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Luego de un recorrido por el populismo latinoamericano, el profesor Medófilo Medina concluye que se trata de una “corriente alternativa, democrática”.
La triple simplificación
En los recientes debates electorales en Colombia se han puesto en circulación por sectores políticos tres sentidos comunes creados: la polarización del país, el fantasma del populismo, el centro como la tierra de promisión. Estos dispositivos conforman una plataforma clamorosamente primitiva que impide una controversia política calificada. Es necesario analizarlos de tal manera que se pase del nominalismo simplificador a la formulación de programas políticos concretos y debatibles.
El que en Colombia opere una derecha empecinada en prolongar la guerra no significa que el país esté irremediablemente polarizado entre dos campos. En el período reciente, el evento público con mayor potencial polarizador lo constituyó el plebiscito del 2 de octubre de 2016 sobre el Acuerdo de Paz. La abstención alcanzó el 62.5 % del censo electoral. Después de muchos años de guerras no podría encontrarse un tema de mayor importancia para el país que la paz. Sin embargo, la gran mayoría de los colombianos y colombianas no concurrió a las urnas. El problema central de Colombia es la indiferencia de la mayoría que permite la perpetuación de un sistema que descansa sobre un déficit crucial de participación ciudadana.
“Yo soy centro, vote por mí” no es un programa político. “Tal candidato o candidata es populista! ¡Sea anatema!” Las fórmulas cierran la posibilidad de una discusión política.
El nuevo fantasma que recorre el planeta
El populismo es una corriente política que presenta una trayectoria de al menos 160 años y es necesario tenerla en cuenta para un análisis ilustrado. Al populismo se lo convirtió de la noche a la mañana, a partir de finales del decenio de 1980, en un término denigrante y en vocablo portador de amenaza. Los tiempos en los que esta operación se desarrolló coinciden con los años de la caída del Socialismo en la URSS y Europa Oriental. El comunismo perdía la condición de la gran amenaza y había que encontrar otro fantasma de reemplazo.
El populismo ha tenido presencia en muchos países y ha influido de manera efectiva en el desarrollo de muchos de ellos, bien sea como régimen político, tendencia doctrinaria y cultural o como partido. Quisiera referirme a algunas de las principales variables del populismo.
El populismo ruso
El populismo ruso fue el primero en hacer su aparición. El Narodnischetsvo reconoce sus orígenes filosóficos en la actividad intelectual y política de Aleksandr Ivánovich Herzen que vivió como exilado la revolución de 1848 en Francia. El populismo realizó su campaña más espectacular con la Ida al pueblo en 1874, protagonizada por intelectuales y estudiantes, que también registró en ese momento, un fracaso notable. El planteamiento central de los narodniki consistió en que Rusia, por su condición de país agrario atrasado, no podía acceder al capitalismo, pero que gracias a la existencia de la comunidad campesina, la Obschina, podía pasar directamente al socialismo. El populismo en los años noventa del siglo XIX se deslizó hacia una versión más liberal y chocó con un formidable contradictor, V. I. Lenin. Entre quienes se han ocupado del populismo nadie duda que los narodniki fueron precursores de las vías no capitalista de desarrollo. Quisieron construir su base política en la enorme masa de los campesinos en Rusia pero no pudieron hacerlo.
Si el populismo sobreviviente en la Unión Soviética no hubiera caído bajo el terror estalinista, sus teorías hubieran contribuido a asumir de manera distinta el proceso de acumulación originaria socialista sin que el campesinado hubiera tenido que pagar todos los costos de la industrialización. En particular resultaba digna de consideración la concepción elaborada por el populista Alexander Chayanov: teoría de cooperación vertical que sustentaba una modalidad de colectivización cooperativa frente a la colectivización coercitiva de la propiedad campesina.
El populismo en Estados Unidos
Una variante temprana de populismo se originó en los Estados Unidos. La amenaza de ruina que abrumó a pequeños y medianos productores agrarios entre los años setenta y noventa del siglo XIX ofreció el campo fecundo para la emergencia de un movimiento de protesta del mundo del trabajo rural que le dio vida al populismo en ese país. En 1877 en Texas, fue fundada la Farmer´s Alliance que como modelo de organización y de lucha se extendió por numerosos Estados en el noroccidente, el nororiente y el sur de Estados Unidos. Pronto para los participantes en la lucha, se hizo claro que no podían esperar apoyo de los Demócratas o los Republicanos a sus reivindicaciones y que era preciso darle vida a un partido político independiente.
