Netflix y el emprendimiento que no prende

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¿Cómo sería el país si miráramos otras series? David Camargo lo explica.

Las películas y series más vistas en Colombia en la plataforma Netflix son solo un reflejo de cinco décadas de narcotráfico y desgobierno: por estos días “Pasión de gavilanes” (un refrito del 2003); hace poco, “365 días” (una película que valida el secuestro, el abuso sexual y el machismo) y no hay que olvidar el bodrio de “Los últimos días del crimen” (una película con puntuación cero).

Frente a la nula oferta de los canales comerciales abiertos y el descrédito de la televisión de televentas por cable, ha surgido Netflix como un portal de consumo principal, bien sea en su opción corporativa (plan básico a $17.000 para un dispositivo), la opción de pago pirata ( a $15.000 el plan estándar de Netflix para tres dispositivos), la opción gratuita corporativa o la de “ñapa” que se encuentra como un “valor agregado” por la compra de seguros y otros servicios (por ejemplo, se compra el SOAT con 6 meses gratis para un dispositivo).

Para una economía creativa – o naranja, si se prefiere – se requiere de una inversión del Estado, es decir, de la sociedad, que produzca valores agregados que tengan repercusiones económicas en tanto suman para mejorar la calidad de vida (no el modelo de plataformas como Rappi y su esquema de precarización laboral, Uber y su lobby económico anti-regulatorio o la ilegalidad y criminalidad asociada a los casinos online). Esto solo se logra mediante inversiones en ciencia y tecnología y no con más burocracia del Ministerio de Ciencia y Tecnología y mediante educación con un propósito superior al de generar simples trabajadores con competencias.

Imaginemos un país en el que el ranking de series vistas lo encabece la serie “Bebés” en sus dos temporadas. Esto tal vez serviría para cambiar el totalmente desfasado sicologismo Piagetiano que domina a las facultades de educación básica infantil en el país, tal vez le daría impulso al prácticamente nulo aporte del Ministerio de Educación en términos de los derechos básicos de aprendizaje para la política de primera infancia “De cero a siempre”, que no deja de ser uno de los más importantes avances en política pública de este país.

El segundo lugar lo ocuparía la serie “The Code” (El Código), donde el país aprendería el valor de las matemáticas como código para la comprensión de la realidad y tal vez podríamos revolucionar desde el Ministerio de Justicia y la Fiscalía la investigación criminalística y la justicia, aplicando la inteligencia artificial y la analítica de datos, olvidándonos para siempre del ‘impasse’ Natalia Springer.

El tercer lugar sería para “Hitler’s circle of evil” (El círculo del mal de Hitler), un reflejo de la maquinaria populista y fascista que sigue buscando dominar la política contemporánea, un relato en el que con solo cambiar los nombres podemos fácilmente identificar los extremismos de izquierda y derecha que nos han sumido como país en la violencia.

La lista podría seguir, pero estos tres son esenciales para la propuesta de política pública de una economía creativa: superar el absolutismo político, abrazar la revolución tecnológica desde su base – la matemática – y entender que la educación es el fundamento desde la primera infancia.

Vistas las cosas, la propuesta de este gobierno no pasará sino al olvido, como lo fue la propuesta de “Visión Colombia II Centenario: 2019” de su mentor, el presidente Álvaro Uribe. Esto no significa que estén mal las ideas de trabajar en clave prospectiva (Uribe) o de promover el desarrollo tecnológico como motor económico (Duque). El problema es que esas ideas se siembran en donde no se ha abonado.

* David Camargo, docente asociado Universidad Antonio Nariño, científico analista de datos, asesor en políticas públicas con doctorado en el área de reconstrucción centrado en consecuencias de la guerra sobre la propiedad de la tierra.

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