La irrupción afrodescendiente en la política

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Es desconcertante que, en ninguna de las representaciones diplomáticas de Colombia en el continente africano, haya un solo embajador afrodescendiente.   

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La votación de Francia Márquez y el reciente anuncio del hoy candidato presidencial Gustavo Petro, en el sentido de que, de ser elegido presidente,“pondría un embajador negro y demócrata” en la Embajada de Estados Unidos, ha despertado gran expectativa en el país político y, por supuesto, en la población afrocolombiana. El anuncio agita los vientos de la etnodiplomacia.

Para algunos, el anuncio de Petro es un guiño al candidato presidencial Luis Gilberto Murillo del partido Colombia Renaciente y, por extensión a los votantes afrocolombianos y a todos aquellos ciudadanos y ciudadanas que se solidarizan con las demandas de inclusión del pueblo negro de Colombia, como ha quedado patente con el formidable resultado que obtuvo la lideresa Francia Márquez en la consulta del Pacto Histórico, de lejos, el fenómeno político del proceso electoral en curso.

La irrupción política afrodescendiente en Colombia también se constata con la participación de tres afrodescendientes – Ceferino Mosquera, Sandra de las Lajas Torres y Marlene Castillo Torres, como fórmulas vicepresidenciales en las candidaturas de Luis Eladio Pérez, John Milton Rodríguez y Rodolfo Hernández, respectivamente.

Las listas al Senado de dos importantes partidos políticos estuvieron encabezadas por la destacada periodista Mabel Lara por el Nuevo Liberalismo y por la medallista olímpica Caterin Ibarguén, por el Partido de la U. También cabe resaltar, de las elecciones al Congreso, la llegada, por primera vez, a la Cámara de Representantes, de una persona oriunda de San Basilio de Palenque, Dorina Hernández Palomino, destacada referente del primer pueblo libre de América.

Por su parte, Hernando Viveros Cabezas, importante líder afrodescendiente en Washington, aspiró a la Cámara de Representantes por la Circunscripción Especial de los colombianos residentes en el exterior, un espacio al que incursionó, por primera vez, la diáspora afrocolombiana.

Lo anterior evidencia que, en un hecho sin precedentes, el pueblo afrodescendiente está en el centro del debate político en Colombia. En efecto, en un hecho inédito en la historia política del pueblo negro de Colombia, Francia Márquez obtuvo más de 780 mil votos, que corresponden a la tercera votación en todas las consultas, incluso por encima de Sergio Fajardo, quien resultó ganador en la coalición del Centro Esperanza. Con ese gran resultado de Francia, se reabre el debate en torno a si Petro deberá escogerla como fórmula vicepresidencial.

Este momento interpela al Movimiento Social Afrodescendiente, con respecto a su proyecto político. Siguiendo a Agustín Lao, se consideran pertinentes sus preguntas en torno a los afrodescendientes en América Latina: ¿A qué le estamos apostando? ¿Sólo a ganar puestos y espacios dentro del Estado y a obtener favores del Estado…, o en contraste, buscamos crear un orden político sustancialmente distinto? ¿Por cuál forma de democracia y ciudadanía estamos luchando? ¿Por una mera extensión de la franquicia de la democracia liberal, o buscamos una transformación sustancial de las formaciones políticas con el fin de obtener derechos colectivos – sociales, económicos, culturales, y políticos – en el contexto de una democracia radical y participativa desde el nivel local hasta lo nacional y aun a escala mundial?

Conviene señalar que la movida de Petro entraña un interés más amplio. En efecto, es una carambola a tres bandas: con dicho anuncio Petro busca, además,  enviarle un mensaje de tranquilidad al empresariado y al establecimiento, con respecto a su interés en mantener buenas relaciones con el principal socio político y económico de Colombia y, a su vez, acercarse a miembros del Congreso y del Gobierno de los Estados Unidos, sensibles a la situación de racismo y discriminación racial estructural y sistémica que afecta a los pueblos afrodescendientes e indígenas, agravada por los impactos desproporcionados del conflicto armado interno. Dicha designación sería muy bien recibida por congresistas como Gregory Meeks, presidente del Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes, así como por el poderoso Senador Bob Menéndez, el propio presidente Biden, la vicepresidenta Harris y el señor Brian Nichols, Subsecretario de Estado, para el Hemisferio Occidental. Este escenario deberá ser tenido en cuenta por el nuevo Gobierno, independientemente de quien resulte elegido presidente de los colombianos.

