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El profesor David Camargo plantea la utilidad de la inteligencia artificial para el establecimiento de la verdad.
“Verdad revelada: sin odio, pero con conocimiento”
En procura de la reconciliación, las víctimas de la Operación Cóndor han perseguido conocer la verdad incómoda que involucra al menos a nueve países: Estados Unidos, Argentina, Uruguay, Paraguay, Brasil, Perú, Ecuador y Chile. Esta pregunta por la verdad se esconde no en las memorias de quienes ejecutaron las masacres, las torturas, las desapariciones, las violaciones, el robo de niños, el ocultamiento judicial, el silencio de la opinión pública, sino en los archivos físicos y digitales de esos gobiernos.
Mientras los escuadrones de la muerte cumplían las órdenes de cualquiera de los dictadores de turno, Europa miraba hacia otro lado. Cuando los herederos del terror en el Cono Sur se convirtieron en ‘cazadores de nazis’ para conocer la verdad y encontrar justicia debieron hacer que Europa dejara de mirar a otro lado y empezara a hacer algo decente. Sin embargo, a la fecha, poco han podido hacer para que los gobiernos democráticos elegidos en la región luego de la dictadura los apoyen. Aquellos que han sido condenados no están en manos de la justicia, solo se han esclarecido un puñado de casos y la verdad sigue durmiendo en papeles guardados en cajas en sótanos que esperan ser vendidos por bultos.
Sin embargo, algo prometedor ha empezado a suceder: la Oficina del Director de Inteligencia Nacional de los Estados Unidos entregó al gobierno argentino un archivo con 47.000 documentos sobre la guerra sucia del Cono Sur. Este inusual caso de “diplomacia de la desclasificación” contrasta con lo sucedido en nuestro país, como juiciosamente revisan los investigadores Diana Rojas, León Atehortúa y David Varela. Pero, en realidad, si la verdad llega a nosotros por un ejercicio de Wikileaks, Panamá Papers, LuxLeaks o la confesión de un arrepentido se produce un efecto mayor: la desnatada mea culpa de un presidente de turno se cambia por la posibilidad real de indagar archivística y confesionalmente sobre lo sucedido.
No hay nada que el poder deteste más que “la verdad revelada”, como dice el periodista Simon Jenkins, porque este tipo de verdad es ‘embarazosa’ y hace que se pongan a prueba las ‘fronteras morales y legales’. Es por ello que, ante la verdad, surge la histeria de quienes ostentan el poder y todos sus lacayos: se censura la opinión y la prensa, se persiguen a los disidentes y – más importante aún – no se hace nada.
Desde el lado de los ciudadanos, encontramos un movimiento global por la verdad de las víctimas, como es el archivo Lessa sobre la Operación Cóndor, SEMA para el apoyo a víctimas de violencia sexual durante conflictos armados, Restorative Justice International como una red global en procura de justicia restaurativa, entre muchas otras. Y, de otra, un movimiento más fuerte aún de “Hacktivismo” ciudadano que busca sacar a la luz las mentiras que se esconden, lo que se engaveta en la burocracia vegetativa que nos gobierna. Cámaras (como en el caso de violencia policial), des-encriptación de información ‘clasificada’ (como en Wikileaks), plataformas de consulta y divulgación de casos (como en el Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado), filtración de documentos (como Katharine Gun en la Guerra de Irak).
Sin embargo, hay un paso que se requiere para lograr una verdadera victoria sobre la impunidad, para alcanzar un comando sobre la información que permita convertirla en conocimiento: la inteligencia artificial (IA). IA es un pomposo nombre para el proceso de automatización (repetición de tareas de forma mecánica) por computadoras de una serie de comandos (algoritmos) que es supervisado por otros comandos (algoritmos que supervisan algoritmos). Para algún especialista, puede parecer una sobre-simplificación esta explicación, pero lo importante es que podemos poner máquinas a hacer millones de tareas para nosotros sin límite de tiempo (exceptuando el costo energético implícito y el desgaste mecánico de las computadoras).
Como caso específico les comparto que cuando trabajé en la Unidad de Restitución de Tierras en el 2013 se creó un pequeño equipo para hacer Gestión del Conocimiento, el cual intentó desarrollar una plataforma de apoyo al proceso de gestión de la información y reporte de indicadores, pero – principalmente – nos concentramos en un modelo que buscara en el mar de datos del sistema de información parte de la verdad que nos debemos como país. Lamentablemente, el diagnóstico que hicimos apuntaba a que el sistema estaba mal diseñado y tocaba volver a empezar para lograr la tarea deseada. Al presentarle la situación al director Ricardo Sabogal Urrego, nos dio la razón, dijo que eso explicaba muchísimo del problema que afrontaba como director y quedamos comprometidos a realizar los cambios y a recibir su apoyo para re-orientar la situación para solucionar el problema. No debo decirles que el resultado fue en otra dirección y, a los pocos meses, dejé de trabajar allá por voluntad propia.
Para entender la dimensión de lo que proponíamos: el país tiene en sus manos la posibilidad de conocer la dimensión real del despojo de tierras en Colombia, quiénes fueron sus actores específicos y cómo se conectan con la clase política y empresarial dirigente del país. Más aún, proponíamos enlazar con la base de datos de la Fiscalía para establecer los patrones de delitos asociados con el fenómeno del despojo. Pero no bastan los datos (que ya de por sí tienen problemas) si no se emplean las herramientas requeridas para lograr la tarea del conocimiento.
La IA es un proceso que solo requiere de voluntad política, de liderazgo, uno que no es posible mientras “los encargados de solucionar los problemas sean el problema”, como la voz del pueblo cada vez más reconoce.
*David Camargo, docente asociado Universidad Antonio Nariño, científico analista de datos, asesor en políticas públicas con doctorado en el área de reconstrucción centrado en consecuencias de la guerra sobre la propiedad de la tierra.
Podría ser muy valiosa la implementación de esa maquinaria. Pero El problema de la VERDAD, además de la coincidencia o similitud informática de los datos con la realidad, tiene un componente político y ontológico que no se refleja en Las estadísticas, que es de carácter motivacional y de decisión. Lo primero es la tarea de los técnicos en centros de datos, lo segundo es tarea del análisis científico político. Interesante y Buena columna, gracias.👍