La doble deuda de Colombia con Haití

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Colombia tiene en la crisis de Haití la oportunidad para profundizar la etnodiplomacia, argumenta Pastor Murillo, exvicepresidente del Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial de las Naciones Unidas.

Colombia tiene una doble deuda con Haití. La primera se remonta a nuestro período independentista. En efecto, la contribución de Haití fue determinante para la gesta libertaria de Bolívar, tal como ha sido ampliamente documentado. Venezuela, Ecuador, Perú y Bolivia, al igual que Ccolombia, tienen una deuda histórica con el pueblo de Haití.

La segunda deuda de Colombia con Haití es más reciente, y debería estar en la retina y en los corazones de todos los colombianos. El 7 de julio de 2021, el presidente de Haití, Jovenel Moise, fue asesinado en su residencia por un comando armado, integrado por dos estadounidenses-haitianos y 26 colombianos. Quizás éste sea el capítulo más vergonzoso protagonizado por connacionales fuera de las fronteras patria, que ha dejado una mancha imborrable en la imagen del país en el exterior.

El asesinato del presidente Moise ha agravado la situación política, social, económica y de seguridad que afronta el pueblo de Haití y profundizado la crisis migratoria que acusa desde hace varios años, en especial, tras el devastador terremoto de 2010, que ocasionó más de 200 mil muertos, al que se le sumaron el terremoto en agosto de 2021 y el Huracán Grace, en el mismo mes, apenas transcurridas unas semanas del asesinato del presidente Moise.

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Los impactos de la crisis haitiana se han convertido en un problema hemisférico, que tiene a Colombia y a los Estados Unidos entre los principales protagonistas. La Conferencia Ministerial sobre Migración, centrada en la cuestión de Haití, bajo el liderazgo de Colombia, que tuvo lugar en Bogotá, el pasado 20 de octubre, con la participación de Anthony Blinken, Secretario de Estado de los Estados Unidos, y cancilleres y otros representantes de 17 países, es un paso en la dirección correcta. Sin embargo, el asunto trasciende el ámbito hemisférico tanto por razones históricas, que remiten a las causas profundas de la situación estructural y sistémica que padece Haití, como por sus potenciales implicaciones para la paz y la seguridad internacionales.

Haití, un caso emblemático hacia el perdón y reparación de los afrodescendientes por los hechos del pasado

Haití es reconocido como el país más pobre del hemisferio y uno de los más pobres del mundo, relato que generalmente ha obviado el análisis de las causas estructurales de dicha situación, que están estrechamente ligadas al pasado de la esclavitud, el colonialismo y, en especial, a la deuda de la independencia, que fue forzada a pagar a Francia, durante un periodo de 122 años, como indemnización a los plantadores franceses por las propiedades que habían perdido, tanto en tierras como en esclavos.

Aun no son suficientemente reconocidos los grandes aportes de Haití a la historia de las Américas, que constituyen un valioso legado de libertad, como lo reseña un análisis de BBC News: “Hace 215 años Haití se convirtió en la primera nación independiente en América Latina, la república negra más antigua del mundo y la segunda república más antigua del hemisferio occidental después de Estados Unidos. Todo esto se logró tras la única revuelta de esclavos exitosa en la historia humana”.

Así, un pasado glorioso en contraste con la situación actual de Haití nos muestra el   necesario e impostergable reconocimiento de la conexión entre los hechos del pasado – esclavitud, colonialismo y la “deuda de la independencia” – y la situación de pobreza, consecuencia de esas causas estructurales, que se expresa hoy en las difíciles condiciones de vida de la población haitiana y actualmente en una de las mayores migraciones en el continente.

Para comprender la crisis que afronta el pueblo de Haití, hay que remontarse a la Ordenanza de Carlos X, quien gobernó a Francia entre 1824 y 1830. Con dicha ordenanza, Haití, que había logrado su independencia de la Corona Francesa en 1804, tras una gesta libertaria que comenzó en 1891, con la revuelta de esclavos, inspirados por la Revolución Francesa, se vio forzada a asumir el compromiso de “reparar” a las familias francesas por las quemas de las haciendas y las plantaciones, destruidas durante la gesta libertaria, así como por las pérdidas económicas por su bien más valioso, los esclavos.