Ante la eventual designación de un(a) afrocolombiano(a) en la Embajada de Colombia ante EEUU, muchas miradas se han posado en Luis Gilberto Murillo, quien también suena para Canciller, debido a sus reconocidos vínculos en el Congreso de los Estados Unidos. De hecho, fue Luis Gilberto, junto con Roberth Asprilla, Marino Córdoba y otros, quienes lideraron el famoso Decálogo Afrocolombiano, en el marco de la ratificación del TLC Colombia – USA, que, gracias a la presión del Congreso y del Gobierno de los Estados Unidos, les permitió a los afrocolombianos acceder al gabinete ministerial, el ascenso de un general y ocho acciones más, no menos relevantes.

También hacen parte del sonajero otros nombres como el de Eduardo Noriega, destacado y discreto profesional, que acompaña muy de cerca a Gustavo Petro. De hecho, fue su secretario general en la Alcaldía de Bogotá, las exministras Paula Moreno, muy cercana a Meeks, Carmen Inés Vásquez, Mabel Torres y la actual ministra de Cultura Angélica Mayolo. Capítulo especial corresponde a Oscar Gamboa, quien, al igual que Luis Gilberto, tiene buenas relaciones con miembros de la Bancada Afroamericana del Congreso de los Estados Unidos, como se ha evidenciado en los pocos meses que lleva como tercero abordo en la Embajada de Colombia ante la Casa Blanca. El General (r) Luis Alberto Moore y el ex viceministro y profesor en Suecia, Andrés Palacios, amplían la lista. 

A los nombres anteriores, corresponde agregar la lista corta pero muy importante, de los profesionales afrocolombianos que se encuentran en los escalafones más altos de la carrera diplomática y encabeza Yadir Salazar, hija de un destacado científico afrocolombiano, de Cali. Yadir es embajadora de carrera y actualmente está a cargo de la Embajada de Colombia en Berlín, mientras asume el exministro Felipe Buitrago. Valga la oportunidad para destacar que Yadir fue la diplomática que lideró ante Naciones Unidas en Nueva York las negociaciones tendientes a la proclamación de un Decenio Internacional de los Afrodescendientes, donde debió sortear la oposición de varios grupos regionales, hasta alcanzar un consenso que permitió la adopción de la Resolución 64/169, por la cual, inicialmente, Naciones Unidas proclamó 2011 Año Internacional de los Afrodescendientes y luego el Decenio.

Cabe resaltar también los afrocolombianos que se desempeñan como ministros plenipotenciarios y ministros consejeros de la carrera diplomática: Gustavo Makanaky Córdoba, actualmente en funciones en China y Paulo Cesar Mina, Coordinador de Cooperación Bilateral y Asistencia Oficial para el Desarrollo de la Cancillería, entre otros pocos.

(Texto relacionado: La doble deuda de Colombia con Haití)

La etnodiplomacia, más allá de los cargos

La oportunidad de que Colombia adopte la etnodiplomacia como un asunto central de su política exterior trasciende los cargos públicos. En efecto, en el plano nacional la cuestión de los afrodescendientes tiene amplias y profundas implicaciones para el abordaje de temas sensibles de nuestra política exterior, comenzando por nuestros diferendos limítrofes con Nicaragua. Colombia subestimó “la importancia que le otorga la Corte Internacional de Justicia al rol de las comunidades directamente afectadas”, como lo pusieron de presente, en su oportunidad, voceros del pueblo raizal de San Andrés, Providencia y Santa Catalina.

