La defensa estructural de la paz

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“Defendamos La Paz es un grupo necesario. Pero no es suficiente.”

Hace poco tiempo, se creó un grupo, que reúne gente de distintas posiciones políticas y con distintos grados de influencia social, para defender el proceso de paz en Colombia. Su nombre es Defendamos La Paz. El grupo, sin lugar a dudas, es necesario. Pero también es cierto que el grupo no es suficiente. El problema es que el grupo, por ahora, solo se puede dedicar a acciones de carácter táctico en defensa de la paz, sobre todo neutralizando y denunciando los hechos que se presentan en el Congreso y en los territorios en contra de la paz (en estos últimos, con la matanza de líderes sociales, por ejemplo). Esas acciones son importantes, y no las subestimo. Pero también es necesario defender estratégicamente la paz.

La pregunta de fondo es: ¿por qué Colombia ha sido, históricamente, un país violento? Sabemos que esa pregunta es de difícil respuesta, y que décadas de estudios por parte de los “violentólogos” no han llegado a un consenso. Mi hipótesis es simple, nada original, y se puede reducir a tres elementos: (1) La sociedad colombiana es excluyente, segregada e injusta, y esas condiciones promueven la inconformidad social. (2) El Estado colombiano es débil, sin presencia territorial y fácilmente capturable por intereses particulares, lo cual le impide jugar los papeles de árbitro de los pleitos sociales y promotor del desarrollo social. Y (3) el narcotráfico contribuye a la violencia.

Para superar la violencia es necesario, por lo tanto, desde el punto de vista estratégico, transformar las condiciones de la sociedad colombiana: en breve, más justicia social se traduce en más paz social. Esa transformación no la debe hacer, y no la tiene que hacer, el sector privado. Esto no quiere decir que el sector privado sea irrelevante. Por el contrario: el sector privado es muy importante, y tiene una función crucial en la sociedad: producir riqueza. Pero la función social no es tarea del sector privado, sino del sector público. Las transformaciones sociales necesarias para una mayor justicia social no ocurrirán sin un Estado fuerte, con presencia en todo el territorio nacional.

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El problema de fondo es que la defensa de la paz requiere una actitud política, que yo denominaré de centro izquierda. En Colombia, los defensores de la paz tienden a la izquierda. Y eso genera un problema, porque, para algunos, si uno defiende la paz, entonces uno es un mamerto, y lo que quiere es llevar al país por la ruta de Venezuela.

Es obvio que muchos defensores de la paz no queremos llevar al país por esa ruta. Reconocemos el valor de la paz, y reconocemos que la falta de paz tiene “causas objetivas”: una idea que ha sido muy estigmatizada en el pasado. Pero no necesariamente queremos acabar con la democracia y la economía de mercado (algunos mamertos tal vez sí, pero ciertamente no todos los defensores de la paz). Mi hipótesis es que la paz sería más fácilmente defendible si fuera más manifiesto el compromiso de sus defensores con la democracia y con lo que, siguiendo al premio Nobel de economía Joseph Stiglitz en su más reciente libro, pudiéramos llamar un “capitalismo progresista”.

Este programa, naturalmente, no convencerá a todos. En las sociedad colombiana hay atrincherados unos privilegios que seguramente no cederán su posición muy fácilmente. Pero el punto no es pensar una sociedad posible en la cual la forma de mejorar a unos es perjudicando a otros. Esto solo conduce a la polarización. La forma es pensar una sociedad posible en la cual todos tengamos posibilidades de florecer. En síntesis, estoy diciendo que, para defender la paz de forma estructural, es necesario llegar a un consenso, o cuasi consenso, político, sobre una visión de país, que pueda ser compartida por elementos de izquierda y de derecha.

La radicalización no contribuye a ese objetivo. Hoy los defensores de la paz no gobiernan porque su principal representante político era visto como muy radical (por lo cual, para muchos, terminó siendo preferible votar por la derecha). En otras palabras, para defender la paz con éxito es necesario que los colombianos vean que defender la paz y parecerse a Venezuela no son la misma cosa. Para mí, defender estructuralmente la paz significa tener una visión de país en donde quepan todos, con democracia y con un “capitalismo progresista”, más parecida a los países escandinavos que a Cuba o a Venezuela, por un lado, o a las dictaduras de derecha, por el otro. Los detalles de esa visión hay que irlos construyendo.

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