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Podemos estar orgullosos de siempre habernos atenido a la verdad, de corregir las desinformaciones en las que caímos (como le pasa a todo el mundo) y ser justos con la forma en que nos dirigimos a nuestra contraparte en el Ministerio de las TIC y a la opinión pública en general. Queríamos debatir y, cada vez que nos abrieron el espacio, debatimos.
Inicié este espacio en La Línea del Medio hablando sobre el tema que ha ocupado más de un año de mi vida, entre el PL174 y el PL152, la llamada “Ley de modernización de las TIC”. Ahora que el proyecto de ley fue aprobado por una aplanadora tanto en el Senado como en la Cámara no podría quedarme tranquilo sin escribir al menos un artículo más, esta vez analizando, tras la derrota en el Congreso de quienes estábamos peleando contra este proyecto de ley, sus implicaciones y el futuro en la implementación de lo que fue aprobado, casi sin leerse ni debatirse, en el Congreso de la República. Básicamente tomaré algo de lo que ya he escrito en mi cuenta de Twitter para hacer un resumen que parezca algo más serio. Pero ya estaba tratando de ser serio en Twitter; de manera que aquí va.
Lo primero que hay que decir es que, pese a la derrota, hay muchas razones por las cuales los congresistas y los civiles que nos metimos en este ‘bololó’ de hacerle oposición a la Ley TIC debemos sentirnos orgullosos. En primer lugar, logramos poner en el ojo de la opinión pública un proyecto de ley que estaban tratando de pasar de agache y usamos a nuestro favor todos y cada uno de los ataques que recibimos, desde la salida del aire de Los Puros Criollos (y su posterior emisión a regañadientes) hasta la cantidad de ataques que recibimos por nuestras redes sociales, fueran estos pequeños, grandes, provenientes de un troll, un bot o algún individuo normal. Buscamos convertir cada ataque en un contraargumento mejor que el anterior, en una pelea que siempre buscó el bien mayor y la lucha por el largo plazo, que era el PL, y no el programa, o nuestras ganas de responder a las provocaciones.
Podemos estar orgullosos de siempre habernos atenido a la verdad, de corregir las desinformaciones en las que caímos (como le pasa a todo el mundo) y ser justos con la forma en que nos dirigimos a nuestra contraparte en el Ministerio de las TIC y a la opinión pública en general. Queríamos debatir y, cada vez que nos abrieron el espacio, debatimos.
Teníamos muy claro que podíamos perder, porque si algo tiene un gobierno, es tiempo. Sea para mejorar su propuesta, o amarrar los votos, con tiempo para negociar, tiempo para encauzar el poder hacia donde mejor les convenga, tiempo para aprovecharse del oleaje de la realidad nacional y escoger el momento preciso, tiempo para hacer una gira de medios que reemplace la vergüenza que claramente sobrecogía a los congresistas que iban a votar en favor del PL ante el temor de perder capital político con sus decisiones, tiempo para escindir pequeños elementos de cada uno de los sectores que estaban en oposición y así hacerlos pasar como representantes de sus sectores y no como disidentes que sí eran, tiempo para volver a pasar de agache y también para dejar que se olvidaran los desmanes y abusos que se cometieron en el trámite de esta ley.
Nosotros solamente contamos con algunos chats de whatsapp, alguno de los cuales, el primero, fue infiltrado por el Ministerio. Nos enteramos, porque anticipaban cada iniciativa que planeábamos y respondían más rápido cada vez, por lo que no era difícil deducirlo. Contamos también con Twitter, pero el grueso de quienes nos acompañaban se fueron desligando de la causa, porque hay que seguir viviendo, sobre todo, pero también porque muchos estaban cansados, con razón, o bloqueados por contratos que el mismo Estado tenía que firmarles, sobre todo a quienes habían sido seleccionados en el Mercado de Coproducciones de Señal Colombia de 2018, a los que les tenían parados las firmas, supeditados a su “buen comportamiento en redes”. Obviamente no existe un soporte escrito de ello, pero todos al interior del grupo lo sabemos y ahora se los cuento, porque ni siquiera sé quién, ni en qué términos les dijo semejante cosa; solamente tengo claro que así fue y, para enero de este año, teníamos menos de la mitad de los miembros activos de nuestro grupo. No tengo pruebas, pero tampoco dudas. Esto lo hace mi opinión y mi hipótesis. Como tal, se los digo.
