Opiniones impopulares a días de elecciones

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No voten por propuestas, no elijan a un gerente, no votar es válido, el país no se arregla en cuatro años y el voto no es el elemento más importante en una democracia.

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No deberíamos votar por propuestas. El voto programático parece responsable, pero es problemático. Es una obviedad decir que los candidatos jamás escriben sus programas, luego el peor de los tiranos bien podría refugiarse en un gran programa construido por los mejores tecnócratas. Piensen en Vargas Lleras hace cuatro años (sí, hubiera sido mejor que Duque, lo que tampoco es mucho mérito). Las propuestas casi siempre tienen que ver con temas presupuestales, y justo ahí está la otra complicación del voto programático. Resulta que la enorme cantidad de recursos del Presupuesto General de la Nación son inflexibles, es decir que sin importar quién gane estos deben ser gastados en obligaciones ya adquiridas por el Estado: pago de nómina, servicio de la deuda, sistema pensional, otros gastos de funcionamiento, vigencias futuras, y la lista es larga y sigue. El margen de maniobra de un gobierno entrante para definir prioridades es muy pequeño para motivar un voto. Y ojo, esto no es un argumento para mermar la gravedad de que un candidato en plena segunda vuelta ni siquiera tenga un programa. Si a mí me lo preguntan, es más razonable votar por aquellas visiones de sociedad que nos sean más afines. Las posturas puramente ideológicas son más importantes que las propuestas concretas: la visión de familia, la disyuntiva entre libertad y seguridad, la concepción de desarrollo y, fundamental para el caso colombiano, su lectura del conflicto armado.

Los buenos gerentes deberían aspirar a ser viceministros, no presidentes. Es mucho mejor elegir un buen líder que un buen gerente.

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Participar de manera activa en democracia es mucho más importante que el voto. Democracia no es ir a votar cada cuatro años, esa es una visión dañina y en exceso reduccionista. La democracia significa el reconocimiento pleno de la dignidad y la autonomía de todos, y actuar en consecuencia. Es más importante alzar la voz frente a los atropellos y defender el derecho del otro con tanta fuerza como el propio, que la simple acción de ir a las urnas. Hay que ejercer la democracia día a día para que el voto no se vuelva una mera acción autocomplaciente y desobligante. Es más importante salir a marchar que ir a votar.

No votar, anular el voto o votar en blanco son expresiones válidas. La democracia no puede ser obligatoria, no se le puede obligar a participar a la gente, mucho menos cuando tantísimos excluidos ven en el Estado un sistema que cuando no los ha violentado, ha sido sordo, manco, ciego y mudo ante sus desgracias. Hay que rechazar con fuerza la todavía no tan cacareada idea del voto obligatorio.   Los problemas estructurales del país no se pueden resolver en cuatro años, el o la candidata que diga eso está mintiendo. Ojalá más candidatos reconocieran la naturaleza enormemente compleja de los problemas públicos, es una cuestión de honestidad intelectual y de no traficar con las ilusiones de la gente. La simplificación es un gran enemigo del debate público y es una de las razones de la enorme crisis de legitimidad de nuestro sistema político.

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*Felipe Arrieta Betancourt, estudiante de la Universidad Externado de Colombia. Bloguero en medios digitales, @felipe_arrieta.

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1 COMENTARIO

  1. He llegado a la conclusión que un país debe esciger a un líder que represente y tenga los valores que sin necesarios en la sociedad para propiciar los cambios que esta tanto aclama. Importante está opinión cuando un candidato ha ganado fuerza porque se entiende como un buen gerente, pero carece de algunos de los estos valores.

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