Malaherba

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Malaherba
Manuel Jabois
Alfaguara
186 páginas

Hay un espacio en la niñez en el que la inocencia todavía parece protegernos de la realidad. Es un momento antes de la pubertad, un tiempo azaroso. Yo todavía lo recuerdo: mi cuerpo estaba creciendo y apenas empezaba a sentir algunos cambios. Me invadían unas sensaciones que ni sabía qué eran ni cómo se llamaban. El niño que yo era tenía miedo de correr la cortina, aunque me moría de curiosidad por mirar lo que había detrás. Le dicen pre-adolescencia, pero a mí esa palabrota me parece tan fea que prefiero evitarla.

Y había una sensación, un sentirme bien cuando estaba acompañado por ciertos amiguitos: una fuerza que no podía llamarse como definitivamente sexual, pero que intuía debía guardar para mí porque de hacerse pública iba a ser juzgado por mi familia o por las bestias de monjes benedictinos con los que me educaba. En cuanto a los matoneadores de mis compañeritos, ya ellos la habían identificado, bien porque también la sentían o bien porque la mente infantil está diseñada para detectar minucias sobre las cuales ejercer toda la crueldad humana.

Nunca había leído una historia sobre esa sensación hasta que llegó a mis manos la novela que hoy dejo en las estanterías de la Biblioteca de La línea del medio: se llama Malaherba, la segunda novela del periodista español Manuel Jabois.

El héroe de esta historia se hace llamar Mr. Tamburino como homenaje a una canción que le cantaba su padre. La novela está narrada como un testimonio en primera persona cuando Tambu – así le dicen todos — ya tiene quince años y recuerda la época en la que apenas rozaba los diez; su padre estaba gravemente enfermo y su madre decidió dejarlos a él y a su hermana Rebe al cuidado de un vecino drogadicto. Armando, como se llamaba éste, era el padre de Claudia y Elvis, lo cual era fantástico porque los dos niños, así como las dos niñas, compartían salones de clase en el colegio.

Fue así como nació la amistad de Tambu y Elvis, como una casualidad del destino que se convirtió en el único refugio ante las sensaciones de abandono y de muerte que los acorralaban sin que supieran cómo enfrentarlas, no sólo porque no estaban listos para vivirlas, sino porque no las comprendían y mucho menos sabían cómo nombrarlas. Entonces, sea porque ambos necesitaban una protección que no encontraban en otro lado, o simplemente porque era lo natural, empezó a nacer algo que les hacía atraerse mutuamente, unos sentimientos que no sabían explicar y cuya dimensión ni siquiera intuían: una sutil historia de amor. Era una aventura vivida con la luz apagada, a través de los juegos y a la que la luz de la culpa volvía patética. Se trataba del amor como lo pueden sentir dos niños de diez años, sin los afanes y etiquetas que trae la edad. Y sí que era amor y no otra cosa, porque es bien sabido que éste se manifiesta como quiere y cuando le da la gana, en este caso inapropiado para los demás, retador, juguetón, prohibido y, a pesar de eso, sin maldad.

Manuel Jabois es un muy reconocido periodista gallego con amplia trayectoria en radio y en televisión. Es actual columnista y reportero para el diario El País, además de dirigir un programa radial para la cadena Ser llamado Hoy por Hoy. Ha publicado varios libros de crónicas y reportajes, una novela en 2008 llamada A estación violenta (en gallego) y ahora Malaherba. En tan sólo 186 páginas, Jabois reflexiona sobre ese período tan difícil de la vida en el que los fantasmas están agazapados en todas las esquinas, las verdades se muestran disfrazadas y los protagonistas divagan solos, a merced de unas clases de catequesis extracurriculares que sólo refuerzan los complejos de culpa y de un medio social donde la crueldad infantil y la violencia parecen ser el único lenguaje para relacionarse con el mundo. En esta edad los juegos infantiles empiezan a tener otras consecuencias y en ellos se desvelan los primeros sentimientos.

El libro está narrado con delicadeza, sin juzgamientos de ninguna clase y adobado por unas reflexiones tan contundentes que hacen de él algo más que un recuento de anécdotas. Malaherba me conmovió a mí, quizás porque también soy una mala hierba. Pero como dijo el abuelo de Tambu en esa bella lengua que es el gallego: mala herba nunca morre.

*Mauricio Arroyave, periodista, lector caprichoso y frustrado librero, @mauroarroyave. Canal de Youtube El Ojo Nuclear.

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