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Eso debe ser la Constitución de un país. Un acuerdo en el cual todos se sientan incluidos.

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Eso debe ser la Constitución de un país. Un acuerdo en el cual todos se sientan incluidos. Ese es, a nuestro juicio, el secreto del éxito de ese pacto. Sucede sin embargo a veces que, a quienes se les hizo la encomienda, interpretan que, por gozar de una mayoría circunstancial, pueden imponer sus posiciones. Eso fue lo que hemos visto este pasado domingo en Chile.
Los convencionistas que aprobaron el texto –prevalidos de su mayoría- privilegiaron sus posiciones personales, políticas o doctrinarias sobre la real preocupación del pueblo chileno y este, simplemente, les pasó una factura, lo que a todos debería llamarnos a reflexión.
En Colombia, trato de participar todos los sábados del mes en una tertulia supremamente interesante denominada “La Tertulia de Il Pomeriggio” a la cual desde hace casi año y medio se me ha invitado.
Deriva la misma su nombre del café bogotano en el cual se inició presencialmente y que, como consecuencia de la pandemia, derivó en una de carácter virtual a la cual promedio cerca de treinta personas de distintas partes del país, e inclusive del mundo.
Se inicia puntualmente a las once de la mañana y puede terminar, sin ninguna novedad, cerca de las cuatro de la tarde. Así de interesantes son las informaciones que recibimos y las discusiones que en la misma se desarrollan. En ellas participan como invitados personalidades colombianas de todo el quehacer del país y en muchas ocasiones, de otras latitudes.
Este pasado sábado tuvimos de invitados en ella a dos prestantes académicos chilenos pues queríamos escuchar de viva voz sus impresiones sobre lo que se avecinaba para su país.
Pensaban ellos, a la larga erróneamente, que el resultado sería cerrado, bien en un sentido o en el otro, lo que significaba en tal caso un fracaso para el proceso, tal como los mismos lo reconocieron. No previeron los invitados en su intervención, un evento con una respuesta tan amplia negando la aprobación, pero, evaluando su intervención, si creían que un resultado cerrado era un fracaso, puedo interpretar que este fue aún mayor para el gobierno y quienes estaban detrás de la aprobación del texto presentado, vistos los resultados.
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Admito que de la presentación me llamaron la atención dos elementos: el primero que el texto propuesto eliminaba el término partidos políticos, lo que me recordó al artículo 66 de la Constitución que se le aprobó al Presidente Chávez en 1999 y lo segundo que uno de los expositores utilizó la expresión ganadores y perdedores para referirse a quienes optaban por aprobar o reprobar el texto presentado, en función de los resultados y fue esto último lo que me indujo a escribir este texto.
Si como consecuencia de una propuesta constitucional, entre los ciudadanos del país hay ganadores y perdedores, dentro de estos últimos estará todo el país pues ello en lugar de demostrar inclusión, evidencia lo contrario.
Lo cierto es que, guste o no, una constitución originada en una dictadura a la cual pudo ponérsele término, gracias al extremismo radical de algunos, que son como los borbones –ni aprenden ni olvidan- continúa vigente. Si el radicalismo de la época del Presidente Allende ha sido atribuido como una de las causas de su defenestración, la continuada vigencia a partir del pasado 4 de septiembre del texto constitucional pinochetista, aún con sus reformas, a ese radicalismo puede atribuírsele.
Chile ayer dio al mundo varias lecciones que algunos de nuestros países y dirigentes deberían leer con mucho detenimiento.
Quien estas líneas escribe recuerda, en todo caso, que la Constitución venezolana de 1961 -que estuvo vigente hasta que los señores magistrados de la Corte Suprema de Justicia, contrariando su texto, dieron luz verde a la constituyente chavista de 1999- fue aprobada por unanimidad en un congreso tan plural que la misma la suscribieron desde los integrantes del Partido Comunista hasta los miembros de la más rancia oligarquía caraqueña que hacía parte del parlamento, siendo ella ratificada por las Asambleas Legislativas de todos los estados del país, cuya composición era igualmente muy plural. De allí que no tenga duda alguna en afirmar que, gracias a su carácter incluyente, los últimos 40 años del pasado siglo fueron los mejores que disfrutó Venezuela en toda su historia.
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*Gonzalo Oliveros Navarro, Magistrado del Tribunal Supremo de Justicia. Director de Fundación2Países @barraplural