Sin ilusiones: no hay con quién

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Ilusiones

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¿Y, entonces, quién será capaz de construir una ruta? No hay con quién.

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Si uno quisiera imaginar cómo será gobernado el país en los próximos cuatro años, basta con observar qué muestra y cómo se está comportando la campaña.  No se trata de un ejercicio de futurología ni de especulación inútil. Simplemente hay que plantearse: ¿qué país habrá que gobernar a futuro y quien tendrá la capacidad de construir una ruta posible?

¿Qué país habrá que gobernar? Sin esguinces, un país seriamente envainado. Primero, un país intensamente dividido y enfrentado. Segundo, un país en la reedición de un nuevo ciclo de violencia e inseguridad muy degradado y bajo el control de grupos fuertemente criminalizados y narcotizados. Tercero, un país que incrementó sensiblemente la franja de población empobrecida y marginada. Cuarto, un país que sigue espoleado por altos niveles de corrupción, impunidad y violación de derechos humanos. Quinto, un país con un enorme hueco fiscal para atender los grandes desafíos que ha dejado la pandemia, la brecha social aumentada y la reedición de la violencia. Sexto, una incapacidad y descrédito de los poderes públicos para revertir esta situación estructural y promover y ejecutar las reformas necesarias.

La CEPAL advierte que se retrocedió 30 años en los indicadores para reducir la pobreza extrema. La FAO señala que en Colombia 7.3 millones de habitantes hoy padecen inseguridad alimentaria ubicándolo entre los 20 países más amenazados por el hambre en el mundo. Los organismos internacionales vigilantes de los derechos humanos denuncian que Colombia ocupa el primer lugar en el asesinato de líderes sociales y es una de las naciones con mayor número de víctimas de la violencia y del desplazamiento forzado.

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Ése es el país que hay que gobernar para sacarlo de una crisis de esas magnitudes. Por eso, la segunda parte de la ecuación nos plantea: ¿y, entonces, quién será capaz de construir una ruta? Este problema es tan mayúsculo como la crisis social y humanitaria. No hay con quién.

Para el sentido común, no es un misterio que hay que construir una agenda, un pacto y una coalición social mínima y básica, por encima y más allá de las narices de los partidos y sus dirigencias. A los “animales políticos”,  el olfato y el gusto no les da para tanto. Parecen afectados por un Covid permanente. Ninguna de las supuestas “coaliciones” de la derecha, el centro y la izquierda dan señales para construir esa ruta. Padecen de una alergia congénita a la construcción de acuerdos. Ni la “esperanza”, ni la “experiencia”, ni el “pacto histórico”, ni el “llanero solitario” muestran capacidades ni voluntad al respecto.

La derecha está obsesionada en ignorar la dura realidad construyendo los mitos más absurdos y sólo entiende de salvaguardar privilegios. El centro no logra identificar quiénes son los “extremos”, o mejor, parece estar obsesionado en colocar esa etiqueta a todo vecino. Los “históricos” no ven más allá de la frontera de su propia historia, la única valedera y meritoria. El que dice que va solo no cree sino en la gobernabilidad de las trompadas y los madrazos. Pero el país dolido y urgido es otro y está más allá de esos afanes. Ese país dolido y urgido clama a gritos por una convergencia de fuerzas y energías creativas para salvarse.  La clase política anda ocupada y preocupada por pegarse de la teta del Estado.

No nos hagamos ilusiones. Sacar el país de esta dura realidad, hasta ahora, no tiene liderazgo, ni agenda, ni  un pacto social  factible. El próximo gobierno, si sigue el formato de la campaña, continuará marcando la ruta del declive.

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*Juan Carlos del Castillo, arquitecto, PhD en urbanismo. @jcdelcastillo2

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