Tras el fallo, las autoridades colombianas, allí sí, convocaron a un pequeño grupo de profesionales raizales incluido el ilustre exgobernador Kent Francis y armaron comisión a Nueva York para quejarse ante Ban Ki-Moon, frente a una decisión de un tribunal autónomo. Pese a que las amenazas aún continúan respecto de dos nuevas demandas en curso, el involucramiento del pueblo raizal es tímido y no parece responder a una verdadera estrategia de etnodiplomacia. Kent, Fady Roca y muchos otros internacionalistas sanandresanos son excelentes opciones si se quiere trazar un nuevo rumbo.

De igual manera, la etnodiplomacia debería estar presente al momento de afrontar las reclamaciones de España con respecto al Galeón San José, que, como es conocido, fue localizado en 2015 en aguas colombianas y en el reposan tesoros estimados en más de 10 mil millones de dólares. Mientras que España reivindica su propiedad sobre el mismo y le recuerda a Colombia que en el Galeón viajaban más de 400 de sus nacionales, Colombia parece ignorar la oportunidad que dichos tesoros representan para reparar a los hijos de las víctimas del colonialismo y de la trata trasatlántica de esclavos: esto es los pueblos indígenas y los afrodescendientes.

Históricamente, la política exterior colombiana también ha subestimado el peso que tienen los 55 votos africanos en las Naciones Unidas y los 14 de votos de los países del CARICOM en la OEA y también en la ONU. Parece que aún prima la lógica utilitarista, que quedó patente con ocasión de la elección de Cesar Gaviria a la Secretaría General de la OEA. En esa oportunidad, los países del Caribe, recibieron complacidos el supuesto interés de Colombia en un acercamiento etnocultural. Para su desconcierto, solo duró hasta cuando otorgaron el voto en favor de Gaviria; quizá, ello explica, en parte, la respuesta que ha recibido Colombia cuando ha recurrido en busca de apoyo de los países del Caribe, por ejemplo, en el marco de las resoluciones que ha impulsado en la OEA, con ocasión de la cuestión con Venezuela. En este marco, también se inscribe mi anterior entrada en La Línea del Medio, en la que abordé la cuestión de Haití. (La doble deuda de Colombia con Haití)

Algunas experiencias internacionales emblemáticas de etnodiplomacia

En América Latina y el Caribe, se registran experiencias muy emblemáticas que deberían llamar la atención de un país que, como Colombia, cuenta con la tercera comunidad más grande de afrodescendientes, en el mundo, después de Brasil y los Estados Unidos. Así, por ejemplo, a 2004 las exportaciones de Brasil al continente africano representaban alrededor del 10%. Lula incorporó la dimensión afrodescendiente en la profundización de sus relaciones con África y, a 2014, ya habían ascendido al 30%. Por su parte,  Uruguay nombró al destacado líder afrouruguayo Romero Rodríguez como embajador itinerante para el continente africano y Venezuela le otorgó un rol similar al líder Jesús Ramírez, en tanto el Ecuador incorporó por decreto todo un contingente de destacados profesionales afroecuatorianos a su carrera diplomática, que hoy cumplen una excelente labor diplomática. A lo anterior cabe agregar el destacado rol de la Vicepresidenta Epsy Campbell en las relaciones internacionales de Costa Rica quien incluso llegó a ocupar el cargo de Canciller.

En este contexto, la eventualidad del nombramiento de un afrocolombiano o afrocolombiana  en la Embajada de Colombia ante el Gobierno de los Estados Unidos representaría una oportunidad excepcional para edificar una verdadera política de etnodiplomacia, que comporte el abordaje de asuntos que trasciendan las cuestiones asociadas a los derechos humanos, el combate al racismo y la discriminación racial y la seguridad nacional, e incorpore otras dimensiones que favorezcan el dialogo político y conduzca a conectar a Colombia y a la diáspora africana para la prosperidad, incluso mediante el impulso de un Tratado de Libre Comercio Sui Generis. Es realmente desconcertante que, en ninguna de las representaciones diplomáticas de Colombia en el continente africano, haya un solo embajador afrodescendiente.   

(Le puede interesar: De afrocolombianos a NARP)

*Pastor Elías Murillo Martínez, abogado, consultor, ex vicepresidente del Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial, CERD, de las Naciones Unidas.

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