La migración sin hipérbole

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Desde el 2020, con el inicio de la pandemia, los países han fijado su atención en sus problemas internos y no les falta razón pues para un gobernante serio, lo primero debe ser su gente.

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Una carta firmada por 25 venezolanos dirigida al señor Presidente Biden es criticada, entre otras razones, porque afirma, aparentemente sin soporte técnico, que el 75% de los venezolanos rechaza las sanciones que los Estados Unidos ha ordenado y que impactan la vida venezolana.

Como reacción a esa misiva, un dirigente político desde su exilio le escribe otra al mismo destinatario afirmando que es menester no apañar a “uno de los regímenes más criminales en la historia de la humanidad”.

Mientras esa discusión se produce, la comunidad internacional – y aquí sin exageración alguna, toda ella – tiene puesta su vista en las andanzas del señor Putin en Ucrania y su impacto, no solo económico sino también el humanitario, producto del desplazamiento forzado de los nacionales de ese país a consecuencia del  accionar ruso, el cual se reflejará, nadie lo dude, en la situación de los venezolanos en extrema condición de vulnerabilidad que por el mundo se encuentran y respecto de los  cuales buena parte de la dirigencia venezolana, por no decir – hiperbólicamente – ninguna, poco o nada opina y resuelve.

Ocurre que la migración venezolana es – si no era ya – la segunda más importante del mundo y que, a pesar de ello, los recursos que la comunidad internacional ha destinado para atenderla, equivalen al 10% aproximadamente de lo que recibe la primera, la siria. La explicación estriba, así lo creo, en que para ella nuestra salida del país es voluntaria, a pesar de lo que sostengan los políticos y hasta ACNUR.

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Ahora, con el problema de Ucrania, los recursos disponibles se restringirán no solo para los sirios,  que tendrán que ajustarse el pantalón ante esa circunstancia, sino también nuestros migrantes quienes verán reducida – nadie lo dude – la ayuda que hasta ahora directa o indirectamente reciben.

Desde el 2020, con el inicio de la pandemia, los países han fijado su atención en sus problemas internos y no les falta razón pues para un gobernante serio, lo primero debe ser su gente. Ello los llevó a adoptar decisiones que incidieron en la población de su interés y que distrajo recursos que pudieren ser destinados a la migración. Superado eso, es ahora Ucrania el centro de atención general pues el desplazamiento masivo de su población – más del 10%de la misma en menos de dos meses – obligará a toda Europa, especialmente, a adoptar decisiones que impactarán su futuro inmediato.

Ante esa circunstancia, quizás la coyuntura sea favorable para que los políticos venezolanos fijen mucha mayor atención en esos más de seis millones de compatriotas que fuera de las fronteras están, tratando de progresar y ayudar a sus familias y al país que los acogió, pero también con la expectativa de lo que internamente se haga para evaluar el retorno pues sus hogares, sus afectos y recuerdos en nuestra tierra están. Así sus afectos en Venezuela y ellos afuera solo les pedirían que pusieran, efectivamente, manos a la obra respecto de la atención de su situación.

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*Gonzalo Oliveros Navarro, Magistrado del Tribunal Supremo de Justicia. Director de Fundación2Países @barraplural

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