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“Aunque las mujeres en promedio se han educado por un mayor tiempo, el ingreso que devienen en promedio (per cápita) es mayor para los hombres en un ¡50%!”
Cada escritor, así algunas veces lo niegue, se pregunta por la identidad del lector (o la lectora). Si piensa en educación en Colombia, es más probable que sea una mujer quien esté leyendo; de acuerdo al reporte sobre desarrollo humano del 2018 de las Naciones Unidas, más del 50 por ciento de las mujeres en Colombia ha estudiado al menos algún tipo de educación secundaria. Si la pregunta es ¿qué tan probable es que sea una senadora?… si uno de los senadores colombianos estuviese leyendo este artículo, se puede afirmar que es 4 (¡4!) veces más probable que ese senador sea un hombre.
El párrafo anterior tan solo muestra dos de los ejemplos (y contradicciones) que se experimentan en sociedades en las cuales existe gran desigualdad de género. Según el índice de desigualdad de género (2018) de Naciones Unidas, Colombia ocupa el puesto 87 entre 160 países. Este índice mide dimensiones como salud, educación y desigualdad económica.
Los estudios de desigualdad han tomado un gran auge en los últimos tiempos, especialmente en la última década, con los nuevos estudios de declaraciones de impuestos y riquezas del top 1%. La desigualdad tiene distintos niveles de estudio y puede pensarse en la analogía de un microscopio. A simple vista, la desigualdad se estudia entre países y, con un microscopio entre regiones y departamentos, después entre ciudades y quizás, con un mejor y mejor microscopio, se estudia a nivel micro entre familias y hogares. Muchos estudios terminan su indagación en ese momento. No obstante, existe otra desigualdad, quizás menos estudiada, más difícil de medir y también más estructural, la desigualdad de género, la que se experimenta en el hogar y en el trabajo.
Para mostrar como esa desigualdad opera en Colombia, basta ver la siguiente tabla (tabla E) tomada de un reporte del 2015 de las Naciones Unidas. Uno de los datos más dolorosos de dicha gráfica es la poca participación laboral de las mujeres en Colombia. Alrededor del 50% de ellas, no hace parte de la fuerza laboral. Algunas no trabajan por convicción, por ejemplo, por haber decidido ser amas de casa, pero muchas otras también habrán decidido no formar parte de la fuerza laboral porque sus capacidades no son reconocidas monetariamente en el mundo laboral, entre muchas otras razones. En Colombia, la diferencia de las tasas de participación laboral es de cerca del 25%. En los países más igualitarios con respecto a este índice, como Noruega o Australia, esta diferencia es menor a 10%.
Quizás la realidad más desconsolante es la que se muestra en la Tabla D. En esta se puede ver que, aunque las mujeres en promedio se han educado por un mayor tiempo, el ingreso que devienen en promedio (per cápita) es mayor para los hombres en un ¡50%! Esto es quizás lo más absurdo que una economía puede experimentar, el mejor capital humano, el de las mujeres, que debería tener la mayor demanda, tiene el más paupérrimo precio.
También, desde mi ignorancia, quisiera escribir sobre feminismo. Hace casi siete años salí de Colombia; muchos índices han mejorado y las desigualdades parecen replegarse. Sin embargo, gracias a los feminismos, una vez “nuevos” derechos han sido reclamados, se presenta un gran “backlash” (cuya traducción en español pierde un poco de fuerza= reacción negativa). Como ejemplo véanse el auge de la ultra derecha en sociedades contemporáneas (piénsese en el movimiento alt-right en Estados unidos, ataques a centros religiosos y demás) Ese backlash se presenta en Colombia con el auge de partidos de derecha y ultraderecha (hoy en el poder) y, más triste aún, en el auge de aquellos que usan leguajes violentos, como cuando usan el tan estúpido y contradictorio: “feminazi”.
Para concluir quisiera mencionar el error gramatical del título: EL desigualdad de Género. El lugar donde estamos, la desigualdad que perpetuamos, tiene un culpable y es EL, YO, NOSOTROS. Los hombres hemos sido los grandes creadores de esta estructura desigual en la que convivimos como sociedad (tan solo véanse las dos tablas de este artículo). Los hombres somos culpables… pero afortunadamente, nosotros, junto a ellas, de una nueva generación, somos también los que podemos tratar de resolver esa deuda pendiente, la de empoderar, ser garantes de derechos y respetar a todas las mujeres.
Los invito a todos a formar parte del movimiento global #HeForShe https://www.heforshe.org/es respaldado por Naciones Unidas. Nos debemos comprometer a acabar todas las desigualdades.
Juan Felipe Santos Marquez, Físico UNAL 2012, Estudiante de la maestría en desarrollo internacional en la Universidad de Nagoya, Japón. #HeForShe