La culpa de la deforestación no es solo de los campesinos

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Más de 75.000 hectáreas han sido deforestadas en los primeros 100 días del año. 

En días pasados Rodrigo Botero y Germán Poveda entregaron el juicioso informe sobre lo que está pasando en los parques nacionales del Amazonas, lo cual da dolor, tristeza, rabia e impotencia. En sectores como Mapiripán, Vistahermosa y Calamar, la deforestación ha sido despiadada y lo peor, planeada. No es un fenómeno espontáneo; hay grandes fincas con ganado, casas, cercas y administradores, pero los verdaderos dueños no están ahí. Los investigadores presentaron, con base a imágenes de satélite y sobrevuelos, la alarmante cifra de más de 75.000 hectáreas deforestadas en los primeros 100 días del año

Esto incluye a la joya de la corona, el Parque Chiribiquete, el más grande de Colombia y de Latinoamérica, con más hectáreas que Suiza, que, como dijo Rodrigo en el artículo del El Tiempo, “está siendo resquebrajado gravemente y no ha servido llorarlo; hay indolencia”, ignorando la inmensa riqueza cultural y biológica que alberga, la magia de sus ancestrales y presentes habitantes indígenas que lo mantuvieron hasta que  fue “descubierto”; Esta área alberga de pronto el origen del poblamiento americano y hace parte del Escudo Guyanés, una de las formaciones geológicas más antiguas de la tierra que, al sufrir un levantamiento y plegamiento casi desde el mismo momento de formación del planeta, originó los llamados tepuyes, término indígena que significa montaña, ya que son unas mesetas muy elevadas de pendientes verticales, también presentes en Venezuela y Guyana.

Mapa tomado del Reporte, MAAP #133, donde se muestra que la deforestación actualmente impacta cuatro Parques Nacionales Naturales: Tinigua, Serranía de la Macarena, Serranía de Chiribiquete y La Paya,  enviado por Rodrigo Botero y German Poveda vía correo electrónico. Los círculos rojos indican las zonas más impactadas por la deforestación reciente al interior de estos parques.

Esta noticia de la deforestación, ahora y en años anteriores, solamente ha tenido eco en el sector ambientalista porque para el resto de personas es una cifra que no dice mucho. Sin embargo, los efectos se sienten sobre la economía y la calidad de vida de toda la población colombiana, impactos que son incalculables y que afectan más directamente a las poblaciones locales. 

Con el detrimento del bosque, las comunidades que allí habitan pierden los valiosos servicios que  esta inmensa selva les presta tales como el flujo regular de agua, la mitigación del clima y la protección contra las inundaciones y los deslizamientos. El bosque actúa como un tipo de esponja que absorbe la precipitación durante eventos climáticos extremos, retiene los suelos y libera agua a intervalos regulares de tiempo. Estos espacios que albergan una gran biodiversidad, aún no estudiada plenamente, podrían dar soluciones basadas en la naturaleza para atenuar la crisis ambiental que vivimos. Además, el efecto sobre las mujeres debido a la pérdida de los bosques es enorme porque cada vez tiene que desplazarse más lejos para conseguir la leña para cocinar, el agua para su familia y los productos alimenticios y medicinales que se encuentran en él.

No solamente con la tala y quema de la selva se pierden los servicios ecosistémicos, se pierde la vida, se pierde una cultura ancestral y única en donde se pueden encontrar respuestas a muchos de los males que nos aquejan en esta rara época de pandemia y, como lo informó el estudio publicado en la revista Science of the Total Environment, hay la primera evidencia de que el cambio climático podría haber jugado un papel directo en la aparición del SARS-CoV-2, el virus que causó el COVID-19 y la deforestación es una de las principales causas del aumento de la temperatura en la atmósfera.

Con la pérdida de los bosques, reitero, se pierde la vida en todas sus manifestaciones, pues también al abrir el bosque hay la posibilidad, principalmente en Chiribiquete, de contactar a pueblos que han decidido quedarse en el aislamiento y a los que les puede pasar lo que les pasó a los Nukak, que prácticamente están desapareciendo después de que fueron “encontrados”. Lo que está pasando en el Amazonas y en otras muchas áreas del país es una cuestión ética. 

