Mariela y Leonardo le dicen adiós a los pagadiarios

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Mariela González está sentada en un mullido sillón en la antesala de una oficina de la calurosa ciudad de Barrancabermeja. En su regazo guarda celosamente una carpeta gris donde sobresalen algunas chucherías, papeles, recibos fotocopiados; a su lado, dos mujeres ensimismadas sobre un pequeño escritorio cuadran caja, cuentan y recuentan monedas y billetes de bajas denominaciones.  Esta oficina denominada “núcleo de ahorros” abrió sus puertas hace dos lustros en uno de los barrios populares de la ciudad, donde otrora reinaban grupos armados que se disputaban a sangre y fuego parte de ese territorio atravesado por “el tubo” de Ecopetrol. Esta confrontación duró más de dos décadas con un saldo de varias masacres y cientos de desaparecidos. Una de estas masacres fue la del 16 de mayo del año 1998, cuando un comando paramilitar incursionó en uno de los barrios de la comuna. Ese fatídico día se celebraba un bingo popular; el saldo de esa dolorosa incursión fue de 11 muertos y 25 desaparecidos. 

El núcleo de ahorros al cual pertenece Mariela se gestó por iniciativa de un cura y varias mujeres cabezas de hogar, que un día tomaron la iniciativa y se organizaron para trabajar juntos y hacerle frente a la miseria y a la pobreza extrema que agobiaban a sus familias. Mientras disfruta el aire acondicionado, que ronronea de manera intermitente y al arrancar emite un ruido parecido a un pequeño reactor nuclear,  Mariela espera su turno para ser llamada entre las personas que desfilan por dicha oficina. Ella y su hermano mayor Leonardo, un diminuto hombre, que lleva cubierta su cabeza con un gorro parecido a la cofia de una monja medieval, tal vez no hayan escuchado hablar de Mohamed Yunus, emprendedor social y economista bengalí, premio Nobel de la paz en el año 2006. “Nacido en la ciudad portuaria de Chittagong en Bangladesh, la vida de Yunus está motivada por su visión de un mundo sin pobreza. Comenzó en 1976 cuando vio a tejedores de canastas del pueblo viviendo en una pobreza miserable pese a su habilidad. Al considerarse que tenían un alto riesgo para recibir créditos, los artesanos se veían obligados a pedir dinero prestado con altas tasas de interés para comprar bambú y no obtenían ningún beneficio después de devolver el dinero a los prestamistas. De su propio bolsillo, Yunus hizo un préstamo a un grupo de mujeres que devolvió los fondos y por primera vez obtuvieron un pequeño beneficio. Yunus se dio cuenta que por medio de pequeños préstamos y servicios financieros podría ayudarles a liberarse de la pobreza. Este hombre desarrolló la idea del banco Gramen, que revolucionó el sistema financiero con la experiencia de los microcréditos, donde se le hacen pequeños préstamos a personas para salir de la pobreza extrema.

Este par de hermanos, uno de ellos, desplazado por la violencia de una remota región del Catatumbo, se ha aventurado en el tema de los microcréditos, asfixiados por los pagadiarios o gota a gota, como les llaman. Decidieron romper con dicha cadena. Cuenta Leonardo que les prestaban dinero al 20% a cambio de que ir pagando el capital y los intereses todos los días. Ambos adquirieron como patrimonio a punta de esfuerzo una pequeña panadería, ubicada en un deprimido sector comercial de la ciudad; Leonardo hace de panadero mientras ella se encarga de atender a los clientes.

– “El día que nos atrasábamos con las cuotas, venían los rostros huraños y palabras de grueso calibre de esos tipos”, relata esta regordeta mujer entrada en años, mientras espanta varias moscas que se han colado furtivamente a la vitrina donde permanecen varios panes de distintos precios. “Fuimos a los bancos un sinnúmero de veces a que nos prestaran, pero como no teníamos patrimonio para responder, no quisieron hacernos un crédito”, puntualiza esta mujer, que ahora está acodada a una de las vitrinas, detrás de varios estantes, del otro lado de un biombo. Un diminuto hombre jadea y transpira engrasando con maestría varios moldes, vertiéndoles una masa abultada por la acción de la levadura. Coloca pequeños trozos de esa masa sobre una bandeja, llevándolos de manera ceremoniosa a un horno encendido.