El monto de la reparación fue tasado en 150 millones de francos, equivalentes a 21 mil millones de dólares, según estimaciones de BBC News, para 2018. Adicionalmente, Haití se comprometió a otorgar amplias ventajas arancelarias para que Francia pudiera importar los productos que se producían en Haití, que, durante más de un siglo, habían representado la principal base de la riqueza de Francia. El azúcar, el café, el tabaco, el cacao y el algodón, entre otros, junto con el oro, mediante el comercio triangular África – América – Europa, propiciaron el actual sistema capitalista. A cambio, Francia asumió el compromiso de reconocer diplomáticamente al Estado haitiano. Para Haití, el reconocimiento internacional no era un asunto menor, toda vez que, tras la independencia, quedó bloqueado. Todos los países cerraron fila y establecieron un “cordón sanitario” para evitar que el “mal ejemplo”, y la “osadía” de los esclavos pudiera repetirse en otras colonias.

La deuda que asumió Haití con Francia superaba ampliamente sus ingresos anuales y derivó en un callejón sin salida para Haití. Como siempre, cuando se está en un callejón sin salida, la única salida es el callejón y de allí que Haití debió recurrir a empréstitos, primero, a bancos franceses y luego alemanes y estadounidenses. Apenas en 1947, Haití pudo saldar la deuda de la “reparación” a Francia.

Sin este capítulo, es imposible comprender la realidad que actualmente afronta el pueblo de Haití, a diferencia de República Dominicana, su hermano siamés, con el que ha tenido una historia bastante turbulenta. Basta con recordar la llamada masacre del perejil, cometida por Rafael Trujillo, quien gobernó al país entre 1930 y 1961. En octubre de 1937, alrededor de nueve mil haitianos fueron asesinados por orden del dictador. A las personas de piel más oscura, los militares dominicanos les exigían pronunciar el nombre de dicha planta. Debido a su lengua materna, a los haitianos les resultaba difícil, lo cual los delataba.

Más recientemente, en 2013, otro hecho vendría a marcar las relaciones entre el pueblo de Haití y República Dominicana. La Corte Constitucional de este último dictó la sentencia 168-13, que establece que dejarán de tener la nacionalidad dominicana los nacidos en el país cuyos padres hayan estado en situación de indocumentación, aplicable a todos los nacidos desde 1929 a la fecha. Con ello, el Estado dominicano desnacionalizó a cuatro generaciones de haitianos.

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Lo que ocurre hoy con Haití, no se puede ver aislado de la realidad del conjunto de los más de 200 millones de afrodescendientes de las Américas. En ese sentido, Haití podría ser un caso emblemático para concretar los postulados del Decenio Internacional de los Afrodescendientes 2015-2024: Reconocimiento, Justicia y Desarrollo, en sintonía con las conclusiones de la reunión de Alto Nivel de los Jefes de Estado y de Gobierno que tuvo lugar en septiembre de 2021 para conmemorar el vigésimo aniversario de la adopción de la Declaración y el Programa de Acción de Durban, en el marco del 76 periodo de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, bajo el tema “Reparaciones, Justicia Racial e Igualdad para los Afrodescendientes”.

Reconocimiento de los hechos del pasado, es decir, del duro sistema esclavista impuesto en la Perla de las Antillas, que, durante siglos, generó grandes riquezas y la gloria de Francia por el pago de “la deuda de la independencia” que empujó a la naciente república a las condiciones que hoy conocemos.

Justicia, promoviendo el uso del marco jurídico internacional, que amparan los derechos humanos de los afrodescendientes como sujetos de derechos colectivos, para que desemboque en la adopción de mecanismos o medidas de reparación, no solo por parte de Francia, sino también de la comunidad internacional, principalmente de los países involucrados, por ejemplo, en los préstamos a Haití para el pago de “la deuda”, de lo cual se usufructuaron, y también de aquellos países que participaron en el bloqueo y aislamiento de Haití, después de su independencia. El mundo está en deuda con Haití.

Desarrollo porque, de igual manera que el pago de la deuda de la independencia se constituyó en “un espiral sin fin” de riqueza para Francia y otros y de pobreza para Haití, tanto Francia como la comunidad internacional en su conjunto, están llamadas a generar un espiral de desarrollo, hacia la restitución de la dignidad del pueblo haitiano, mediante la financiación de programas de gran envergadura que permitan reparar, en cierta medida, el daño causado.

La cuestión de Haití: una oportunidad para la etnodiplomacia colombiana

Colombia tiene en la crisis de Haití la oportunidad para profundizar la etnodiplomacia. En el plano hemisférico, Colombia podría considerar proponer al Gobierno Biden/Harris, que la cuestión de Haití sea el tema central de la Cumbre de las Américas. En efecto, el próximo año, Estados Unidos albergará la IX Cumbre de las Américas, a la que se dan cita cada dos años (debió ser en 2020) los Jefes de Estado y de Gobierno de los 35 países del hemisferio. Para Estados Unidos la cuestión de Haití constituye uno de los principales desafíos en materia de política doméstica y de seguridad nacional por lo que es previsible que tenga toda la disposición a acoger una iniciativa en ese sentido.

