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El aumento de la inflación causado por el desabastecimiento de alimentos demuestra una vez más la irracionalidad de los bloqueos a carreteras como medio para reclamar mejoras.

Se aceleró la inflación. Después de casi un año con aumentos de precios por debajo de la meta del Banco de la República, en el pasado mes de mayo la tasa de inflación anual llegó a 3.30%, como consecuencia del desabastecimiento producido por los bloqueos a varias carreteras nacionales. Como se espera que en junio suba un poco más, cabe la pregunta de si este aumento debe preocupar a la autoridad monetaria e inducir un cambio hacia una política más restrictiva. Varias reflexiones son pertinentes al respecto.
1) El impacto sobre la inflación del desabastecimiento, sobre todo de alimentos y combustibles, se comprueba al examinar los componentes del IPC que se presentan en el Cuadro No. 1. El aumento de los precios de los alimentos (9.52%) es casi el triple de IPC total, mientras que el de los energéticos (4.58%) crece un 50% más. En consecuencia, la variación de los índices que calcula el DANE sin contar estos dos componentes se mantiene en niveles cercanos al 2% anual.

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Algunos productos perecederos han sido más afectados por las limitaciones al transporte y registran incrementos aún mayores que el promedio: la papa (66.1%), el tomate (41%), la cebolla (30.4%) y, en general, las legumbres y hortalizas (17.4%).
2) Otra comprobación de que la causa del aumento de los precios es la reducción de la oferta de alimentos se tiene cuando se observan las diferencias en la tasa de inflación entre varias ciudades (Cuadro 2).

Es sabido que el suroccidente del país ha sido el más afectado por los bloqueos en las carreteras, por lo cual no es sorpresa que las mayores tasas de inflación se registren en las ciudades de esta zona, tales como Popayán, Florencia, Cali o Neiva y que en ellas los precios de los alimentos hayan tenido aumentos superiores al 20%. Por el contrario, en la Costa Atlántica, los bloqueos fueron mucho menores y, por ejemplo, en Cartagena la variación del IPC anual siguió por debajo del 2% y el de alimentos fue una tercera parte del nacional. Registros similares se tienen en Montería, Sincelejo o Riohacha.
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3) Es evidente entonces que el aumento de la inflación se debe a un choque de oferta, es decir a una disminución de la oferta de ciertos productos y servicios. Es muy importante distinguir esta situación con el aumento de precios que se produce por un exceso de demanda, pues son muy diferentes los instrumentos de política que se pueden utilizar en cada caso.
Las medidas de contracción monetaria -subida de tasa de interés o disminución del dinero en circulación – pueden ser útiles (aunque no siempre) para controlar una inflación de demanda, pero cuando el choque es de oferta no solo son inútiles sino que además son perjudiciales. Pueden conducir al peor de los mundos: un estancamiento con inflación. No hay duda de que la Junta Directiva del Banco conoce bien esta diferencia y no va a responder a un aumento de la inflación por razones de oferta con un incremento de sus tasas de interés, sobretodo cuando el desempleo sigue por encima del 15%.
4) Otra razón en contra de una política monetaria contraccionista radica en el carácter transitorio del choque de oferta. De hecho, en la medida en que se van levantando los bloqueos y se normaliza el suministro de alimentos y materias primas, los precios han empezado a bajar, de manera que es posible que, en unos dos meses, se tenga una variación negativa del IPC de alimentos y una reducción del IPC total.
5) Una consecuencia muy negativa de este aumento de la inflación causado por el desabastecimiento de alimentos es que afecta en mayor proporción a los más pobres y vulnerables, lo que demuestra una vez más la irracionalidad de los bloqueos a carreteras como medio para reclamar mejoras, necesarias e indispensables, a la situación de estos grupos sociales.
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En efecto, el DANE discrimina la variación del IPC según los niveles de ingreso (Cuadro 3) y se observa como el incremento de los precios de la canasta de bienes y servicios de los más pobres (3,84%) y el de los vulnerables (4,03%) es superior al índice promedio, mientras que el de los más ricos ha sido inferior (2.27%). Por consiguiente, se ha perdido la pequeña ganancia en ingreso real que se había obtenido con el aumento del salario mínimo un poco superior a la inflación del año pasado y se empeora la situación de hambre en millones de hogares.
*Mauricio Cabrera Galvis, Economista y Filósofo. Consultor independiente, [email protected]