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“Ni las victorias ni las derrotas son definitivas. Eso le da una esperanza a los derrotados y debería darle una lección de humildad a los victoriosos”. José Saramago. Escritor portugués 1922-2010. Premio Nobel de literatura.

Nadie me ha pedido ser consejero político o electoral; por eso, reclamo ser un ficcionario o ficcionista, o sea consejero político de ficción. Pero, como se me quedaron entretinteradas algunas cosas que quería decir, por si hay un oído atento, aquí van otras.
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1. SOBREVVIVIR. Dick Morris, el del Nuevo Príncipe, dice que no hay manera de ganar a la cobertura de un “escándalo”, es decir de una mala noticia para un personaje en campaña, pero que, si es posible salir vivo diciendo la verdad, aguantando el golpe y avanzando. También se puede convertirlo en ventaja, en el sentido de no presentarse como víctima de un artificio, que usualmente van soltando de “a poquitos”, especialmente los medios de comunicación, sino como alguien que sabe sobreponerse a dificultades.
2. CONFIRMAR AMIGOS. Así decía Luis Carlos Galán. No sé si era original de él o algo aprendido. Cuando uno se lanza a una aventura electoral, y lo llamo aventura no por considerarlo un dislate, sino por lo azaroso del proceso y del resultado, lo primero con quien hay que contar es con amigos que cuya condición y su disposición de apoyo y aún más de ayudar hay que confirmar. Seguramente se comenzará con los parientes y luego con los compañeros (as) de colegio, de universidad, los de la “cuadra” o el “parche”, los de trabajo, a excepción que sea llamado por una “maquinaria” que necesite a quien presentar y usted se encuentra entre los presentables. Cuando se inicia, hay que comenzar por el sabio consejo de Galán.
3. GANAR NUEVOS AMIGOS. Esto también es partede la liturgia política de Luis Carlos Galán. Hay que comenzar a “fichar” nuevos amigos, listarlos, ubicándolos en distintos rangos de compromiso y colaboración. De todas maneras, hay que ser selectivos porque fácilmente se topa uno con oportunistas, o personas no muy recomendables; en otras palabras, hay que poner filtros, sin aludir a clasismos, prejuicios o cualquier otra odiosa forma de discriminación. En los partidos o movimientos políticos organizados, hay usualmente una declaración de principios con la cual hay que estar de acuerdo. Esto sirve para evitar confusiones o suposiciones que no corresponden a un ideario político determinado. No se trata de ser unanimistas, pero sí de tener una ética de mínimos.
4. NEUTRALIZAR ENEMIGOS. En política los hay gratuitos, por razones fundadas e infundadas. Por atribuciones ficticias, reales o exageradas. Ya mencionábamos en el escrito anterior sobre el mismo tema, el “efecto niebla”, o sea dejarse nublar por la animadversión o el insulto, o estar demasiado pendientes de ellos. La mejor forma de neutralizar la maledicencia es minimizar su importancia y aceptar que es parte del escenario y del paisaje político, Entonces, la mejor neutralización es otorgarle su verdadero propósito a la enemistad, distraer y minar confianza.
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5. VENCER LA INDIFERENCIA. La política tiene un déficit de credibilidad y los políticos más y se le asigna (a ambos) casi de entrada una conexión con la corrupción. Muchos fomentan esta imagen y se presentan como “anti-políticos”, haciendo política, desde luego desde el disfraz. Eso es la forma más perversa y dañina democráticamente hablando. Esto y otros factores han producido desilusión, indiferencia y hasta aversión hacia el ejercicio político en vastos sectores ciudadanos. Este es un muro alto y fuerte contra lo que hay que luchar y aquí la política se torna esencialmente pedagógica para convencer y vencer. No puede haber política sin políticos, así como no puede haber acciones sin actores o cocinas sin cocineros. Si no nos gustan los que están siempre, hay opciones y el deber ciudadano es distinguir entre quienes merecen y quiénes no. La política y quienes la ejercen son necesarios porque de lo contrario es la anarquía o la política ejercida por uno solo que es el tirano o el jefe supremo o el dictador que algunos anhelan abdicando de su condición de ciudadanos.
Este es el centro de lo que podemos considerar la tarea política. El gran reto es poder interpretar bien a los ciudadanos y recibir su apoyo. Frente a esto hay dos caminos, no necesariamente excluyentes. Uno: el de las emociones, algunos consideran que lo que debe hacerse en política es mover emocionalmente a las gentes, como ocurrió en el referendo del Acuerdo de Paz. Un sector confesamente dijo que quería que la gente fuera a votar “verraca” e indignada y así lo logró. Muchos asesores políticos es lo que aconsejan y con base en ello trazan sus estrategias electorales. Dos: interpretar a los ciudadanos y dar respuestas responsables, asequibles y sustentables a sus demandas. Es otro ejercicio de la política. Y diría que es el nuevo y correcto modo de hacer política, desde luego en una perspectiva democrática. Claro, hay también otro camino y quizás el más frecuente y es el de comprar el voto a través de caciques que controlan gente. ¡De esto hay mucho! Se conoce con el nombre de clientelismo, que utiliza también lo que se llama el electorado cautivo.
Quizás no necesariamente los dos primeros caminos sean excluyentes; podríamos decir que el segundo puede de alguna manera también emocionar. El liderazgo político que ejerció Luis Carlos Galán fue de este estilo.
Me han preguntado por qué titulé este escrito como “Manual de Perdedores”. Recordemos que ésta es una segunda columna. Lo hice para indicar que unos buenos consejos no están de más así no hayan sido pedidos. No quiero implicar que, si no se siguen tales consejos, ello conduzca a la derrota. Pero también de pronto se acierta teniéndolos en cuenta y el mérito es sólo, de esta parte, haber sido escuchado.
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*Víctor Reyes Morris, sociólogo, doctor en sociología jurídica, exconcejal de Bogotá, exrepresentante a la Cámara, profesor pensionado Universidad Nacional de Colombia.