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De cómo el diablo adquirió sus cuernos, la evolución del ángel caído.
Susana Castellanos De Zubiría
Ariel
190 páginas

¿Quién es el diablo? En su mala leche incisiva pero acertada, el escritor Ambrose Bierce (Ohio 1842 – Chihuahua 1914) lo definió como el “culpable de todos nuestros males y propietario de todo lo bueno que existe en el mundo”. La Biblia, por su parte, es mucho más escalofriante: dice que el Satán es ‘Legión’ (Marcos 5:9). Y eso es, sin duda, porque ha tenido muchos nombres a través de la historia, así como formas, usos, sexos, geografías, estrategias, aliados, estados del alma y lugares de habitación. Son milenios de metamorfosis sucesivas.

No es menos inquietante la teoría de que el diablo es sólo un producto de la creación humana, porque lo imaginario también existe y los demonios han cobrado mucho dolor en guerras religiosas y políticas disfrazadas de confrontaciones del Bien contra el Mal —pensemos en Reagan o Bush hijo, por ejemplo—, o a través de martirios, sacrificios, violencias, pensamientos fundamentalistas y daños psicológicos. Por otro lado, ha sido la imagen de la fiesta, el carnaval, la sanación de la naturaleza, el conocimiento de lo oculto, la libertad individual y, desde hace unos siglos, de la belleza física.

El diablo puede ser demasiado escabroso para hablar de él con un niño o muy cándido para asustar a ciertos adultos —porque hay otros que, aterrados, lo ven en todos lados—. A mí me parece apasionante. Creo que detrás de él —y en general de todos los seres mitológicos— hay todo un pensamiento, una historia y una filosofía a través de los cuales es posible acercarse a lo más interesante y revelador del ser humano.

Susana Castellanos de Zubiría es una investigadora colombiana que ha dedicado su tiempo al estudio de las mitologías y religiones y ha publicado libros que apuntan a identificar cómo se ha manifestado históricamente el miedo social a la otredad y lo oculto, especialmente representado en la mujer. Uno de mis sueños es tomar un curso con ella como profesora. Me fascinaría. Ha escrito libros como Mujeres perversas de la historia (Norma, 2008), Diosas, brujas y vampiresas, el miedo visceral del hombre a la mujer (Norma, 2009), Amores malditos (Norma, 2009) y éste que dejo hoy en las estanterías de La Biblioteca de El Ojo Nuclear para La Línea del Medio: De cómo el diablo adquirió sus cuernos, la evolución del ángel caído (Ariel, 2020).

Evolución, esa es la palabra precisa para hablar de la figura del diablo. Un ser que ha cambiado mucho desde que el Génesis habla de un ángel caído. Castellanos de Zubiría muestra cómo el Diablo que conocemos hoy en lo que podríamos llamar Occidente es un ente cuya forma partió de las tradiciones semíticas y paganas, pero que empezó su construcción en los orígenes de la Edad Media bajo el catolicismo. En esa figura, cada época aportó las representaciones de sus miedos y tensiones sociales, esas pulsiones y corrientes interiores que no queremos o no sabemos reconocer y, mucho menos, revelar. La autora nos cuenta cómo el diablo sirvió a la Iglesia para desprestigiar elementos paganos y, de esa manera, conducir su guerra contra otras creencias, creando miedo o repulsión social hacia figuras que representaban la fertilidad y la lascivia masculinas o femeninas (el semidiós Pan, macho lujurioso con cachos y patas de cabra que le quedaron muy bien a Satán; el mismísimo Saturno, con cuya hoz se empezó a representar a la muerte; Poseidón o Neptuno, dios del mar, dueño de un tridente con el que algunos han visto al demonio). Las brujas, por su parte, como aliadas del mal o hijas de él, eran la sabiduría de la sanación por medio de la naturaleza y no de la fe, conocedoras de los secretos de la tierra, y su alegría fue transformada en una carcajada estridente que disolvía la seriedad del estado místico y temeroso de Dios que debía tener un cristiano, por lo menos hasta la figura de Francisco de Asís. El diablo también empezó a ser la condena a lo primitivo e instintivo y, sobre todo, a la libertad individual, en todo caso alejada de la ideología cristiana.

Aunque el mal es un concepto tan antiguo como la humanidad misma, y culturas como la egipcia, babilónica, germánica o vikinga, por ejemplo, tenían sus representaciones para él, el diablo como gran príncipe del mal no puede concebirse sino en las religiones monoteístas (en el judaísmo hay una diferencia importante: el mal no es un ente aparte de Dios, no hay un diablo que pueda enfrentarse al creador; es, más bien, un asunto interior y el diablo tiene la función de tentar; es la otra cara del bien); en el politeísmo los dioses tienen una función bondadosa y creativa, pero también maligna y destructora.

El arte ha dejado una estupenda manera de entender la evolución del diablo y Castellanos de Zubiría da cuenta de ello. Al final del libro, nos regala copias de varias representaciones de Satanás. Es impresionante ver cómo éste ha cambiado desde esa figura repugnante de la alta Edad Media, hasta el cuerpo sensual y bello que puede tener hoy.

Así pues, dejo este libro que demuestra que la historia del diablo no es tan aburrida y obvia como podemos pensar y que tampoco es un asunto para desconocer con desprecio altivo. Hoy, en este momento que usted lee esto, en pleno siglo XXI, con un desarrollo nunca antes visto de las ciencias exactas o sociales, hay una buena cantidad de magos por Internet o en las revistas ofreciendo prácticas centenarias como hechizos o pócimas que pretenden hacer daño. Grandes líderes mundiales encargan exorcismos y consultan magufos para que los protejan de sus enemigos. Bien lo dijo Mark Twain un buen día: “Todos los hombres hablan con amarga desaprobación del diablo, pero lo hacen reverentemente, no con ligereza”.

*Mauricio Arroyave, periodista, lector caprichoso y frustrado librero, @mauroarroyave. Canal de Youtube El Ojo Nuclear.

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