En mayo de 1891 tuvo lugar una conferencia de representantes de las organizaciones de los granjeros y de obreros en Cincinnati, Ohio, que reunió a 1.400 delegados de 33 estados y territorios. En el evento participaron tanto la Federación Americana del Trabajo como la Organización de los Caballeros del Trabajo. Se proclamó al Partido del Pueblo, People´s Party, cuya fundación se consolidó en la Conferencia de San Luis en febrero de 1892. La plataforma del populismo norteamericano contenía los siguientes puntos: Impuesto progresivo de las rentas, acuñación libre de la plata como defensa de los precios agrícolas, creación del Banco de Ahorro Postal para ofrecer préstamos a los agricultores a una tasa de interés del 1%, nacionalización de los ferrocarriles, silos estatales de almacenamiento de cosechas. En el plano político, adelantaron los populistas propuestas de democratización del sistema político, como la iniciativa legislativa y los referéndums, y promovieron el derecho al voto para las mujeres.
En 1892, el People´s Party lanzó candidato a las elecciones presidenciales: William Jennings Bryan. Posiblemente ha sido la candidatura con el programa más avanzado que haya registrado la historia electoral de los Estados Unidos. De 12 millones de participantes, los populistas obtuvieron 1.029.846 votos. Además llevaron a la Cámara de Representantes 10 miembros por Kansas, Nebraska, Minnesota y Colorado y cinco senadores. El People´s Party o Populist Party ha sido calificado con razón como el mayor desafío al bipartidismo en la historia de los Estados Unidos.
América Latina populista
América Latina se constituyó en un vasto escenario de promoción y realización del populismo desde el inicio del siglo XX hasta nuestros días. La mayoría de los países latinoamericanos experimentó el fenómeno populista. No en todos los casos adquirió el estatus de gobierno. Me referiré a algunas de esas variantes. Aunque el populismo latinoamericano no renunció a representar intereses de pequeños y medianos productores rurales, su acción se dirigió más claramente a los trabajadores urbanos y a la mediana burguesía.
El primer capítulo lo representó el Batllismo en Uruguay que surgió como una corriente claramente diferenciada en el Partido Colorado. José Batlle y Ordóñez ascendió mediante elecciones a la presidencia en 1903. Entre este año y 1907, ejerció su primer mandato. Entre 1911 y 1915, cumplió el segundo.
Carlos Zubillaga en su aproximación al Batllismo sintetiza la obra y el discurso impulsados en la economía como una fórmula de desarrollo del capitalismo estimulado por una activa intervención del Estado. La inspiración teórico ideológica fue tomada del llamado, no sin cierta ironía, katheder socialismus asociado a nombres como Lorenz Stein, Gustav von Schmoller, Werner Sombart que pensaban en un modelo económico de concertación inducido por el Estado. Se crearon empresas dirigidas por el Estado. El populismo uruguayo fue pionero en el impulso a la industrialización bajo el modelo de sustitución de importaciones que sería adoptado por los países latinoamericanos a partir de la Gran Depresión de 1929.
La fórmula latinoamericana del APRA
Un segundo capítulo del populismo en América Latina correspondió a Víctor Raúl Haya de la Torre en Perú. La fundación de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) en 1924 tuvo lugar en el exilio, en México. Desde ahí marcó un rasgo distintivo con otros procesos de corte populista. Si bien el APRA fue pensado como un movimiento continental que sirviera de plataforma para la unión en un solo estado de los países latinoamericanos, lo cierto es que como corriente política sólo prosperó en Perú aunque no llegó al gobierno. Cinco fueron los puntos principales de la plataforma. Lucha contra el imperialismo pero acogida a la inversión extranjera, búsqueda de la unidad política en América Latina, nacionalización progresiva de tierras e industrias, internacionalización del Canal de Panamá, solidaridad con todos los pueblos y clases oprimidas del mundo.
Aunque Alan García llegaría por dos veces al poder a nombre del APRA no puede afirmarse que desarrollara una política populista. En su primer mandato (1985 – 1990) no lo pudo hacer por la incontenible inflación y por la corrupción que acompañaron su gobierno. En su segunda administración, adoptó un programa no populista y entró en coalición con fuerzas políticas distantes del APRA original.
