About The Author
No es sano para la democracia que, ante cualquier dificultad no prevista por el sector privado pese a las advertencias de todos los observatorios internacionales, voceros de los intereses particulares salgan a pedir exenciones que tengan impacto fiscal, vale decir, beneficios que terminan pagando los ciudadanos como contribuyentes.
Es bien conocida la frase de Winston Churchill cuando afirmó: “muchos miran al empresario como el lobo que hay que abatir, otros lo miran como la vaca que hay que ordeñar y muy pocos lo miran como el caballo que tira del carro”. Válido aserto sobre el cual he soportado mi compromiso vital en la defensa de la pequeñas y medianas empresas. Esta vez, sin embargo, debo manifestar mi desacuerdo con la ruta sugerida por organizaciones empresariales que, ante la ruptura en las cadenas de suministro, la escasez de materias primas y componentes, el encarecimiento de los fletes y la escalada de precios internacionales, acuden al manido expediente de solicitar la reducción de aranceles tanto en materiales como en productos terminados para mitigar los mayores costos dada la crisis de los contenedores.
(Lea también: En vos confío)
El pasado primero de octubre, bajo el título “La calidad del capital y el otoño de la insostenibilidad”, publiqué en La Línea del Medio un artículo reproducido en prensa nacional e internacional y en el blog de la Red Pacto Global, advirtiendo lo que iba a ocurrir en la COP 26 de Glasgow y la crisis que venía dándose en la cadena de suministros. Cité al científico Antonio Turiel en su libro “Petrocalipsis” en el cual hace evidente que, pese al avance en la utilización de las energías renovables para luchar contra el cambio climático, las descompensaciones son enormes y la sustitución está muy por debajo de lo requerido. Expliqué cómo el problema presente de la globalización guarda relación con la petrodependencia pues China se convirtió en la mayor fábrica del mundo gracias, al menos en parte, a que disfrutó de un ciclo con grandes cantidades de petróleo barato. Los precios de China tienden a subir a pesar de sus arreglos de “diplomacia petrolera” y la confianza de la cual disfrutó ha menguado en lo corrido de la pospandemia, pues el mundo comprende que no es sano para nadie, incluida la propia China, depender de un único polo manufacturero global.
El problema del petróleo se extiende al transporte que aún hoy funciona en muy alto grado con petróleo, como también la maquinaria pesada y la agricultura mecanizada. Las energías renovables hacen un gran aporte pero todavía no logran el efecto sustitución en gran escala. La fabricación de acero aún necesita carbón y algo similar acontece con el cemento. Por lo visto en la COP 26 nadie se plantea todavía el desescalamiento del modelo dominante de crecimiento ilimitado.
Escasean muchas materias primas, el precio de la electricidad se dispara, el tráfico de navieras está descompensado y los fletes marinos se han multiplicado por quince. La cadena alimenticia también es petrodependiente. Faltan minerales y cables y hay menos contenedores. Lo peor es que todo esto estaba cantado. Los gremios y los empresarios tenían que saberlo. La producción petrolera alcanzó su pico en 2005 y, a partir de 2014, las inversiones decrecieron. Estamos presenciando y sufriendo el efecto mariposa de la teoría del caos. En un lado del planeta, una mariposa mueve sus alas a gran velocidad y, en el otro lado, la misma mariposa se mantiene quieta. En ambos lados habrá repercusiones. Tales consecuencias pueden ser difíciles de predecir en magnitudes, pero el conocimiento previo del fenómeno permite adoptar decisiones. Al parecer, el empresariado colombiano y sus líderes no lo hicieron y ahora surgen las voces con la “gran propuesta”: aranceles a cero para compensar los extra costos. País a la penúltima moda, diría el veterano; el viejo truco, si el margen se estrecha que papá gobierno nos lo cubra, mejor dicho, los contribuyentes.
(Texto relacionado: La calidad del capital y el otoño de la insostenibilidad)
“El aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo”
La crisis de contenedores estaba advertida hace seis meses, la guerra comercial EE.UU. – China hace cuatro años, la pérdida de confianza en China hace un año y medio. El déficit comercial y la devaluación se agravaron hace un año y medio y la debilidad de nuestro sector exportador se ha hecho más aguda durante el último quinquenio.
¿Dónde han estado los liderazgos del sector privado y del propio Gobierno para coordinar proveedurías alternas del orden regional, dónde los procesos de coordinación con proveedores nacionales? ¿Cuál ha sido la recomposición de las firmas colombianas en las cadenas globales que están evolucionando de las estructuras unilineales hacia los nodos regionales y plurinacionales? ¿No es acaso el momento de construir nexos de proveeduría nacional devolviendo parte de nuestro mercado a una industria más competitiva orientada a una sustitución inteligente? ¿Qué coordinación público privada se está produciendo para reconsiderar los planes de nuestra infraestructura funcional?
Vale la pena hacer este llamado a la dirigencia privada y gubernamental: un problema de ajuste en la conectografía global, de logística internacional y de estrategia con la industria y el comercio nacionales para habilitar nuevas modalidades, sujetos y circuitos de proveeduría, constituye una gran oportunidad para la Política de Desarrollo Productivo. Ésta puede ser la coyuntura para plasmar el multialineamiento sin subordinaciones ante los colosos de la nueva bipolaridad.
(Le puede interesar: QUAD)
En la hora, si es necesario un movimiento en el arancel, debe concentrarse en la provisión de materias primas para la industria nacional, para las Mipymes, para la provisión de bienes intermedios donde no haya producción nacional, y allí debe darse todo el apoyo de ProColombia, Bancoldex, las cámaras de comercio y los gremios. La ruta de buscar privilegios en medio de la dificultad no es correcta ni justa. Esquilmar al Estado es maltratar a los ciudadanos.
*Juan Alfredo Pinto, escritor, economista, @juanalfredopin1