Poder y ciencia: una interacción crítica y exigua

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Nuestros gobernantes han asumido que la ciencia o la producción de conocimientos es un lujo que tal vez no podemos darnos y han despreciado asumir el desarrollo científico y tecnológico como política de Estado.

Las relaciones entre la ciencia y el poder suelen ser ambiguas o, peor aún, contradictorias. Al poder le interesa la ciencia porque sus resultados y productos dan más poder. Pero la ciencia por su propia naturaleza es crítica y, si el poder se siente cuestionado, busca imponerse de diversas maneras”. Héctor Rago. Columnista invitado. El ESPECTADOR. 9 de marzo de 2016.

Esta relación ha sido muy interrogada en toda la modernidad y aun antes. Ha sido una relación difícil, como ya nos lo advierte la cita que encabeza este escrito. Comenzaremos por recurrir a un texto antiguo, de esos fundacionales de la literatura donde ya se planteaba el problema entre Poder y Conocimiento. En efecto, el canto XII de la Ilíada de Homero nos relata una situación así: Polídamas, el augur, quien representa el conocimiento en el relato, advierte en el Ágora (asamblea) y especialmente a Héctor, el jefe guerrero, que el presagio visto por todos de un águila llevando un dragón o lagarto entre sus garras, volando por encima de las tropas troyanas, significa la desgracia y la derrota de los troyanos contra los aqueos (los otros griegos). 

Así dice Polídamas: “Héctor, siempre en el ágora rechazaste y vituperaste mis consejos prudentes, pues no te gusta que en el ágora ni tampoco en la batalla te contradiga guerrero alguno; sin duda piensas no debemos hacer más que aumentar tu poderío. Pero hablaré ahora porque convienen mis palabras. No pretendamos ir para asolar las naves aqueas, ya que nos doleríamos después, si es verdad el prodigio que han visto los troyanos cuando se disponían a franquear el foso…” 

Héctor se burla del presagio del augur Polídamas, diciéndole:

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“En verdad, Polídamas, que no me agradan tus palabras, y tú mismo comprenderás que habrías podido darnos un consejo mejor. Si hablaste con sinceridad, es que los dioses te nublaron la inteligencia, pues para dar crédito al incierto vuelo de las aves, nos ordenas olvidar la voluntad de Zeus que truena en las alturas, y las promesas que me hizo y confirmó con un mohín de su cabeza”.

Héctor desafía el sabio consejo y acude al argumento de autoridad (El Gran Zeus) para fundamentar su decisión. La historia, en el relato, confirma el presagio del augur, el narrador le da la razón y no sólo sufren la derrota los troyanos, sino que Héctor mismo muere atravesado por la lanza de Aquiles.

Lo que nos plantea Homero en la Ilíada, en este canto XII, es la difícil relación entre Poder (Héctor) y Conocimiento (Polídamas); es el enfrentamiento entre estos dos roles y gana aparentemente el Poder, en cuanto el conocimiento o ciencia no concurre a sus intereses. Sin embargo, la lección ficcional es del triunfo final del conocimiento, quizás como constancia histórica.

En Colombia, esta relación ha sido inexistente o más bien episódica, cuando no crítica, con consecuencias similares a las de la Troya de la Ilíada. Basta recordar la tragedia de Armero, o la deforestación galopante de la Amazonía. Nuestros gobernantes han asumido que la ciencia o la producción de conocimientos es un lujo que tal vez no podemos darnos y han despreciado asumir el desarrollo científico y tecnológico como política de Estado.  Que eso es de los países ricos y que algo nos llega. Colciencias, el antecedente del actual Ministerio de Ciencia, fue creado en 1968 en el gobierno de Carlos Lleras Restrepo.  En el interregno de este tránsito, Colciencias se transformó en un departamento administrativo, mayor rango gubernamental, en 2009.

