Lo que vi en Arauca

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Estuve solo 14 horas en Arauca y esto fue lo que vi. 

Viajé por razones de trabajo el 7 de septiembre, un día después del atentado con cilindros bomba en Saravena, al parecer por el frente Domingo Laín del Eln, que dejó a una mujer sin una pierna. Sabía que iba a una zona de conflicto, pero tenía la esperanza que algunos de los beneficios del Acuerdo de Paz se manifestaran. No alcancé a verlos. Quizás sean Arauca y Cauca los dos departamentos en donde he sentido con más fuerza esa sensación agobiante de la oportunidad perdida. 

Aterricé en un pequeño potrero que se dignifica con el nombre de aeropuerto Santiago Pérez Quiroz. El gobierno Santos gastó una plata modernizándolo, pero yo no vi mucha diferencia con el que conocía de años atrás. Además de Satena, EasyFly conecta a Arauca con ciudades como Bogotá, Bucaramanga y Cúcuta. Los araucanos estaban felices porque se había abierto la ruta hacia Medellín. No están del todo aislados. Pero están solos. “Nadie viene a vernos”, insistían mis colegas. “Ahora, en elecciones, solo llegarán los políticos”. 

Dicen que son territorios abandonados por el Estado. Pero, lo primero con lo que uno se topa al salir del aeropuerto es con un cuartel militar. ¿Habrá manifestación más clara de la presencia estatal que una brigada? Estado sí hay en Arauca; lo que no hay es Estado con voluntad.

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El río Arauca, que nos separa del país vecino, en esta zona es muy angosto. Le parece a uno que podría tirar una piedra y hacerla aterrizar en Venezuela. Tanto venezolanos como colombianos lo cruzan en pequeñas canoas motorizadas, que tardan unos pocos minutos en ir de un lado a otro. El cruce cuesta entre 2.000 y 10.000 pesos, me dicen, y puede seguir subiendo según la cantidad de funcionarios que haya que comprar del otro lado. “El negocio está controlado por el ELN”, repite la gente. Algunos dicen que el ELN y las disidencias de las Farc se han repartido los tramos del río para el cobro.

Los araucanos pueden cruzarlo hasta las 6 de la tarde todos los días. Después de esa hora, el transporte está prohibido, probablemente porque grupos armados se llevan el contrabando, la coca y los rehenes al otro lado durante la noche. Una persona hasta sostuvo que algunas canoas contaban con barras especiales para atar a los secuestrados. Esa semana, el coronel Pérez del ejército que había sido secuestrado por disidentes de las Farc en Colombia y se creía muerto había hablado desde su cautiverio en Venezuela. 

Los colombianos visitan a familiares y llevan la mercadería al otro lado y los venezolanos vienen a comprar bienes que no se encuentran en su país o para escapar del régimen de Maduro. La mayoría de los migrantes continúan en tránsito hacia otros lugares del país; solo los más vulnerables permanecen en Arauca. Cuentan que se pueden ver los “coyotes” a lo largo de la orilla del río que, con descaro, portan chaquetas que dicen “agencia de viajes”; organizan el resto del trayecto para los migrantes, a menudo robándoles, explotándolos e incluso traficando con ellos.

Busqué a los “coyotes” y no los encontré. “Debe haber semana radical de Venezuela”, me explicaron los araucanos con toda naturalidad. Nicolás Maduro instauró un esquema Covid 7 + 7  (siete días de encierro y siete días fuera). En efecto, del 6 al 12 de septiembre, se había dictado la cuarentena.

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Después de cada semana radical, Arauca ve un aumento en los indicadores de violencia. Según la Defensoría del Pueblo, unas 115 personas han sido asesinadas en lo que va de año en el departamento.  La semana anterior a mi visita, por ejemplo, se encontraron cuatro cadáveres en diferentes lugares de la ciudad. Se cree que las bandas venezolanas matan en Venezuela y arrojan los cuerpos aquí. De hecho, se discute el alcance de la presencia de El Tren de Aragua, la megabanda criminal venezolana.

Los actores armados son parte de la comunidad. “Están en todas partes” y “no sabemos quién es quién”, se quejan todos. Arauca es el departamento con más esquemas de protección (carros blindados, chalecos antibalas y guardaespaldas) de la Unidad Nacional de Protección para periodistas. En esa precariedad de calles empolvadas, las camionetas blindadas se hacen notar. La Fundación para la Libertad de Prensa rechazó “la desprotección estatal de la prensa en Arauca, cuya falta de respuesta a la violencia sostenida en el departamento obliga a los y las periodistas a optar por la autocensura como mecanismo de autoprotección.”

En julio, la ciudad de Arauca entera estuvo sin energía durante 12 días. Al resto del país no le importó.

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*Laura Gil, politóloga e internacionalista, directora de La Línea del Medio, @lauraggils

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