La Comisión de la Verdad: la clave de la paz

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El trabajo de la Comisión de la Verdad será, en los próximos años, parte esencial de la reconciliación en Colombia. 

A juzgar por el aparente desinterés de amplios sectores de la ciudadanía, del de los medios, de los ataques del Centro Democrático, pareciera, a veces, que la oportunidad que tiene Colombia de involucrarse en la senda de la convivencia pacífica se desvaneciera.  No obstante, estamos ante un reto maratónico y los anhelos de paz están vivos en la mayoría de los colombianos.

Un país en el que gana el No en el plebiscito en octubre de 2016 con el 50.2% de los votos, con un presidente que no asiste a la instalación de la Comisión de la Verdad (CV) en noviembre de 2018 y que objeta la JEP en el 2019, parecería estar condenado a repetir su historia de violencia.  

Sin embargo, las esperanzas de reconciliación están a la orden del día.  Lo ocurrido en la Cámara de Representantes alrededor de las objeciones presidenciales a la JEP, faltando aún el trámite en el Senado, remite a la confianza en el sistema democrático colombiano y, por ende, al deseo de reconciliación.

La encuesta de Polimétrica (Evaluación del poder político, Abril 2019) a la pregunta de si se está de acuerdo con cumplir con los acuerdos de paz pactados en el gobierno anterior indica que el 59% de los encuestados sí lo está. En correlato, el 52% raja al presidente Duque en el ítem de promover la paz. Sólo 12% afirma que su gestión, al respecto, es buena.

Hay todo tipo de intentos de sabotear la JEP, incluyendo las quejas de vicios de trámite (“debió haberse votado artículo por artículo”;  el intento de desacreditar a los magistrados de la JEP, etc.); no obstante, la puerta a la justicia, la verdad y la reparación está abierta.  Son la base de la no repetición. Y, dentro de dicho proceso, de alta complejidad, el rol de la Comisión de la Verdad juega un papel de primera línea.

Padre Francisco de Roux, presidente de la Comisión de la Verdad

El conocimiento de la verdad acerca de lo ocurrido en más de cinco décadas es pieza angular para la convivencia entre colombianos. Es un camino que hay que construir, espinoso, lleno de enemigos que buscarán desacreditar las actividades de la Comisión, que tiene tres objetivos básicos:

  • ayudar a que la sociedad colombiana entienda lo que ocurrió y por qué;
  • buscar el reconocimiento de las víctimas, a quienes les fueron vulnerados sus derechos y que deberán jugar un papel crucial en el proceso de reconciliación;
  • finalmente, alentar la convivencia en las regiones por la vía de promover la resolución pacífica de conflictos, particularmente en territorios marcados por las degradantes formas de violencia que han provocado inmenso dolor en millones de colombianos.

El conflicto está asociado a la violencia sexual contra niñas y mujeres y también de vulneración de los derechos de niños y adolescentes a través del reclutamiento forzado.  Ha sido un conflicto que tuvo un componente de racismo que afectó a poblaciones afro, indígenas, raizales; uno que hizo padecer a miles de familias que sufrieron la infamia del secuestro de seres queridos, algunos de los cuales jamás retornaron a sus hogares, que estuvo fuertemente relacionado con el despojo de tierras y la manipulación de los mecanismos de participación democrática en las regiones. Y muchos dolores más, como el de millones que tuvieron que desplazarse y de decenas de miles de familias cuyos seres queridos desaparecieron.

Esclarecer la verdad, reconocer a las víctimas, promover convivencia son tareas gigantescas que requieren que la Comisión de la Verdad consiga penetrar en el corazón de los colombianos. La forma en que la Comisión se comunique es crucial: la no repetición dependerá, finalmente, de que millones de niños y jóvenes entiendan lo que ocurrió, así ellos no hubieran vivido, de primera mano,  la barbarie.

El riesgo de que la violencia se repita existe está latente. El eterno retorno de las motivaciones de la violencia ha pasado por el desconocimiento a las víctimas y la ausencia de justicia y reparación. De ahí la necesidad de que la sociedad colombiana rodee a la Comisión de la Verdad.

Rafael Orduz, miembro de La Paz Querida

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