Llega a ser Ministerio de Ciencia y Tecnología en 2019. El interés fue siempre lograr un presupuesto para la investigación científica y tecnológica con un parámetro: por lo menos tener un porcentaje del presupuesto nacional significativo. Así pasó de 0,48 % del PIB en 2010 a 0,74 % en 2019, pero aún está por debajo del promedio de Latinoamérica, el cual se ubica en un 3,4% promedio como porcentaje del PIB.

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El 90% de la producción de ciencia (investigación) se realiza en las instituciones de educación superior del país.

La llegada (recién) del Ministerio de Ciencia no ha sido afortunada, en razón de que la designación de la persona a ocupar el cargo, no cumplió las expectativas de la comunidad científica nacional y la impresión que se tiene es que el ministerio es una pieza de cambio (o premio de consolación) en la distribución de ministerios, en la repartija a las fuerzas políticas que apoyan el gobierno. Inclusive la primera designación pareció ser más un gesto a una comunidad étnica que a la comunidad científica. La importancia del desarrollo científico y tecnológico no cobra en la conciencia de los gobernantes el peso que debe tener para nuestro propio nivel de desarrollo. Fluctúa entre la vieja concepción de que la “hagan los países ricos” porque nosotros “somos pobres y para qué competir” y la de algunos “innovadores” que piensan que “algo hay que hacer pero que hay otras prioridades”. Parecen importar más los triunfos deportivos internacionales (aunque un poco esquivos) que avanzar en la apropiación cognitiva de nuestra propia realidad en todos los órdenes.

La mayor fuerza productiva es el conocimiento científico y tecnológico y a eso hay que apuntarle, construyendo el camino, dando pasos estratégicos y no sólo mirándola como una utopía deseable.

Ha producido preocupación en la comunidad científica colombiana, especialmente en las instituciones de educación superior, una reciente disposición legislativa, que le otorga a entidades no universitarias de investigación la posibilidad de organizar programas de maestría y doctorado (ley 2142 de 2021). La norma permite que estos centros o institutos creen programas sin los requisitos que el propio Ministerio de Educación le exige a las universidades. Igualmente se han manifestado las universidades en cuanto a que esta disposición legislativa no promueve sinergias – cooperación institucional, por ejemplo – y que por el contrario crea competencia desigual y desarticulación. La Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional ha planteado en un comunicado (31/08/2021): “No es por la falta de cupos de posgrado que el país no avanza hacia la construcción de una sociedad de conocimiento; es por la disminución progresiva de recursos destinados a la ciencia, el desarrollo tecnológico y la innovación. Ojalá los legisladores lo puedan comprender y enfoquen su interés en buscar soluciones que fortalezcan y no debiliten a las Instituciones de Educación Superior (IES) colombianas”.

Próximos a un nuevo debate electoral por la presidencia del país, ¿será posible atender programáticamente, sin que sea solo un saludo a la bandera, el tema de presupuesto para ciencia y tecnología por lo menos ubicándonos en los promedios latinoamericanos o seguiremos siendo los rezagados en esta materia? 

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*Víctor Reyes Morris, sociólogo, doctor en sociología jurídica, exconcejal de Bogotá, exrepresentante a la Cámara, profesor pensionado Universidad Nacional de Colombia.

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1 COMENTARIO

  1. Tema recurrente este del conocimiento y poder. Desde los tiempos antiguos de los cuales Homero es un buen ejemplo hasta los modernos que han abordado el asunto en el escenario de las ciencias sociales y la filosofía. Recordemos a Goethe para el cual en su Fausto une ambos en una simbiosis diabólica: conocimiento, poder y placeres ilimitados a cambio del alma. Aquí, en Colombia, parece que la pobreza mental de nuestros gobernantes no les ha permitido advertir que una nación moderna (lo que vale decir que sus habitantes gocen de calidad de vida y de libertad) sólo es posible sobre la base del conocimiento. Olvidaron (mejor, nunca les pasó por la cabeza) las lecciones de sabiduría de las cuales los personajes de Homero nos dan ejemplos.

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