Afortunadamente, esas ausencias fueron suplidas con la opinión pública, gente que no tenía que ver con nuestro movimiento o nuestro colectivo y que se prestó para replicar nuestro mensaje. A todos ellos siempre les estaremos muy agradecidos. No necesitamos de cuentas falsas para hacer valer ningún mensaje ni posicionar una tendencia; tampoco juzgamos a quienes dejaron la pelea. Mal haríamos si quisiéramos imponerles a las personas lo que deben hacer con nuestras causas. Al contrario, nos sentimos agradecidos con todos los que alguna vez ayudaron a nuestro colectivo. La atención es muy difícil de mantener con una realidad tan convulsionada como la nuestra y, sin embargo, logramos que mucha gente pusiera su atención sobre este proyecto.
Incluso, con las cartas y comunicados que redactamos y luego publicamos y que fueron radicadas en las dos cámaras del Congreso, sabemos que hicimos mella en la cabeza de muchos congresistas. Que no les importe es otro asunto, que sientan que no se trata de un problema tan importante o crean fervientemente en la conectividad a costa de la libertad de expresión, también entra dentro de sus derechos y para eso está la democracia representativa. De manera que perdimos, claro que sí, pero lo que hicimos fue más que simplemente una alharaca por redes. Haber trabajado de la mano con congresistas, con UTLs, con activistas y pensadores y analistas como los que participaron de esta pelea fue una lección de vida, una clase en estrategia política y un honor. Mucho va a salir de ese trabajo en equipo; de eso estoy seguro.
¿Qué queda ahora? Seguir trabajando y hacer control de la ejecución del PL. Es el final de un ciclo, pero no el final del trabajo, sobre todo, porque en la ley, que espera en este momento la firma del presidente para ponerse en marcha, no hay muchas claridades en torno a la forma en que todo lo que dice ahí se va a hacer cumplir, y eso sigue involucrándonos a quienes hacemos contenidos, o aspiramos a hacerlos. No sabemos cómo va a funcionar la Junta Nacional de Contenidos, ni qué recursos hay para hacer los dichosos contenidos, pero queremos seguir configurando una industria fuerte y nos toca hacerlo, incluso a pesar del gobierno. Ojalá encontremos una manera de hacerlo provechoso.
Tampoco está estipulada con claridad la manera en que se van a ejecutar los recursos y las obligaciones de hacer que, por contrato, deben hacer las multinacionales de las telecomunicaciones, en aras de ampliar la conexión a los veinte millones de colombianos hipotéticos que la ministra Constaín usó como lanza y bandera durante seis meses seguidos, en lo que debe constituir un récord como el argumento peregrino usado con más obstinación en la historia de este país (seguro estén entre el top 3, detrás de la ideología de género y el castrochavismo).
No solamente no hay claridad en torno a la ejecución y monitoreo de los contratos y los plazos de uso del espectro, que van en 10 años con prórroga a veinte años (para un total de treinta años, más de un año por cada millón de pobres colombianos sin internet). La meta de ampliación de la conectividad de este gobierno era de entre cuatro y siete millones al terminar período, por lo que es posible que el uribismo necesite tres o cuatro gobiernos más para terminar de conectar a todo el mundo, y todos sabemos qué tan eficientes son las alianzas del Estado con agentes públicos sobre los cuales no pesa casi ninguna vigilancia. Que la divina providencia nos libre.
Tampoco sabemos qué será de nuestros medios públicos. Sabemos que tienen asegurada su plata de operación, y que pueden pagar sus nóminas, pero nada de eso nos garantiza que tengan buenos contenidos para llenar una parrilla que ya quedó bastante mancillada en los malos manejos que este gobierno le dio, al menos a RTVC. No sabemos cuáles serán las manifestaciones del nuevo sistema, pero sabemos también que se trata de una apuesta peligrosa.
Tal vez para cuando llegue la censura, disfrazada de algún concepto según el cual “no convenga” dar plata para uno u otro proyecto, empecemos a darnos cuenta de lo que realmente pasó cuando dejamos que se nos colara esa LeyTIC, remendada los machetazos, amarrada artículo por artículo, como bien lo describe Nohora Celedón para La Silla Vacía. Tal vez nos demos cuenta, tal vez estemos demasiado alienados por la tontería reinante para ocuparnos de ello. Ya veremos.
Por último, gracias a todos los que hicieron parte de este movimiento, tanto congresistas como UTLs, colectivos, fundaciones, productoras, PYMEs y microPYMEs, sindicatos, asociaciones indígenas y afrocolombianas, trabajadores de la televisión, independientes, realizadores de cine, profesores de universidad, críticos de medios, críticos culturales, abogados, toda la gente que ha trabajado sin descanso por la democracia, merece que la vida se los reconozca. Ya llegará nuestro momento; podemos decir que perdimos con la cabeza en alto.
*Santiago Rivas, Expresentador de Los Puros Criollos. Autor de “Acaba Colombia”, @Rivas_Santiago