Los hombres de los rostros huraños de los que habla esta mujer, por lo general andan dos en una moto, recorriendo las ardientes calles de la ciudad. Se les puede identificar con facilidad porque el parrillero siempre tiene ajustado a su cintura un pequeño bolso o riñonera. En cada parada, saca un sinnúmero de pequeñas cartulinas, ahí anota y tacha a los clientes día a día; sobre su oreja izquierda va un lapicero. El que conduce el velocípedo, en la ranura  de sus dedos lleva  insertados varios billetes de bajas denominaciones. Ellos son los cobradiarios. “Y, si alguno de sus clientes se cae en varias cuotas, les envían a los de la RX”. Los tipos de las RX son los que andan en una moto marca Yamaha intimidando a los clientes morosos, añade Leonardo mientras hace una pausa, se enjuaga el sudor de la frente y prepara un molde para hacer un pastel. El olor a pan recién horneado embriaga.

La sala del salón parroquial está atiborrada de mujeres. Varias de ellas tienen algunos niños de brazos. Hoy están convocadas a la reunión mensual por parte del “núcleo de ahorros”como se llama la asociación que las aglutina. Son un total de 32 mujeres, la mayoría cabezas de hogar. Recibirán una capacitación que va dirigida a tres puntos como se lee en las carpetas:

  • Capacidad de ahorro
  • Formulación y evaluación de pequeños proyectos
  • Empoderamiento

Mariela es una de las más parlanchinas de ese grupo; lleva varios años en el núcleo de ahorros. Le cuenta a una compañera que llega por primera vez que cuando inició le prestaron dos millones de pesos y se los entregaron al 0,5 para que cada mes aportara los intereses. De esos intereses les queda un remanente como depósito, un pequeño ahorro el cual se los entregan al final de año; además de eso, cada dos meses se reúnen para compartir experiencias, evaluar el proceso y celebrar  cumpleaños.

“La idea de esta asociación de mujeres no es capitalizar, es que ellas trabajen y ahorren y tenga el sustento digno de sus familias”, relata el cura, un hombre entrado en años, curtido y jugado en los disímiles territorios del país, que ha trabajado con ellas por más de 10 años. Le pregunto al padre si ha oído hablar de Mohamed Yunus, el gestor de los microcréditos en el mundo. Se queda pensativo y me dice: – “no, eso no es nuevo, imagínese que la primera experiencia de solidaridad la encontramos en Jesús cuando multiplicó 12 panes y 7 peces para cinco mil personas”-. Además, sigue relatando este hombre: “los primeros indicios de microcréditos o microfinanzas se desarrollaron en Europa a mediados del año 1462, cuando un monje italiano creó la primera casa de empeño, para contrarrestar a los usureros de la época.”

Mariela y su nueva compañera, la cual ya ha entrado en confianza, salen de la capacitación. Carpeta en mano van rumbo a sus hogares donde los esperan sus seres queridos; salen con la ilusión que cada día tendrá un mañana mejor. A esa hora Leonardo ya habría terminado de hacer las 10 arrobas de harina que se había propuesto como tarea para este día.  El ruido en ralentí de las RX se escuchan en la lejanía con la certeza de que encontrarán clientes morosos para intimidar.

Texto presentado al profesor Carlos Mario Ramírez Rave – Mecanismos de cooperación, Universidad Cooperativa de Colombia en conjunto con Charles López Angulo y Mónica Sarmiento.

*Ubaldo Diaz, sacerdote. Premio APB de periodismo Pluma de Oro 2018 – 2019, Barrancabermeja. Premio Nacional de Cuento y Poesía Ciudad Floridablanca. Texto presentado al profesor Carlos Mario Ramírez Rave – Mecanismos de cooperación, Universidad Cooperativa de Colombia en conjunto con Charles López Angulo y Mónica Sarmiento. Charles es sicólogo, docente y músico y Mónica es psicopedagoga especialista en orientación familiar y comunitaria.

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