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El profesor Juan Carlos Lozano hace una reflexión sobre democracia y ciudadanía a partir del caso del presunto ladrón a quien le fuera amputada la mano.
En la ciudad de Santiago de Cali, se presentó un hecho que debería motivarnos a la reflexión, en especial, en un país con un pasado marcado por la violencia. El asunto tiene que ver con una noticia que involucra a un joven de quien, según se desprende de la información en medios, se le acusa de presuntamente robar bicicletas. Ahora bien, la hermana del joven advierte que éste fue agredido por violar una frontera invisible.
Para empezar, habrá que advertir el contexto de la noticia. Cali es víctima de un nuevo importante de robos que ocurren casi a diario en la ciudad. A esto hay que sumarle la crítica reiterada por muchos respecto de la necesidad de aplicar “castigos” severos a quienes incurran en estos hechos. Según parece, se estima que a través del castigo (mutilar manos en este caso) se envía un mensaje al resto de la sociedad. Por otra parte, la mal llamada “justicia por propia mano” -que es en realidad venganza- es cada vez más reiterada en la ciudad.
Más allá de adoptar una postura cercana a un inquisidor, este columnista advierte de los peligros de entender la justicia a manera de venganza. Al mismo momento, insiste en la necesidad de educar ciudadanos que exijan mejores instituciones en lugar de retornar a prácticas ya superadas (al menos en teoría). Lo anterior, se puede resumir de esta forma: debemos exigir mejores instituciones, integradas por personas calificadas que conozcan del cargo del que son responsables. No es posible que gracias al divorcio entre instituciones y los “ciudadanos” (lo que hay realmente son personas con cédula) terminemos apoyando la venganza, aplicando “sanciones” desproporcionadas.
Sólo falta que, ante las diversas problemáticas ligadas al proyecto democrático, se proponga retornar a la tiranía o inclusive instaurar una dictadura donde se privilegie la mano dura en lugar de las libertades y garantías. Regresar al todos contra todos es inaceptable. En tal sentido, debemos apostar por seguir civilizando la resolución de los conflictos; entender que no es a machete o bala es importante, de paso, delegar esa función al ordenamiento jurídico (como debe ser). Con esto no se está soñando despierto; es claro que nuestras instituciones tienen problemas, que existe una brecha insalvable entre instituciones y “ciudadanía” en los territorios, que muchos funcionarios públicos son nombrados en cargos de los cuales salen sin haber aprendido siquiera del mismo cargo y, en suma, severas fallas.
Pero una cosa son las fallas de un modelo inacabado como es la misma democracia, junto con las prácticas clientelistas tan naturales en nuestro medio y otra es regresar a las épocas de cercenarnos entre nosotros. Es claro que al país le hace falta una política criminal seria, que se hace populismo punitivo para dar la apariencia de enfrentar los problemas más sensibles del país sin reparar en las verdaderas causas de lo que se pretender atacar, todo es cercano a la certeza. Sin embargo, debemos dejar el código penal para lo que realmente es y debe funcionar. Es fundamental una política pública de corte social en lugar de brindar sólo el acompañamiento de la fuerza pública en clave con la mano dura, que sería algo así como estar seguro, pero con hambre.
Deberíamos, entonces, por mejorar nuestras instituciones reclamando mejores gobernantes, participando activamente en la toma de decisiones en lugar de dejar la política a los políticos; de esta forma debemos levantar la voz por las necesarias reformas que impacten nuestros proyectos de vida y no, andar por ahí mutilándonos creyendo, erróneamente, que estos actos barbáricos son una especie de pedagogía necesaria.
*Juan Carlos Lozano Cuervo, abogado, realizó estudios de maestría en filosofía. Es profesor de ética y ciudadanía en el Instituto Departamental de Bellas Artes y profesor de cátedra de derecho constitucional en la Universidad Santiago de Cali. @juanlozanocuerv