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El Gobierno niega o demora acreditaciones de altos representantes de las Naciones Unidas. Todo indica que se trata de una estrategia para dejar a la ONU en la interinidad.
Julie de Rivero lleva tres meses esperando la acreditación para reemplazar a Alberto Brunori como directora de la Oficina de la Alta Comisionada de Derechos Humanos. Antigua funcionaria de Human Rights Watch, la peruano-británica de Rivero es hoy oficial senior de derechos humanos en Naciones Unidas en Ginebra. La tardanza no tendría nada de inquietante si la Cancillería no estuviera considerando negar la acreditación.
Cuando pocas esperanzas quedaban, la disputa en torno al informe de la Oficina podría acelerar la aceptación de Julie de Rivero. Emilio Archila, Consejero Presidencial para la Estabilización, lo calificó de “chambonada”, y Carlos Holmes Trujillo, Ministro de Defensa, lo consideró inaceptable. Adriana Mejía, viceministra, en reunión sostenida en Ginebra con el equipo de ONU entre el cual se encontraba de Rivero, expresó su malestar por las actuaciones de Brunori a quien le reprocha un exceso de entrevistas. Quizás la Cancillería ceda ante de Rivero para salir de una vez por todas de Brunori.
Pero los precedentes auguran mal. Colombia no cuenta con coordinador residente de Naciones Unidas, que lidera el Equipo País, desde mediados de 2019 cuando se retiró el español Martín Santiago Herrero. Gustavo González, el nombre presentado por la ONU para reemplazarlo, no le gustó al Gobierno, a pesar de que el funcionario argentino tiene una trayectoria impecable en el área de consolidación de la paz en tres continentes. La ONU entregó entonces dos nombres más y, para ellos, la acreditación también duerme el sueño de los justos.
El Gobierno quiere intervenir en el modelo de selección de los directivos de la ONU. Pretende que se le presenten ternas de las cuales Cancillería pueda elegir y ha sugerido incluso que el Gobierno mismo ponga personas a consideración. Sobra decirlo, las presiones de Colombia para controlar la designación de representantes de la Organización, en contra de las prácticas internacionales, no han caído nada bien. Por lo pronto, Michelle Bachelet, Alta Comisionada de Derechos Humanos, no parece dispuesta a plegarse a las excentricidades de Cancillería.
Laura Gil, politóloga e internacionalista, directora de La Línea del Medio, @lauraggils