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Le debemos mucho más como sociedad colombiana a los grafiteros y muralistas que le dan vida a las frías paredes que a Fernando Botero. Mientras los primeros ponen de presente la realidad nacional con sus trazos haciéndonos saber de la pluriculturalidad que nos caracteriza como nación y de las injusticias que nos asolan cual pandemia, el gran logro del segundo es haberse vuelto universal en su minúsculo universo plagado de jeques, presidentes y bochornosa alcurnia. Los artistas callejeros cuestionan al transeúnte con sus diseños, los hace pensar sobre su presente además de ofrecerle solaz al habitante de calle y al vendedor ambulante, Botero, por su parte, tan solo ofrecía cuadros y esculturas a precios astronómicos que producían caché entre galeristas, museos y millonarios deseosos de hacerse a una de sus obras, no para sentir recreo espiritual sino arrogancia entre sus pares. Si no te juegas la vida y las creencias haciendo arte lo tuyo no es arte sino negocio: a Diego Felipe lo llenaron de plomo a mansalva por plasmar su pensamiento con aerosoles bajo un puente, al “gran Fernando” lo llenaron de condecoraciones por hacer obras en sus seguras, cómodas y palaciegas residencias. Me caes gordo, Fernando. Le debemos mucho más como sociedad al cantante de bus urbano que a Shakira, Vives y Juanes juntos; unos nos hablan en sus letras del hambre, de la soledad y de la estigmatización mientras que los otros nos remiten al divorcio de su marido, a los fascistas camisa negra y a la bicicleta de los escarabajos. El rapero de la ruta Los Laches escoge la buseta como tarima, los cantantes que facturan millones prefirieron una tarima en la frontera sumándose a las hordas golpistas que pretendieron derrocar al mandatario vecino. Le debemos mucho más a los sin nombre, pero con cojones que a los famosos y glamurosos inmersos en sus pequeñas producciones que no logran traspasar la piel: unos tienen admiradores que se cuestionan sobre la realidad, otros fans que tararean sus temas. Le debemos mucho más al docente que les enseña a sus alumnos a construir alas de mariposa amarilla para volar alto y lejos que al escritor que a punta de mariposas amarillas vio crecer y volar su fama y fortuna.
*Roque Monteiro. comunicador social – periodista retirado, fotógrafo sin cámara, autor de varias novelas, cultivador de yuca y viajero incansable. Miembro del colectivo Psicolombianos de Diván.