El cardenismo: cumbre del populismo democrático
En México, desde comienzos del decenio de 1930, se agudizó la confrontación entre dos corrientes políticas. La primera la encabezaba Plutarco Elías Calles que representaba a un sector importante de la burguesía aliado a la oligarquía agroexportadora sobreviviente del régimen de Porfirio Díaz y la corriente encabezada por el general Lázaro Cárdenas, orientada a realizar los objetivos de la Revolución Mexicana. La lucha tuvo como arena fundamental el Partido Nacional Revolucionario PNR. Éste, en convención celebrada a finales de 1933, designó por mayoría al general Lázaro Cárdenas como candidato presidencial. La presidencia de Cárdenas se extendió entre diciembre de 1934 y noviembre de 1940. Su principal realización fue una reforma agraria avanzada que profundizó y amplio la forma de propiedad social ya existente – los ejidos – pero que también creó otras modalidades productivas. El reparto de tierras bordeó las 18 millones de hectáreas.
El 18 de marzo de 1938, el general Lázaro Cárdenas dictó el decreto de expropiación de las compañías extranjeras que explotaban el petróleo mexicano. Ese decreto, de un lado, actuó con arreglo a la Constitución y a la legislación mexicana adoptada después de la Revolución en relación con el petróleo y, de otro, en relación con la pertinaz negativa de las compañías petroleras a aceptar un laudo arbitral que reconocía reivindicaciones salariales de los trabajadores del petróleo. Por el alcance histórico del decreto, no solo para México sino para América Latina, la nacionalización es uno de los capítulos más apasionantes de la historia mexicana. El total respaldo de todos los sectores sociales y políticos fue garantía que impidió la intervención armada extranjera en respaldo a las compañías extranjeras.
La política educativa del gobierno populista de Lázaro Cárdenas, particularmente en el campo de la educación básica, dio lugar a avances muy importantes que con frecuencia se asociaron en el discurso del gobierno a la necesidad de crear una conciencia socialista en el pueblo mexicano.
Las bases sociales cuyos intereses se sintieron acogidos por las políticas adelantas por Lázaro Cárdenas, en orden a la intensidad del apoyo brindado, fueron los maestros, los campesinos e indígenas, sectores de las capas medias y de la burguesía industrial. Las organizaciones sindicales apoyaron a Cárdenas desde posiciones independientes en parte determinadas por el ambiente de controversia y desacuerdo en el que estaban inmersas las organizaciones gremiales y políticas de los trabajadores.
El populismo en Argentina
La controversia sobre el tema ha cubierto todos sus aspectos y ha sido alimentada por numerosos investigadores y escuelas a lo largo de cerca de siete decenios. No obstante la concurrencia de diferentes valoraciones, no se ha impugnado su caracterización como una clara variante histórica de populismo. La gestación del peronismo se produjo de manera muy paradójica en el contexto de la denominada Revolución de junio de 1943 que se inició con el golpe de Estado dado por los militares. El general Pedro Pablo Ramírez asumió como presidente de la República. El gobierno desarrolló una política antidemocrática y de represión de las luchas de los trabajadores, de persecución a los sindicatos y a los partidos de oposición y a las universidades.
El régimen militar estuvo atravesado por la división cuyos efectos adversos para el régimen se veían agravados por la posición de los Estados Unidos cuyo gobierno condenaba la política de neutralidad de Argentina en la Segunda Guerra Mundial. Al tiempo, dirigentes sindicales y socialistas iniciaron una política de acercamiento a un sector de los militares que daban muestras de apertura. En este sector cumplían el papel de liderazgo el coronel Domingo Alfredo Mercante y el coronel Juan Domingo Perón. En marzo de 1944, el presidente fue desplazado por los militares y ocupó la presidencia el general Edelmiro Julián Farrell. A partir de entonces, Perón gozó de mayor espacio de maniobra para acelerar la política que, desde octubre de 1943, venía impulsando como Secretario de Trabajo y Previsión Social.
A comienzos de la “Revolución de junio”, se habían dado ciertas señales como fue la baja de los cánones de arrendamiento de la vivienda urbana y de predios rurales. Entre 1944 y 1945, se diseñó e institucionalizó la nueva legislación. “En diez meses la Secretaría de Trabajo y Previsión incorporó mediante decretos a dos millones de personas en los beneficios del régimen jubilatorio”
Perón estimuló la negociación de convenciones colectivas entre empresarios y trabajadores especialmente en la provincia de Buenos Aires. En esa práctica de concertación, se consagraron derechos de los trabajadores tales como incrementos salariales, vacaciones remuneradas y estabilidad en el empleo. Fue promulgada la Ley del Peón, que resquebrajó la arcaica estructura agraria. La Secretaría de Trabajo y Previsión se convirtió en instancia de cooptación de dirigentes sindicales. Se estimuló el principio reformista-paternalista de participación de los trabajadores en las ganancias de las empresas mediante la venta de acciones.
