Normalizando los asesinatos de niñas y niños

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Así como en Colombia callaron mientras Molano revictimizaba a los niños muertos bajo las bombas que él ordenó lanzar, el mundo ve con un silencio cómplice como asesinan menores en Palestina.

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En marzo de 2021, el ministro de defensa Diego Molano señaló a las niñas y niños muertos en un bombardeo realizado bajo sus órdenes, como “máquinas de guerra”. Fue su justificación, para cegarle la vida a por lo menos cuatro menores que habían sido secuestrados por las disidencias en la zona rural del Guaviare.

Más adelante en noviembre del mismo año, el Senador Iván Cepeda reveló que luego de una investigación de su unidad legislativa, basada en la información del Instituto de medicina Legal, lograron determinar que, durante lo corrido del gobierno Duque, “habían muerto 13 jóvenes hombres, 7 jóvenes mujeres y 2 jóvenes de los cuales fue imposible determinar el sexo por parte de Medicina Legal dada la destrucción de sus cuerpos. La mayoría tenía una edad promedio entre 15 y 17 años, pero algunos tenían entre 10 y 13 años”

La expresión del exministro fue el fiel reflejo de la forma como la derecha, el fascismo y el mal llamado centro ven los conflictos. ¡En la guerra todo vale! O, como dirían algunos en las “guerras híbridas”, los daños colaterales son normales.

Paradójicamente el señor Molano fungió como director del ICBF, una institución erigida sobre el sagrado deber de proteger la familia y especialmente al menor de edad garantizándole sus derechos. Es claro que, en consonancia con todo ese gobierno caracterizado por una rampante mediocridad, no estudió el amplio conjunto de normas internacionales que salvaguardan la vida de niñas y niños en tiempos de conflicto.

Olvidó Molano al ordenar el bombardeo, que el IV Convenio de Ginebra relativo a la protección debida a las personas civiles en tiempo de guerra de 1949, prioriza a los menores. Para el caso de Colombia, cobijada por el Protocolo II relativo a conflictos no internacionales, los niños deben ser protegidos con especial cuidado por los actores armados, lo que por supuesto incluye al Estado. Por desconocimiento o quizás por ese deseo de “litros de sangre” como decía un exgeneral imputado, Duque y su gabinete, invisibilizaron el hecho que esos menores estaban secuestrados y por ello, deberían ser considerados como víctimas y no victimarios.

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De no ser por la valentía del senador Cepeda, el maltrato que sufrió el periodista que cuestionó al mandatario sobre la muerte de los menores y la bufonesca respuesta que le dio Duque, al comunicador ( “¿de qué me hablas viejo?),  seguramente los medios del establecimiento habrían ignorado completamente la noticia.

Sin embargo, esa posición de desprecio por la vida de los menores está inherente a la política del norte global. Israel, un estado que aplica  el apartheid, la limpieza ética y el genocidio, tiene como principal objetivo de guerra a los menores. De las más de treinta y seis mil personas asesinadas en Palestina, el 70% son mujeres y niños. Muchos, sacados inmisericordemente de las incubadoras, otros más por inanición y la gran mayoría, bajo los escombros o quemados por el fósforo blanco que lanza indiscriminadamente la aviación israelí.

Igual que en Colombia, el silencio complice es generalizado. Acá se les señalaba de “no estar recogiendo café” o como dijo Molano “máquinas de guerra”. En el mundo, a quienes cuestionan la masacre se les tilda de antisemitas, terroristas, proHamás o de recibir dineros de los grupos extremistas. Un conjunto de falacias que solo pretenden justificar un genocidio, en el cual los niños son las principales víctimas.

Con la llegada al poder de las extremas derechas y el fascismo, se vive en el mundo un escenario similar a la etapa previa a la IIGM. Ese periodo en el que se aceptaba y compartía con los fascistas. Esos años 30s en los que la iglesia, la mayor parte de gobiernos y hasta el comité olímpico se arrodilló ante un criminal como Hitler. Un vergonzoso periodo, en el que se normalizó ver a niños perseguidos, asesinados y encarcelados.

Así como en Colombia callaron mientras Molano revictimizaba a los niños muertos bajo las bombas que él ordenó lanzar, el mundo ve con un silencio cómplice como asesinan menores en Palestina. Después de tantos años de edificar un derecho internacional para protegerlos, sin ningún pudor las potencias se cruzan los brazos y algunos líderes extremistas firman y “bendicen” las bombas criminales que Israel lanza sobre Gaza. Estamos ante la normalización de los crímenes contra menores. Claro, no todos, solo los más pobres, vulnerables y débiles.

Esa frase que pronunció Martin Luther King tiene más vigencia que nunca:  “No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética. Lo que sí me preocupa es el silencio de los buenos”. Y esos “buenos”, están ante los micrófonos, en las sillas presidenciales, en los legislativos y por supuesto, en las aulas. Muchos callados volteando la mirada a un costado para no ver los cuerpos descuartizados, quemados y mutilados de unos niños cuyo único delito fue nacer en Palestina.

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*Héctor Galeano David, analista internacional. @hectorjgaleanod

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