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La diplomacia es el único mecanismo pacífico para resolver el conflicto interno que afecta a Venezuela.

(Lea también: Capítulo 8)

El pasado 25 de abril, se llevó a cabo finalmente en Bogotá la cumbre diplomática destinada a considerar la situación venezolana. A la misma estaban invitados y comparecieron, aparte de la representación del país anfitrión, representantes de más de veinte países, a saber: Alemania, Argentina, Barbados, Bolivia, Brasil, Canadá, Chile, España, Estados Unidos, Francia, Honduras, Italia, México, Noruega, Portugal, Reino Unido, San Vicente y las Granadinas, Sudáfrica y Turquía y el alto representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad Unión Europea, Josep Borrell.

Previa a la reunión, desde Caracas, altos personeros de la gestión gubernamental que allí se adelanta,  presentaron exigencias similares a las que se producen en la mesa de negociación de una convención colectiva de trabajo, tendientes más a generar rechazo interno de sus adversarios que a producir un cambio de opinión en los asistentes a la cumbre. Entretanto, desde alguna fuerza política de oposición, pareciere haberse diseñado una estrategia tendente a perturbar el desarrollo de la misma.

Esta última conclusión personal es producto de la observación de los hechos ocurridos. Pues, si ese no fuere el objetivo, el señor Guaidó ha podido integrar la delegación de la Plataforma Unitaria que, en nombre de su partido político, habría de asistir a la reunión previa a la cumbre celebrada el sábado 22 de abril con el señor presidente Petro y no lo hizo, ni él ni el representante de su organización.

Posiblemente, quienes diseñaron la estrategia pensaron que era posible que, dada la circunstancia en la cual se desenvolvía el accionar político del señor Guaidó en Venezuela, pudiere ser considerado el mismo fuera de las fronteras del país como perseguido político, desconociendo, respecto de Colombia, que este es, y así todos lo reconocen a su interior, un país de leyes. Así entonces, pareciere que la estrategia fue crear la imagen del perseguido político en su país que es expulsado de otro por la vinculación que le atribuye a ambas administraciones nacionales, desconociendo, en el caso de Colombia, que la condición de perseguido político no es tácita sino que es el producto de una solicitud expresa de protección por parte del interesado, aparte de que aquí hay separación de poderes y la ley se cumple para todos.

En efecto, si -como es cierto- el señor Guaidó es perseguido político en Venezuela, esa sola circunstancia interna no implica para los demás países de la comunidad internacional, que el deba ser reconocido como tal fuera de las fronteras venezolanas. En el caso de Colombia, si él consideraba estar en esa situación interna venezolana, debía solicitar la protección como refugiado al entrar al país, lo que no hizo. En atención a ello, la decisión adoptada por la administración colombiana de permitirle salir de sus fronteras, se ajustó perfectamente a su normativa interna y ello no implicó connivencia alguna con el régimen caraqueño.  

(Texto relacionado: Tiempo de elecciones)

Así las cosas, bajo este escenario, la cumbre diplomática se celebró y en la misma finalmente, los asistentes aprobaron tres acuerdos: 1. La búsqueda del establecimiento de un cronograma de elecciones libres, transparentes y con plenas garantías para los actores; 2.- El levantamiento paulatino de las sanciones aplicadas al país y a individualidades; 3.- La continuación de la negociación en México bajo el auspicio de Noruega.

Como quiera que, en Venezuela, a los fines de analizar el devenir político,  pareciere que solo existen dos colores –negro o blanco- dado que efectivamente los venezolanos no vieron resultados inmediatos como consecuencia de dicha reunión, algunos, como siempre lo han hecho, llegan a afirmar que la cumbre fue un fracaso. Desconocen ellos que hay matices y que estos son muy importantes.

En efecto, la sola circunstancia que Argentina, Turquía, México y Bolivia, por solo citar cuatro países amigos de la gestión del señor Maduro, reconozcan implícitamente, que las elecciones en Venezuela no reúnen los requisitos que ellos le solicitan se cumplan, es una victoria diplomática de suprema importancia que algunos prefieren, por sus personales razones desestimar.

Adicionalmente, la exigencia de todos los presentes de la necesidad de reiniciar las negociaciones en México,  es el reconocimiento pleno de que este es el único mecanismo válido para cerrar el círculo de desinstitucionalización en el cual el país está inmerso desde hace varios años, que afecta no solo al interior de nuestras fronteras sino también a varios de los presentes en la reunión.

Igualmente, la coincidencia entre todos los presentes respecto de que las sanciones que impactan en lo interno a nuestra nación y a algunos de sus habitantes,  solo serán levantadas en la medida que se produzcan avances en las negociaciones entre las partes,  implica la necesidad de que, quien ostenta el poder, ceda en sus pretensiones.

El gobierno del señor presidente Petro, a pesar, repito, de la acción de último momento desplegada desde Caracas –y no precisamente por la gestión del señor Maduro- con ánimo de incidir o perturbar el desarrollo de la reunión y a tal fin que cada uno de los lectores elija su posición respecto de alguna de esas dos posibles conclusiones, se apuntó un éxito indudable. Queda por ver, en todo caso, si el mismo se materializa y ello sólo es posible si y sólo si, el señor Maduro y quienes le acompañan lo permiten.

La diplomacia es el único mecanismo pacífico para resolver el conflicto interno que afecta a Venezuela. A ese camino le apostaremos siempre pues las armas, ya lo he escrito, la tienen otros y los muertos nunca están en sus filas.

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*Gonzalo Oliveros Navarro, Magistrado del Tribunal Supremo de Justicia. Director de Fundación2Países @barraplural

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