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Para quienes serán confrontados en algún momento, para aquellos que amaron más la muerte que la vida, unas preguntas.
Muchas personas conocen la historia de la Biblia de dos hermanos, uno llamado Caín y el otro Abel. Caín cultivaba la tierra y Abel se dedicaba al rebaño. Los dos presentaron ofrendas a Dios y la de Abel fue de mayor aceptación. Por este motivo, Caín muy enfadado llevó a su hermano al campo y lo asesinó.
Quien sabe todo lo que pasa bajo el sol lo confrontó. ¿Dónde está tu hermano Abel? Y Caín respondió: No sé. ¿Soy yo acaso guardián de mi hermano? Y Él le dijo: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra. Génesis 4:9-10
La historia que les relato es muy antigua, pero se puede trasladar a nuestros días donde la desidia y la incompetencia niegan la sangre que se derrama en tierra colombiana y sigue clamando por sus víctimas. No queremos escuchar más sobre los niños que están asesinando, este pan de cada día que amarga profundamente las primeras horas del día. La estigmatización y las explicaciones no son suficientes para calmar nuestras lágrimas, aquellas que derramamos, por la impotencia frente a los hechos.
Vemos en los medios de comunicación imágenes donde el rojo de la sangre derramada se alcanza a observar, el rojo de los jóvenes en medio de un asado, cuerpos manchados y ni siquiera el color de su sangre escandaliza. La insensibilidad se apoderó de las autoridades y de quienes tienen el deber de salvaguardar a los campesinos, líderes sociales, niños y, en general, a todos los colombianos.
Parece ser que la paz como derecho fundamental consagrado en la Constitución Nacional no pasa de un anhelo. Se aproxima el 21 de septiembre; es el día internacional de la paz pero tal parece que estos hechos nos están diciendo que no podremos celebrar el día en medio de la guerra. Esta fecha debería reconocer los ideales de nuestro país, el deseo de un pueblo que se desgasta en discusiones sin soluciones.
No hay quien escuche y se está silenciando, poco a poco, a quienes tienen voz. Varios dirigentes, periodistas y líderes se encuentran amenazados o exiliados; la migración y el desplazamiento abruman en medio del deseo de la implementación de un acuerdo de paz del que ya debería estar gozando nuestro país para dedicarse a otros problemas que también aquejan.
La paz debería ser un pilar, en ejercicio de los derechos humanos, un deber y un derecho de obligatorio cumplimiento. El respeto por la vida no se establece por medio de las armas porque se demuestra cuán incapaces y cobardes son los que las empuñan para devastar una nación por la imposición de la fuerza, que no permite el desarrollo y que gasta y acaba los recursos.
Pero a algunas personas les gustan los desfiles militares, exponiendo máquinas de guerra que izan la bandera nacional. ¿Qué sentido tiene su aplauso?
Me atrevo a pensar que los amantes de la guerra responderán lo mismo que respondió Caín, al ser confrontado por Dios en el momento del asesinato de su hermano, cuando creía que nadie le observaba.
¿Dónde está tu hermano Abel? Y él respondió:
No sé. ¿Soy yo acaso guardián de mi hermano? Génesis 4:9
Para quienes muy seguramente serán confrontados en algún momento, para aquellos que amaron más la muerte que la vida, unas preguntas.
¿Sinceramente no saben?
¿Acaso no son guardianes de la vida?
¿Acaso no son hermanos de una misma nación?
¿Será que esta respuesta es suficiente cuando lleguen estos días?
Nada se oculta bajo el sol y, por más que se intente esconder, es muy probable que llegue el día en que Dios diga:
La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra. Génesis 4:10
*Sandra Castillo, abogada, @sandra_doly