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La vida contada por un sapiens a un neandertal.
Juan José Millás y Juan Luis Arsuaga.
Alfaguara
216 páginas
¿Qué es eso que nos hace ser como somos? ¿Cómo explicar que hemos sido capaces de crear cosas tan exquisitas como la ciudad de Machu Picchu o la arepa, pero también de masacres como las de Ruanda o las casas de pique de Buenaventura? ¿Por qué unos individuos con pocas ventajas físicas para enfrentarnos a puño limpio, por ejemplo, con el más humilde gatito montés, pudimos erradicar la mayoría de las especies que no nos interesan? (“el 96% del total de los mamíferos de la Tierra somos los humanos, las vacas y los cerdos” y las aves de consumo ocupan más del sesenta por ciento de todas las aves del universo).
Lo primero para decir es que a pesar de todos esos galones de tinta que nos hemos gastado formulando teorías, todavía falta mucho para arrojar una respuesta definitiva; lo segundo es que, en todo caso, éste no es libro para encontrarla. Lo que sí se puede decir es que este texto que hoy dejo en La Biblioteca de El Ojo Nuclear para La Línea del Medio, es un divertido viaje de para conocer un poquito más de lo que somos.
Juan José Millás es un periodista y escritor español que ha publicado veintiuna novelas, ocho libros de relatos, además de artículos y reportajes de gran difusión. Su obra se ha traducido a veintitrés idiomas; Juan José Arsuaga, por su parte, es un reputado paleoantropólogo español y actual director científico del Museo de Evolución Humana de Burgos. Los dos se propusieron escribir un libro que recogiera la sabiduría del científico y el genio narrativo del escritor y que fuera una aventura entretenida, con sentido del humor y aporte a la divulgación científica al alcance de los no iniciados.
Fueron ocho meses de trabajo en lo que hubo varios encuentros entre los dos autores; sus conversaciones quedan detalladas en este texto que sigue esa tradición de El mundo de Sofía o El viaje de Cloe, libros en los que un conocedor invita a un aprendiz —que finalmente termina siendo el lector— a un recorrido en el que cada paso y cada estación son experiencias de conocimiento. Aunque se trata de un libro de divulgación científica y Arsuaga es un investigador con amplio bagaje académico, las referencias de La vida contada por un sapiens a un neandertal no reposan en las estanterías sino en “el paisaje, el primer documento para entender la Historia”. Allí, en la geografía, están las páginas sobre las que dirige su atención el paleontólogo, porque en los puertos, en los pasos de montaña, las cuevas, las plazas de mercado o en una tienda de peluches están escondidas las letras para narrar lo que somos. El paisaje, incluso, es la comida.
“La prehistoria no está en los yacimientos, eso es lo que creen los ignorantes […]En los yacimientos sólo hay huesos”, dice Arsuaga. Por eso, en estas 216 páginas, se disfruta de una arqueología en la que es posible entender que el chisme, más que una práctica frívola y problemática, permite controlar a los miembros del grupo —especialmente a los líderes—, verificar los lazos de confianza y defender el pensamiento convencional; o comprender la ventaja que le otorgó al Homo sapiens el desarrollo de una habilidad como la puntería, porque ninguna otra especie pudo desarrollar el sistema nervioso, la coordinación y la musculatura para ello.
Las revelaciones que tenemos los neófitos lectores de este libro pueden ser fascinantes. Es casi un éxtasis leer que la revolución neolítica, en lo fundamental, fue una revolución femenina y que las mujeres inventaron la agricultura, porque el macho, mientras tanto, andaba “todo el día detrás del bisonte, del caballo, del mamut, de las grandes piezas. El machote quiere volver a casa con el bisonte porque eso significa estatus, poder. Las ilustraciones de la prehistoria así lo demuestran”. Fue revelador entender que “la evolución no tiene la estructura de un relato. No hay planteamiento, nudo y desenlace. La evolución es el mundo del caos”; que la presencia de un dios interesado en lo que comemos, pensamos o hacemos se da a partir de la creación de sociedades con cierto nivel de complejidad, que ese dios cumple una función de cohesión social porque “favorece y fomenta las conductas sociales y castiga las antisociales”, que llega a ser un “dios patriarcal y machista cuando la estructura social en la que se reclama es patriarcal y machista” y que necesitamos todavía dilucidar la pregunta de “si hemos dejado de necesitar a Dios porque ya está en el código penal. La cuestión está en saber si la ONU y demás organismos internacionales que han sustituido al dios meticón (o ‘metiche’) tienen la fuerza suficiente para mantener cohesionadas a las sociedades laicas”.
Por último, debo decir que este libro me procuró una epifanía. Descubrí que tenía en Juan José Millas un congénere, porque ninguno de los dos somos Homo sapiens sino neandertales. Como él, fuimos mirados como raros por los compañeros del colegio que, en general, era unos cabrones; como él, pasé una adolescencia apocalíptica tratando de imitar, infructuosamente, el comportamiento de los demás a ver si evitaba verme tan idiota y, como él, he sufrido lo indecible tratando de ponerme al nivel de los sapiens, que han llevado sus capacidades intelectuales y motrices hasta pináculos inalcanzables para mí.
En fin, no los molesto con eso porque este libro no fue escrito para traer tristezas sino alegrías. Por lo pronto, me retiro de esta reseña con una de esas frases descollantes que Arsuaga suelta durante todo el relato: “Hemos tenido cuatro mil millones de años para seleccionar a los mejores. ¿Cómo es posible entonces que seamos una mierda? ¿Cómo es posible que nos mate un virus?”
*Mauricio Arroyave, periodista, lector caprichoso y frustrado librero, @mauroarroyave. Canal de Youtube El Ojo Nuclear.
Excelente descripción, que nos obliga a leer este libro.