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¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? Lucas 6:3
Tremenda polémica alrededor del mundo se suscitó por el video del Dalái Lama jugueteando con un niño, a quien besó en la boca y le preguntó si quería chuparle la lengua. Millones de personas de diversas religiones, en especial la católica o cristianas, se rasgaron las vestiduras, lanzando el dedo acusador contra el líder tibetano, a quien se rotuló como pedófilo y degenerado. Pero la realidad es otra, ya que no hay religión que se salve, no hay iglesia, no hay escenario público o contexto privado en el que las personas que tradicionalmente hemos estado sometidas al dominio generado por lo religioso, estemos seguros; pero en especial esa amenaza se despliega con mayor fuerza en los niños, niñas y adolescentes.
Todavía nos encontramos en sociedades extremadamente creyentes, donde los representantes religiosos adquieren una supremacía en la vida de los feligreses de tal manera que inciden en la toma de decisiones personales y de trascendencia vital, poniéndose siempre en lugares de superioridad moral, equiparándose en algunos casos al mismo Dios. Es así como logran fácilmente tapar sus delitos a partir del temor reverencial que se tiene hacia el líder religioso sumado a la cultura del encubrimiento propio de dichas estructuras a las que pertenecen. Lo anterior ha sucedido por siglos en el seno de la Iglesia Católica, en donde ni Cardenales, se han salvado de señalamientos en abusos y violencias de tipo sexual, las cuales han marcado con dolor generaciones enteras de menores de edad en todo el mundo; siendo poquísimos los casos en que se han dado sentencias ejemplarizantes con las respectivas reparaciones a las víctimas.
Es lamentable que estos espacios auspiciados en las doctrinas de fe sigan siendo un riesgo para el conglomerado social, que no se ha mitigado de manera eficiente ni por la Ley ni mucho menos por la legislación religiosa. Esto ha contribuido a la impunidad, a la revictimización de los afectados por estos actos lamentables, que hace que estos personajes, sigan delinquiendo sin ningún temor a ser condenados.
En la actualidad hay pocos estudios serios que arrojen datos confiables y dignos de tener en cuenta, con relación a los miembros de estas organizaciones religiosas; hallándose en algunos, por ejemplo, cifras importantes que muestran en religiosos sintomatología asociada a la pedofilia (atracción sexual hacia niños/as) y/o de hebofilia (hacia los adolescentes) (Isely, 1998). Sin embargo, estos no son los únicos patrones, ya que se evidencian también, maltrato sicológico y físico; acoso sexual a mujeres y hombres adultos dentro de estos escenarios que se caracterizan generalmente por la subordinación.
Sin lugar a dudas, todo este escándalo ha vuelto a poner en el ojo del huracán estas conductas delictivas, recordándole al Estado su función constitucional de protección y de regulación en los distintos niveles sociales y culturales. Por consiguiente, no debe haber distingos ni privilegios en cuanto a la potestad sancionatoria del mismo, ya que nadie está por encima del otro ante la ley, ni siquiera por las supuestas cercanías a la Deidad.
*Doris Ortega. Abogada egresada de la Universidad de Cartagena, Magíster en Derecho de familia y derecho penal de la Universidad de Barcelona, Docente Investigadora. @DorisOrtegaGal