedio.
La bioética surgió como disciplina de alto relieve en torno a los desarrollos en la medicina y posteriormente, se ha ocupado de la axiología en las profesiones de la salud. Progresivamente, ha venido abarcando los ámbitos micro (estudios de caso, validez de ciertos métodos en terapéutica individual) y macro (salud pública, salud mental, asignación de recursos y coberturas, salud de la mujer, población y ecología). Los temas de mayor corpulencia en la discusión pública internacional son los de uso de transgénicos, aplicaciones tecnológicas sobre seres humanos, aplicaciones en embriones, clonación, utilización o desconexión de aparatos y la eutanasia con aceptación o no del consentimiento informado.
Los bioeticistas parecen coincidir en tres pilares para la construcción de un referente significativo en bioética: antropología médica, epistemología y axiología. Integrando estos vectores se atenderían los reclamos contra la deshumanización de los sistemas de atención y contra los peligros de un discurso bioético sobre autonomía, el cual “podría enmascarar la despersonalización de los cuidados médicos y los riesgos de iatrogenia, la explotación del cuerpo y la alienación de la salud” (Pesini, Léo – Bioética, poder e – injusticia. Diálogo Político, Fundación Konrad Adenauer, Buenos Aires, junio 2003).
También en este renglón se demanda una aproximación global que haga consideración de lo regional y tenga perspectiva pluricultural, tomando en cuenta los grados de inclusión e integración socioeconómica, así como las relaciones entre teología y bioética, propiciando el dialogo “entre la bioética secular, civil, pluralista, autónoma y racional, y el universo religioso”.
La necesidad de auto-imponernos límites en clonación, trabajo sobre embriones, uso de transgénicos y otras formas de intervención no es una renuncia a un herramental para el cual el diálogo social, político, interdisciplinar y de la comunidad internacional ha de aportarnos los consensos y escenarios adecuados a los fines de un conjunto de incisiones muy necesario en favor del bienestar de millones de seres humanos, en la satisfacción de necesidades primarias y en la solución de problemas de la humanidad.
Los límites son indispensables en el uso de ese herramental cuando quiera que sean medibles sus beneficios de corto plazo, pero inciertas sus consecuencias estratégicas.
Esa demanda por la consideración ética vale para los instrumentos de la economía informacional, donde la pérdida de privacidad y el derecho a la abstención son asuntos insoslayables. Los acuerdos fundamentales son la pauta para la interpretación de la diversidad moral, para la necesaria elección entre pluralismo y fanatismo. Estamos abocados a desafiar en el orden internacional, desde el acuerdo sobre lo fundamental, todas las expresiones de imperialismo ético, tanto de quienes hacen uso de la fuerza para limponer su propia moral a otros, como de quienes hacen uso del terror para resistirlo.
Es nuestra reserva ética la que nos permitirá por ejemplo evolucionar en medio del debate sobre la Inteligencia Artificial. En una de las aulas de nuestro Programa de Ingeniería de Software cuando un joven me preguntó acerca de mis temores frente al auge de la IA en mi condición de escritor, le respondí: No tengo temor. ¿Por qué dijo el estudiante? Y yo le respondí: Porque a la IA no se le pone la carne de gallina. A mí, sí.
De vuelta al tema del desarrollo, estamos los latinoamericanos abocados a un juego de decisiones donde el diálogo político parece ser la pieza maestra que señale los límites de la intervención y de la inducción. Como en la economía informacional y en la bioeconomía, lo que vale hoy, son las investigaciones y propuestas – muchas de ellas de tipo cualitativo – que hagan acopio de conocimiento interdisciplinario, se formulen con rigor científico, pero sin dogmatismo e involucren consideraciones éticas respecto a las formas de vida, a las identidades plurales y a los imperativos de inclusión. No hará sentido repetir fases de crecimiento empobrecedor y el ascenso de la integración continental tendrá mérito únicamente si propicia aceptables niveles de equidad.
En el escenario colombiano la consideración ética alcanza los predios del conflicto en forma profunda. Todos los actores sociales en nuestra nación estamos cuestionados por haber permitido la extensión histórica y la degradación de un conflicto cuya partitura ha sido escrita en buena parte por el narcotráfico. En la situación actual, la moderación estaría dada por la convicción de que el sujeto a derrotar es el conflicto mismo. Mientras los bandos crean que vencer al enemigo es el objetivo, la guerra será de perdedores. El período de ajuste hacia el “empate militar” está cumplido. También el de aislamiento político nacional e internacional de las fuerzas de la disolución. Están madurando las condiciones para la reconciliación si es que logramos deponer el falso propósito de vencer al otro para derrotar juntos al conflicto y construir la paz, para lo cual todas las élites habrían de colocar límites a la pleonexía, a la avaricia radical. ¿Será eso posible? Desde luego que sí, así para ello se requiera lo que Michael Foucault llama un “brote epistémico”, esto es, palabras de Ivan Illich, una desviación de imágenes repentina en la conciencia colectiva, en la cual lo inconcebible se vuelve concebible”.
El humanismo digital como insignia de Uniempresarial:
Si la dimensión de la pandemia ha sido de tal magnitud y profundidad que configura uno de aquellos macro accidentes históricos del tiempo axial, simultáneo y global, la pospandemia constituye un ciclo llamado a lo trascendental, un nuevo renacimiento.
No como una rebelión contra el pasado y todos sus valores, sino como una expresión de renovada priorización en el sentido de que el ser humano es, en sí mismo, el objeto del conocimiento, del desarrollo, de la ciencia y la tecnología. En el espacio de lo tecnológico, el humanismo digital nos habla de lo que otorga sentido a la tecnología, justamente la búsqueda del ascenso espiritual y material de la huma-nidad, bajo criterios de responsabilidad ambiental y oportunidades para todos.
Humanismo digital es el paradigma que ampara el desarrollo tecnológico para determinar su compromiso humano como vehículo de bienestar integral y aprendizaje social continuo y significativo. El humanismo digital representa el credo que preserva para el hombre la rectoría frente a la tecnología y no su subordinación, que le permite a la sociedad hacer inferencia y lexicometría bajo consideración ética. Si se nos permite el uso de la expresión en su doble significado semántico, fundando nuestro anclaje en en el humanismo tenemos arraigo ético y referentes axiológicos, aplicando el instrumental de lo digital, podemos servir a las poblaciones con mayor profundidad democrática, sin caer en la alienación programada.
Ahora, cuando Uniempresarial acompaña su formación dual con múltiples variaciones técnico-pedagógicas, seremos celosos en la inclusión curricular de aquellos elementos y métodos que nos brindan competencias socio emocionales. Tal nuestra visión paradigmática del humanismo digital que les permitirá a ustedes hacerse con el mundo sin abandonar los límites éticos. Buen viaje queridos graduandos.
*Juan Alfredo Pinto, escritor, economista, @juanalfredopin1