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Kawabata – Whitehead – Pérez Reverte

En las estanterías de la Biblioteca de El Ojo Nuclear para La línea del Medio, dejo tres novelas que convierten un hecho real, investigado con el rigor del buen periodismo, en obras de arte a través de la ficción. La primera es una crónica sobre una partida de Go, un juego de mesa, que en las manos de un maestro de la escritura, premio Nobel de Literatura, se convierte en una alegoría sobre los profundos cambios que tuvo que enfrentar el Japón; la segunda es una novela sobre el infierno vivido en una correccional para jóvenes infractores en los Estados Unidos y de cómo dos muchachos se enfrentan con su memoria; la tercera, un relato de ficción sobre la Guerra Civil Española centrado en el ser humano y no en el combatiente.

El maestro del Go
Yasunari Kawabata
Emecé
211 páginas

Se logran crónicas bellísimas cuando el periodismo se apoya en las técnicas y formas de la literatura. En ese espacio geográfico medio gaseoso que llamamos Occidente tenemos grandes ejemplos, maestros en esa técnica que es más una modalidad artística. Gabriel García Márquez es uno de ellos. Pero, ¿cómo se traducirá esa forma en Oriente? ¿En el Japón, por ejemplo?

Hay respuestas en una de las obras de Yasunari Kawabata: El maestro de Go. La obra nació como un encargo para cubrir una partida de Go —un juego de mesa milenario japonés, con algunas similitudes con el ajedrez— por parte de un periódico nacional. Se trataba de una confrontación que cautivó al país entero entre el gran maestro Shūsa y un retador joven y efervescente. El juego duró siete meses en una cabaña alejada de la mirada del público. Los japoneses siguieron el partido gracias a unos pocos periodistas que fueron autorizados para cubrirlo, entre ellos Kawabata. Corría el año de 1938, la II Guerra Mundial estaba en sus albores y el país enfrentaba una época que lo obligaba a sacrificar muchos elementos de su identidad histórica. Lo que entendió el escritor es que éste era, más que un juego, un evento definitorio para el mismo Japón: una alegoría del cambio entre la tradición nipona y la modernidad, además de una gran discusión sobre la vida y la muerte, la estética, el sacrificio, la dignidad y el arte.

Kawabata escribió sesenta y cuatro entregas que, un tiempo después de publicadas, fueron transformadas en este libro que supera la crónica y entra de lleno en el campo del arte literario. Este autor es uno de los más importantes del último siglo y recibió el premio Nobel de Literatura 1968 —el primero de su tierra en recibirlo—. Nació en Osaka en 1899 y murió —se suicidó— en Hayama, en 1972. Su historia es la de un muchacho que a los quince años ya había perdido a toda su familia y que supo canalizar su sensibilidad y soledad para desarrollar un penetrante sentido de la observación que tradujo en verdaderas obras maestras de la literatura japonesa.

Como el año pasado se conmemoraron ciento veinte años de su nacimiento, editorial Emecé reeditó ocho de sus obras capitales, entre ellas ésta. Supongo que la pandemia aplazó la llegada a Colombia de esta colección, pero ya está entre nosotros. Esta edición particular de El maestro de Go contiene dos prólogos preciosos, uno de María José Ferrada —profundo y delicado— y otro de Anna Kazumi Stahl —aclaratorio y que provoca a la lectura—.


Los chicos de la Nickel
Colson Whitehead
Literatura Random House
219 páginas

Colson Whitehead es uno de los pocos autores que puede decir que se ha llevado dos premios Pulitzer. Comparte ese honor con nombres como William Faulker y John Updike. El primero de esos premios lo ganó en 2017 con la novela El ferrocarril subterráneo, y el segundo, en 2020, con esta novedad en Colombia, Los chicos de la Nickel.

La verdad es que a a esta novela no le caben los reconocimientos: además del Pulizer, logró un puesto en la lista de bestseller de The New York Times, ganó el The Kirkus Prize, fue postulada al National Book Award, llegó a finalista del National Book Critics Circle Award y la revista Time lo consideró el mejor libro de 2019. Y hay más reconocimientos, pero esta reseña nos quedaría muy larga.