El gobierno de turno ha hecho políticas, Conpes, programas y planes que no han surtido efecto. La operación Artemisa, la estrategia militar para detener la deforestación en Colombia, en conjunto con el Ministerio de Ambiente, Parques Nacionales y autoridades ambientales, que pone presos a campesinos que están dentro de los parques amazónicos, no está llegando al corazón del asunto, o sea, a los grandes especuladores de la tierra. A los campesinos se les paga por tumbar una hectárea, pero los que se quedan con la tierra son otros y eso lo han señalado quienes han venido trabajando el tema en la región por muchos años. Como dice Joseph Conrad: los poderosos se aprovechan de la debilidad del otro. 

No rechazo que la fuerza pública tome acciones; propongo que las tome contra los que deben ser, contra esos grandes usureros para los cuales los predios, que antes no tenían ningún valor, deforestados cobran un importante precio, y más cuando suman muchas hectáreas. Volviendo a citar a Rodrigo: “La feria de tierras en el mercado informal, además de la disputa territorial por actores armados cada vez más fuertes y con capacidad de regulación, son un incentivo para que este negocio se siga llevando las tierras y bosques que deberían asignarse a las comunidades campesinas que sufren del desamparo estatal y la rapacidad de los poderosos”.

Como se dice coloquialmente, lo que está pasando en el Amazonas, en los Andes, en todo en casi todo el país, era una tragedia anunciada y nos cogió con los calzones abajo, sin estrategias claras, sin trabajar con la gente, sin implementar alternativas productivas sostenibles, sin organizar el turismo, sin oportunidades para la gente local. Era previsible que, hacia las áreas que antes estaban restringidas por ser espacios de la guerrilla, se movilizaran los que han sido desplazados por la inequidad de la sociedad, los que no tienen tierra y buscan alternativas de vida “cortando monte” o los que quieren vivir y usufructuar territorios antes vedados por el conflicto. 

Lo que quiero decir claramente es que no solo los campesinos que están en los parques son los causantes de la deforestación; así es fácil quitarse de las otras “culpas”. A las ya reconocidas causas como la minería ilegal, la ganadería extensiva, la agroindustria insostenible, se suman la falta de un ordenamiento territorial, que el país no ha podido hacer porque los intereses de unos pocos lo han impedido, la falta de claridad de la tenencia de la tierra, que se ha dificultado porque los terratenientes quieren seguir acumulando propiedades, la falta de políticas e inversiones claras en el desarrollo rural sostenible porque los subsidios y apoyos se van para los que no lo necesitan y mandan en el país, la falta de condiciones sostenibles en la producción y la falta de un impulso a los mercados nacionales, lo que empuja a las personas a buscar nuevas perspectivas.

Por eso, esta deforestación solo la podremos parar si hay unas políticas y apoyos claros para terminar la inequidad y la corrupción, cuando el gobierno piense más en el bienestar de toda la población y no solamente en el de sus amigos, cuando la clase política realmente responda al pueblo y no a sus intereses personales, cuando se haga una convocatoria amplia e inclusiva para que unidos mantengamos nuestras áreas protegidas, cuando haya coherencia en las políticas públicas, cuando se oiga a las comunidades, incluyendo a las mujeres, y se reconozca su conocimiento, cuando las leyes obedezcan al sentir común y no al de unos pocos, cuando haya más equilibrio en la distribución de la riqueza y haya respeto por la diferencia.

Cuando realmente nos comprometamos en la construcción de un país diferentes, podremos decir que estaremos comenzando a establecer las bases para disminuir la deforestación. De lo contrario, no se cumplirán los Objetivos de Desarrollo Sostenible ni se alcanzarán las ambiciosas metas con las que se comprometió el Presidente Duque internacionalmente. 

*Elsa Matilde Escobar, ambientalista, consultora independiente, especialista en género, amante de la vida.

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