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Se requiere decodificar ese nuevo lenguaje que para muchos es apolítico, pero que en realidad acoge nuevas visiones desde lo estético, épico y ético.
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Recuerdo muy bien aquel octubre del 2019. A las 7 pm de la noche, escuchando los resultados de las elecciones locales en todo el territorio nacional, pensé “definitivamente algo está pasando en Colombia”
Quizás uno de los mayores retos de los candidatos en estas elecciones es entender y descifrar cómo, cuándo y dónde se consume la política en esta nueva normalidad. Pandemia, desgaste de las marcas tradicionales y una explosión social que se manifestó en las calles son los componentes de una receta que hoy cocinan un nuevo horizonte político ad portas de unas elecciones históricas.
Ante este panorama lo que llama la atención es aquel juego de No mires arriba que intentan algunos, no sé si de manera intencional o por falta de comprensión de la realidad. Este enunciado, sacado de la exitosa serie de Netflix, plantea que, ante la inconveniencia política de un problema, la solución es su negación – lo que el profesor Juan Camilo Oliveros de la facultad de ciencias políticas en la Universidad Tecnológica de Bolívar nos repetía mucho el no problema. En la serie, esta estrategia acabó con la humanidad; disculpen el spoiler.
Parece que los candidatos no entienden mucho que existe una nueva ciudadanía, una que hoy espera unos líderes políticos que le digan algo relevante, una que consume lo político de formas distinta a las tradicionales. Aquellas formas de antes no le son relevantes y quizás hasta nada agradables. Pareciera que aún están en el mundo de la píldora azul, que nos mantenía desconectados de la realidad.
Por estos, días escuchamos hablar a candidatos de crisis ¡social, de valores y principios, crisis en todo! Más que eso, estamos viviendo un cambio de era.
Es posible que muchos no se den cuenta y estén bajo el efecto de la pastilla azul que los mantiene en la comodidad del statu quo. Pasar a la pastilla roja, como lo hizo Neo ante la oferta de Morfeo en Matrix, no es algo que algunos desean. Significaría observar una realidad donde las estructuras se derrumban. Como protagonistas y testigos de primer nivel no percibimos ese cambio de era, pero, a futuro, cuando los ciudadanos estudien historia, se darán cuenta de que, en nuestra época, entre el siglo XX y el siglo XXI, fue un antes y después del mundo conocido. Descubrirán que, en nuestro tiempo, se trasformó la forma de comunicar: cambiaron las relaciones de producción y el modo de entender el trabajo, el ocio, las distancias, el humor, el tiempo y de formar familia. Una pandemia nos sorprendió. Era de esperarse; hace ya una década más del 50 % de la población mundial vive en urbes y no tanto en lo rural, por lo que, tarde o temprano, una pandemia se nos vendría. Aun así, no nos preparamos y las consecuencias ya las conocemos.
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Todos estos cambios suceden ahora en nuestras narices, por lo que muchos de esos relatos de campaña que hoy vemos de salvadores de una crisis de la sociedad serán acogidos por esas pocas personas que aún no miran arriba y rechazan la pastilla roja. Ellos necesitan su voto para salvarnos y volver a lo que éramos antes. Tendrán poco éxito con el gran grueso de la población que está lista a cambiar a un nuevo mundo
El problema inicia en algo llamado la miopía del marketing. Es aquella patología donde el diseño del mensaje se basa en el enamoramiento del producto en sí mismo. Es lo que vemos en la publicidad y los mensajes de esta contienda. Candidatos y candidatas bien arreglados con lindas sonrisas, bien vestidos con marcas exclusivas cual estrellas de Hollywood, en una postura o visión de un mundo lleno felicidad y absoluta comodidad, con slogan que manifiestan que ellos son la salvación, ¡olvidando lo más importante de todo! Ese nuevo ciudadano para el cual, en su imaginario, el político solo representa la opulencia, el clasismo, la exclusión, la corrupción y la lejanía con. Sí, ¡se olvidaron de hacer al ciudadano protagonista en sus campañas!
Muchos se olvidaron de escuchar y volver protagonista a ese ciudadano. Quizás con un poco de escucha entenderían esos cambios ya no tan imperceptibles que se dan en nuestra sociedad, lo que invita a modificar la forma y el fondo la forma de comunicar. Se requiere decodificar ese nuevo lenguaje que para muchos es apolítico, pero que en realidad acoge nuevas visiones desde lo estético, épico y ético.
En lo estético, vemos que slogans, que otrora fueron en rima y sonoros, hoy son sinónimo de viejas estructuras para este ciudadano o ciudadana. En lo épico, relatos e historias de candidatos con repentino sentido social se entienden hoy más que nunca como falsos y provocan desconfianza. Desde lo ético, las formas tradicionales de las viejas maquinarias no motivan a una generación que encuentra motivación y representación en otras banderas o causas incluso más simples y sinceras de lo que imaginamos. Con una buena escucha, los mensajes serían más relevantes y, por lo tanto, más efectivos.
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*Nixon Narváez, estratega y consultor en marketing y comunicación política. @Nixon_mkpolitic