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¡Quién lo diría! Lo mejor que le puede pasar a Uribe es un triunfo progresista para renacer convertido, otra vez, en una fuerte voz de la oposición política colombiana.
En una entrevista realizada al cantante de música popular Jessi Uribe, en la que éste confesara que no lee revistas ni periódicos pero que sí “ve novelas” (sic), la periodista Vicky Dávila le preguntó además:
Vicky: – ¿Santos, Petro o Uribe?
Jessy: – Uribe siempre
Vicky: – ¿por qué le ha gustado Uribe?
Jessy:- ah, muy frentero, guerrero, frentero.
“Frentero” es una palabra que la Real Academia Española define como un accesorio que se pone en la frente de los niños evitando que se lastimen cuando se golpean, pero en Colombia se usa para identificar a una persona que se caracteriza por afrontar directamente las situaciones difíciles o complejas.
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Como Jessy, muchos colombianos (que tampoco leen pero que ven telenovelas) crecieron convencidos de lo “frentero” que fue el expresidente Uribe. Le precede esa reputación, en buena parte, debido a la exaltación diaria que el poderoso conglomerado de medios amigos del poder, hacían de sus “éxitos” y su “estilo de gerencia”. Por ejemplo, y aunque suene inverosímil hoy, El Tiempo, que, en 2003 no era de Sarmiento Angulo, decía cosas como estas: “Uribe no sólo tiene un bosque bien diseñado, sino que él personalmente conoce cada uno de los árboles que lo componen (…) El primer mandatario es un gran comunicador. (…) Sus intervenciones son oportunas y van al grano. Genera confianza porque no pretende ocultar la verdad (…) Uribe quiere que los colombianos trabajemos mucho, (…) que respetemos la ley y las instituciones”.
Quien sea que lea hoy la descripción de El Tiempo difícilmente pensará en el expresidente. Sus aires de “frentero” se han desdibujado rápida y exponencialmente gracias a lo conocido por los procesos judiciales y los medios que, más allá de quedarse con las declaraciones de los referentes del poder, decidieron investigar y destapar las ignominias de su mandato.
Recordemos solo algunos hechos que hacen parte de un acervo que recoge medio Código Penal, que ocurrieron en las narices del gran líder, del omnipresente, del microgerente, del que no sabía delegar, que fueron cometidos por sus más cercanos amigos y que él, inexplicablemente, ni siquiera sospechó:
1. Su director del Departamento Administrativo de Seguridad – DAS -, Jorge Noguera, entregó esa institución a los paramilitares.
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2. Sus ministros Sabas Pretelt, Diego Palacio y su secretario general Bernardo Moreno le compraron a Yidis y a Teodolindo su reelección.
3. Su jefe de prensa Cesar Mauricio Velásquez y su asesor jurídico Edmundo del Castillo fraguaron complot contra la Corte Suprema, junto al paramilitar Job, en la propia “Casa de Nari”.
4. Su primo Mario y decenas de sus colegas congresistas se aliaron con los paramilitares para asegurar votos y sus curules.
5. Su hermano Santiago creó un grupo paramilitar en su propia finca.
6. Su directora del DAS, María del Pilar Hurtado, junto con su director de la Unidad de Información y Análisis Financiero, Mario Aranguren, utilizaron sus entidades como una Gestapo que perseguía y amenazaba periodistas y líderes de la oposición.
7. Su viceministro de Transporte Gabriel García recibió y repartió los sobornos de Odebrecht.
8. El secretario de su partido, Luis Guillermo Giraldo, le recogió firmas para su segunda reelección volándose los topes de financiación.
9. Su ministro consentido, Andrés Felipe Arias, no solo le otorgó un jugoso subsidio del programa Agro Ingreso Seguro, sino que transfirió el presupuesto de dicho programa a millonarias familias y empresas que aportaron a su campaña.
10. Su comisionado de paz, Luis Carlos Restrepo, desmovilizó al falso Bloque Cacica la Gaitana.
11. Sus queridos soldados también lo engañaron, al decirle que estaba ganando la guerra presentando civiles disfrazados masacrados por todo el país.
12. Su jefe de seguridad, Mauricio Santoyo, resultó alfil del narcoparamilitarismo.
13. Más recientemente, todo indica que su amiga personal Caya Daza, junto al Ñeñe Hernández, le compró los votos para que su pupilo Iván Duque lograra la presidencia.
14. Hasta su “aboganster”, Diego Cadena, corrompió a sendos delincuentes para atestiguar a su favor.
¿Dónde estaba el gran gerente, el “frentero”, cuando ocurrían semejantes fechorías?; ¿Siempre supo todo y fue permisivo, coautor o cómplice? ¡¿Quién gobernó a Colombia?!
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Aún quedan incontables respuestas que le deben al país y a la historia quienes hicieron parte de la empresa criminal que gobernó en tiempos del uribato. Mientras, el general Santoyo propone a la JEP su verdad en relación con el conflicto. Antes, el pasado 23 de abril, la Sala de Justicia y Paz del Tribunal del Distrito de Bogotá, en acta aprobatoria número 3, resolvió declarar todos los hechos que integran la práctica de falsos positivos del patrón de macrocriminalidad de homicidio en persona protegida cometidos por las estructuras paramilitares, en alianzas con integrantes de las fuerzas armadas, como crímenes de lesa humanidad.
Las voces de vivos y muertos juntos, que amenazan su arrinconado legado, son probablemente suficientes motivos para que el expresidente decida gastar el poco capital político que le queda en proponer un muy enredado proyecto de amnistía total.
Agotado su teflón y consciente de su decadencia, confiesa que su apoyo le hace daño a cualquier candidato. A pesar de la confesión, el uribismo no ha entendido – o no quiere entender – que, en un futuro legal, Uribe no cabe.
¡Quién lo diría! Lo mejor que le puede pasar es un triunfo progresista y así renacer convertido, otra vez, en una fuerte voz de la oposición política colombiana.
*Javier Eduardo Lasso Muñoz, politólogo de la Universidad del Cauca y magíster en Estudios Latinoamericanos con mención en Relaciones internacionales de la Universidad Andina Simón Bolívar, con sede en Quito, Ecuador. Su vida laboral ha transcurrido entre la docencia y el servicio público. @javierlassom
Acertadisimo análisis.