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Desafina esa cuerda
Y escucha qué discordia sigue
Shakespeare, Troilo y Crésida
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Todas las artes son parientes entre sí, pero la música es, posiblemente, la que mejor se relaciona con las demás. También con las ciencias. Por ello, voy a intentar una aproximación usando una analogía con categorías de la música, para explicar la situación en la esfera de la economía política y para exhortar a los dirigentes colombianos a sustituir la polarización por la armonía, entendida como la unión y combinación de sonidos simultáneos y diferentes, pero acordes. La armonía no pretende eliminar la diferencia pues se funda en ella, lo que hace es organizarla.
Preludio económico
Si un país incrementa súbitamente su deuda y además la contrata a plazo corto, sin filtros sobre la priorización de su uso como ocurrió con el estado colombiano durante la pandemia, el servicio de esa deuda va a crear problemas porque se lleva buena parte del gasto público.
Si una potencia militar como Rusia poseída por el delirante discurso hegemonista de Alexander Dugin seguido a pie juntilla por Vladimir Putin decide invadir a Ucrania y arrasar con una de las despensas agrícolas del mundo tanto en productos como en derivados y agroquímicos, es claro que los precios de los alimentos van a subir a escala internacional.
Si el precio de la gasolina se eleva por la herencia de un manejo irresponsable del fondo de combustibles que provocó el represamiento de ajustes ineludibles asumidos por el nuevo gobierno, lógicamente, eso va a impactar el nivel general de precios
Si la corrida monetaria internacional golpea las monedas débiles y se liga con una comunicación que habría podido ser mejor en el terreno de la transición energética, y las voces opositoras pronostican una devaluación masiva mientras colocan reservas familiares en el exterior, es natural que nuestro peso pierda terreno e induzca el comportamiento al alza del componente importado en la producción, circunstancia que se ha venido superando.
Si las cadenas de suministro se descompensan hasta producir la revisión de facto del absurdo de permitir la entronización de una sola potencia manufacturera en el mundo, vendrá un alza en los fletes hasta que se haga evidente el fortalecimiento de los nodos regionales de dichas cadenas.
Si todo ello se suma a la lenta ejecución del presupuesto nacional que ha ocurrido durante el primer año de todos los gobiernos desde 2002 en adelante, entonces no se requiere de gran sabiduría para pronosticar la consolidación de una tendencia recesiva que se manifiesta en la retracción en la compra de bienes de consumo durable (vivienda, vehículos, electrodomésticos), advertencia inequívoca de la incubación de un ciclo de crecimiento negativo con perjuicios para toda la nación.
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El Acuerdo Nacional es un arpegio
En música, el arpegio es un recurso sofisticado para combinar los tonos de un acorde uno a uno, de manera sucesiva sin pretender forzar su simultaneidad. La técnica del arpegio no es fácil de dominar, como el logro de una sucesión convergente de acuerdos en la esfera de la economía política.
Para organizar la partitura de un entendimiento nacional, para alcanzar el logro de un acuerdo nacional, necesitaremos moderar los ímpetus radicales, usando lo que en música llamamos un becuadro, esa alteración deliberada que nos permite alterar la frecuencia de cualquier nota, mediante la anulación de un sostenido o un bemol anteriormente proclamado.
Es la hora del ACUERDO NACIONAL que permita la reactivación de la economía, el tránsito legislativo con amplio debate y concertación social de las reformas impostergables, el aceleramiento de las negociaciones de paz para poder realizar unas elecciones regionales sin violencia y la veloz implementación de los programas sectoriales del Gobierno. El gran enemigo de ese acuerdo es la POLARIZACIÓN. Por un lado, especie de anafilaxia, esa reacción alérgica contra el cambio, ese deseo de que el Gobierno fracase, la magnificación del error oficial y la minimización de los aciertos que acude a verdaderos fanatismos como aquel que expresa sin rubor: “lo único deseable es que corran de prisa estos tres años y no suba Francia”. Por el otro, ese cúmulo de odio hacia quien ha podido tener logros materiales o reconocimientos, ese resentimiento, ictericia de la política, que declara indeseable a todo el que posea bienes que proporcionan bienestar o comodidad, esa venganza metafísica que lleva a culpar de la dificultad propia a quien no es un desgraciado.
Pues bien, ha llegado la hora de la sinceridad. Reconocer el aporte de la propiedad y de los trabajadores que la operan y gestionan. De las clases medias y de las MIPYMES, corazón y nervio de la economía popular, de todas las minorías étnicas y de todos los grupos sociales. Si no queremos convertirnos en un país de damnificados, necesitamos arreglárnoslas. Y por ello intento este ejercicio utilizando analogías con el lenguaje de la música, ese idioma que reúne todos los demás y que, en el caso de Colombia, nos llena de alegría las horas en medio de la dificultad.
A promover la armonía
Eres la música
mientras esta dure
T.S. Elliot. Los cuatro cuartetos
La polarización riñe con la armonía. En música, la armonía es el proceso mediante el cual los sonidos individuales se unen o componen en unidades completas. Distintos tonos musicales logran coincidir entre sí. La armonía entre los seres humanos es un estado de equilibrio entre nuestros pensamientos, acciones y sentimientos. Cómo armonizamos una melodía? Entendiendo los intervalos, las notas musicales, los tonos, los tonos mayores y menores. La melodía se nos pega más fácil, es como una consigna en política. La armonía añade sonidos grupales y da formas más complejas a las melodías. La paz y el desarrollo requieren armonías complejas cada una y entre las dos forman la gran pieza musical de la sociedad.
El tempo o tiempo en música, es la velocidad en la que se debe ejecutar una obra musical. En la música una de las velocidades que más cautiva a todas las audiencias es el adagio. Es un poco lenta pero preciosa, como un mar de oleaje leve. Los países que han conseguido libertad y paz durante largos períodos de progreso económico y desarrollo social, viven en adagio. Los países que no hemos tenido largos períodos de paz y progreso, debemos tratar de movernos en un tempo más veloz para recuperar el tiempo que nos han robado la violencia y la exclusión social. A ese tempo en música lo denominamos andante. Lo que no tendría sentido para nosotros sería que la polarización nos precipitara en un “larghetto” un tiempo de pulsos musicales mucho más lento.
Comenzando por el Gobierno que interpreta todas las voces, podemos acoger el lenguaje de la música para construir el Acuerdo Nacional que es una creación dentro de nuestras posibilidades. Hablando menos y haciendo más. Trabajando en la continuidad de los sonidos, dentro de lo que se conoce en música como la ligadura. Empatando procesos entre lo público y lo privado. Armonizando nuestros arpegios.
Siempre respetando la diferencia, la diversidad, nuestra maravillosa condición multiétnica. Enarmonía. Si, lo escribí bien. Enarmonía: sonidos diferentes pero iguales, la correspondencia entre varios sonidos que, pese a llamarse de manera diferente, tienen una entonación parecida o idéntica al oído humano.
Si perdemos este momento histórico aferrados a conductas radicales, los que desean preservar el statu quo a toda costa o los que desean edificar otro mundo en tres años en lugar de mejorar este que habitamos abriendo puertas a todos nuestros compatriotas, caeríamos en el glissando, un efecto sonoro que se caracteriza por una transición desenfrenada, desde una nota inicial hasta una nota final, ya sea de lo más agudo a lo más grave o viceversa. Claro, el glissando transmite una sensación que las mayorías no perciben como una melodía pegajosa.
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*Juan Alfredo Pinto, escritor, economista, @juanalfredopin1