La trama está basada en uno de tantos capítulos vergonzosos del racismo estadounidense: un reformatorio para jóvenes que, según la ley, estába diseñado para educar y no para castigar. La realidad es que éste, llamado Academia Nickel —pero cuyo nombre oficial era Arthur G. Doziel—, ubicado en la ciudad de Marianna, en el norte del estado de la Florida, fue un verdadero infierno institucionalizado que funcionó entre 1900 y 2011. Más de un siglo de abusos de todo tipo, segregacionismo, torturas físicas y psicológicas. Los internos la llamaban ‘La fábrica de helados’, haciendo honor a esa escalofriante capacidad de sus administradores para inflingir heridas de todos los colores… o provocar la muerte con las técnicas más retorcidas. Aunque también estaban recluídos muchachos de otras etnias, la población afroamericana llevó la peor parte.

Como luego de cerrada la Academia el terreno iba a ser vendido, en 2009 una empresa de limpieza ambiental encontró durante su labor veintinueve ‘anomalías’ en unos potreros dentro de la espacio. Anomalías quería decir huesos, lugares que sugerían fosas y otros vestigios. La venta se congeló y, en 2014, fueron oficialmente ubicados más de 80 cuerpos, algo que recibió la atención de la prensa nacional. La gran mayoría de los restos fueron identificados y entregados a sus familias, algunas de las cuales todavía esperaban por sus hijos, pues sólo les habían dicho que estos habín escapado del correccional.

Basado en estos eventos reales, Colson Whitehead escribió Los chicos de la Nickel. Presenta a Elwood y a su amigo Turner, dos muchachos de piel negra y ambos víctimas del correccional; mientras el primero de ellos está caracterizado con una visión más esperanzadora de la vida, el otro lo es con una posición cínica, escéptica. Según Whitehead, lo más importante de libro, además de indagar por los laberintos de la memoria, es la tensión entre estas dos personalidades.

Colson Whitehead no escribió el libro por el movimiento Black Lives Matter, pero la coyuntura sí escribe un subtexto muy inquietante para la novela. Creo que es un libro pertinente en Colombia, no sólo por nuestro racismo soterrado y la violencia contra las minorías, sino también porque nada más pertinente en este país que textos que insistan en la importancia de la memoria, la justicia, la verdad, la reparación y la garantía de no repetición de tantos tipos de violencia que nos azotan.


Línea de fuego
Arturo Pérez-Reverte
Alfaguara
682 páginas

La Guerra Civil Española ha sido uno de los acontecimientos más re-visitados y analizados desde la novela. Se trata de la necesidad de la memoria y el exorcismo de todos los demonios de una sociedad que todavía necesita sanar heridas. Autores como Camilo José Cela, Almudena Grandes, Andrés Trapiello, Javier Cercas, entre muchos otros, han dedicado cientos páginas a explorar ese fratricido desde la literatura.

Ahora lo hace Arturo Pérez-Reverte. Este escritor cartaginés es uno de los más prólificos de la escena ibérica. Ha escrito unas treinta y dos novelas —incluyendo sus sagas de El capitán Alatriste y Falcó—, varias de ellas llevadas al cine o adaptadas al cómic, y ha ejercido como reportero de guerra, libretista y presentador de televisión; es, además, miembro de la Real Academia Española, editor y un columnista polémico y provocador. En general sus libros entran en la categoría de super ventas y son seguidos de cerca por una crítica que a veces no lo quiere, pero que tiene que aceptar que es un buen narrador.

Ésta, su más reciente novela, es una aproximación a la Guerra Civil Española desde la ficción, pero aprovechando un acontecimiento histórico como la Batalla del Ebro, la más larga y quizás la más sangrienta de toda esa guerra. Los muertos se calculan en veintemil. Los personajes no existieron bajo los nombres que los presenta el autor, pero sí los hechos y las víctimas de esa carnicería que en total cobró la vida de medio millón de personas, además de desplazamientos internos y cientos de refugiados por el mundo. Esta edición incluye ilustraciones del pintor español Augusto-Ferrer Dalmau al comienzo de cada una de las tres partes de las que se conforma la novela,.

Aunque puede haber cierto cansancio del público por el tema, esta novela promete un cariz distinto: está centrada en las vivencias de hombres y mujeres —porque hay la clara intención de hablar del papel de ellas como combatientes— y son ellos, como seres humanos y no como combatientes, los protagonistas. Pérez-Reverte no quiso contar la guerra desde un solo bando, porque como él mismo lo explicó en una entrevista: “hay un momento en que descubres que una guerra civil no es la lucha del bien contra el mal… Sólo el horror enfrentado a otro horror.”

*Mauricio Arroyave, periodista, lector caprichoso y frustrado librero, @mauroarroyave. Canal de Youtube El Ojo Nuclear.

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