Colombia podría contar con dos aliados históricos en Washington: el Embajador Brian Nichols, Subsecretario de Estado para el Hemisferio Occidental, y el Congresista Gregory Meeks, Presidente del Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, ambos de probado compromiso con la causa de los afrodescendientes. En efecto, tras su elección a dicho Comité, el Congresista Meeks anunció que Haití y los afrodescendientes en Colombia estarían en el centro de sus prioridades y, por su parte, el Subsecretario Nichols fue clave para destrabar la iniciativa colombiana, con miras a un Decenio Internacional de los Afrodescendientes que derivó en la Resolución 64/169 por la cual Naciones Unidas proclamó 2011 Año Internacional de los Afrodescendientes, y, posteriormente, mediante Resolución 68/237, el Decenio, en esta oportunidad con el liderazgo de Sudáfrica, y otros, incluida Colombia.

Cabe destacar que “la Cumbre de las Américas es el encuentro de más alto nivel político en el hemisferio occidental. Involucra la participación de los gobiernos del hemisferio, ONGs, organismos multilaterales de financiación, organismos del sistema interamericano y diversos actores de la sociedad civil y del sector empresarial. Este espacio es una valiosa oportunidad para alcanzar consensos respecto a los retos y desafíos hemisféricos,y para generar acciones que impacten de manera positiva en el futuro de los ciudadanos de los países de todo el continente americano”.  

Así, en la Cumbre de Las Américas 2022, podrían ser invitados Francia, España, Alemania y otros países, que podrían encontrar una oportunidad para dar un paso al frente en el camino hacia la reparación histórica de los afrodescendientes.

Por otra parte, como ha trascendido en medios de comunicación, Estados Unidos baraja la posibilidad de solicitar a algunos países de América Latina que alberguen a migrantes de Haití para lo cual estaría en disposición de ofrecer su apoyo. Se trata de una medida similar a la que anunció el Gobierno Biden, tras su abrupta salida de Afganistán. En esa oportunidad, Colombia y otros países abrieron sus puertas. La Cancillería colombiana, incluso, se anticipó a generar las condiciones logísticas para alojar a los afganos. Cabría esperar que ocurra lo propio con los haitianos. En este caso, no solo al Gobierno le corresponde dar un paso al frente. Es una obligación moral que compromete al país en su conjunto, y doblemente a los afrodescendientes, llamados por la urgencia de expresar mayor solidaridad entre los pueblos.

La eventual acogida a los migrantes haitianos, con fines duraderos, representa, además, una oportunidad para el desarrollo cultural del país. La endogamia cultural que ha caracterizado a Colombia no solo se expresa en la exclusión de los propios afrocolombianos e indígenas. El carácter monolingüe del país también es reflejo de ello. ¿Acaso no sería ésta una oportunidad para que el idioma francés entre a ser parte de la riqueza lingüística del país? El intercambio cultural con los haitianos sería una oportunidad para que nuevas generaciones de afrocolombianos,y colombianos en general se nutran de las riquezas del pueblo haitiano, en diversas áreas artísticas, incluida la pintura, de la que son un referente muy notable.

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Con el propósito de profundizar en el reconocimiento de la historia y el legado de Haití, en el marco de la Cumbre de las Américas, bajo el liderazgo de Colombia, también podría tener lugar AfroExpo, evento que se propone con el objetivo de conectar la diáspora africana para la solidaridad y la prosperidad. Este evento sería una ocasión propicia para promover la implementación efectiva del Plan de Acción Continental del Decenio Internacional de los Afrodescendientes, teniendo como eje la cuestión de Haití en AfroExpo de las Américas 2022.

La comunidad de las naciones, a través del sistema de las Naciones Unidas y demás organismos multilaterales, como la Organización de Estados Americanos – OEA -, dispone de los mecanismos institucionales y los instrumentos jurídicos para avanzar de manera decidida en el reconocimiento de la situación de Haití, desde una perspectiva de perdón y reparación histórica de los afrodescendientes en el hemisferio. En ese propósito, Colombia podría movilizar la voluntad de la banca multilateral: el Banco Latinoamericano de Desarrollo – CAF – , dirigido por el colombiano Sergio Diaz-Granados, el Banco Mundial, cuyo vicepresidente para América Latina y el Caribe es el colombiano Carlos Felipe Jaramillo y el Banco Interamericano de Desarrollo, presidido por Mauricio Claver-Carone, quien para su elección contó con el apoyo de Colombia.

*Pastor Elías Murillo Martínez, abogado, consultor, ex vicepresidente del Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial, CERD, de las Naciones Unidas.

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