La política desarrollada por los militares reformistas llevó, bajo la iniciativa de los grandes empresarios industriales y los estancieros, a impulsar un movimiento de oposición al que entraron estudiantes y sectores de capas medias que rechazaban la dictadura militar. Actuó como dirigente de la oposición, el embajador de los Estados Unidos en Buenos Aires Spruill Braden. Cobró fuerza un grupo conspirador entre los militares que dominaba el principal complejo militar, Campo de Mayo, que impuso la renuncia de Perón del cargo de vicepresidente, ministro y director de la Secretaría del Trabajo y que determinó su ostracismo en la Isla Martín García.
Hubo discusiones entre civiles y militares. Continuó como presidente el general Farrell, pero desprovisto de poder real. Las discusiones sobre conformación del gabinete se prolongaron. Los trabajadores por su parte no dieron muestras de desconcierto y, a los pocos días de la expulsión de Perón del gobierno, se movilizaron sin esperar convocatoria. El 16 de octubre de 1945 en Buenos Aires, en La Plata, en Avellaneda, en otras ciudades, se desencadenaron grandes concentraciones obreras que exigieron el retorno de Perón. En su mayoría, esos trabajadores se movilizaban por primera vez. Eran los obreros que se habían originado en la ola más reciente de la industrialización. No se trataba de inmigrantes sino de trabajadores argentinos: una población trabajadora que buscaba la identificación política que había encontrado en Perón y que proyectaba su participación desde la matriz populista.
Los militares se vieron obligados a liberar a Perón el 16 de octubre mientras las muchedumbres incontenibles fluían como torrente pacífico a la Plaza de Mayo. El 17 de octubre, desde la mañana, se reinició la gran marcha. Los militares en las condiciones dadas reconocían contra su voluntad a Perón como el árbitro de la situación y le pidieron dirigirse al pueblo. Perón aceptó hacerlo por la radio. Dirigentes sindicales con quienes se encontraba reunido le recomendaron dirigirse al pueblo directamente. Los militares le pidieron a Perón hacerse cargo del poder. Éste rehusó y propuso continuar la preparación de las elecciones que ya habían sido convocadas para febrero de 1946. Exigió que se reconfigurara el gabinete que permitiera la incorporación de figuras de su confianza
El 17 de octubre de 1945, a las 11:10 de la noche, apareció Perón en los balcones de la Casa Rosada. ¡TRABAJADORES!, saludó a la muchedumbre. Le respondió una interminable salva de aplausos y de ensordecedora gritería. El evento de la Plaza de Mayo fue el acto ceremonial de instauración del populismo que había venido avanzando con políticas concretas desde mediados de 1943. Se escenificó el encuentro del líder carismático con el pueblo. En febrero de 1946, Perón ganó las elecciones para gobernar por seis años y fue reelegido en 1951. Fue derrocado por un golpe militar en septiembre de 1955. La era populista cubrió 12 años que implicaron para la Argentina cambios profundos y duraderos.
Los gobiernos peronistas posteriores a 1955, sea con Perón o sin él, deben ser estudiados específicamente para ver en qué casos puede hablarse de regímenes populistas. Es decir, no se asume la ecuación peronismo = populismo.
Por razones de espacio, no se han abordado todas las variantes del populismo ni en el mundo, ni en América Latina. Tampoco resultaba imprescindible hacerlo dado que lo que me propuse fue el relacionar un bosquejo sintético de populismos históricos con la controversia política actual, particularmente en Colombia.
Sin la intención de ofrecer de manera completa todos los rasgos constitutivos de los casos abordados de populismo se puede señalar la presencia de elementos comunes:
- Representación de campesinos pequeños y medianos, de sectores de la burguesía nacional y de capas medias
- Exaltación de cuestiones regionales, nacionales, de valores vernaculares y de repudio a la intervención imperialista.
- Fórmulas de intervención del Estado en las políticas económicas y sociales
- Liderazgo carismático que ofrece condiciones de identificación de sectores que no han gozado de representación política.
- Políticas de estímulo a la industrialización y a la producción con desarrollo de modalidades de reforma agraria.
- Promoción a gestión por arriba y movilización por abajo.
A la luz de esa identificación de los rasgos constitutivos del populismo a partir de los modelos aquí tomados, no cabe la clasificación de populismo de izquierda y de derecha. El populismo con todas sus diferencias ha tendido a representar una corriente alternativa, democrática.
*Medófilo Medina, Ph.D en Historia, profesor emérito y honorario de la Universidad Nacional.