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Es necesario repensar el modelo de “desarrollo” económico para promover alternativas más sostenibles que fomenten la paz.
La imposición del modelo extractivista, caracterizado por la explotación desmedida de recursos naturales, ha sido considerado el principal motor de progreso económico en muchas regiones del mundo (Sachs, 2005). Un ejemplo paradigmático es el de Shenzhen, China, que en menos de 40 años ha experimentado un crecimiento exponencial, pasando de ser una pequeña aldea de pescadores a una metrópolis global con una economía pujante. Sin embargo, este crecimiento se ha basado en las dinámicas internacionales del mercado económico extractivista y en las lógicas de acumulación del sistema capitalista, lo que ha generado graves consecuencias sociales y ambientales que deterioran el entorno ambiental (World Bank, 2020). En este contexto, surge la necesidad de repensar este modelo y buscar otras alternativas económicas hacia la vida que fomenten la paz y la reconciliación.
El modelo extractivista ha tenido un impacto negativo en las comunidades, especialmente en las zonas rurales. La desterritorialización y re-territorialización causadas por las actividades extractivas, como la construcción de infraestructuras, y la explotación de recursos naturales, han generado desplazamientos, violencia y conflictos sociales.
La expansión de las actividades extractivas provoca la expropiación de tierras y la reubicación forzada de comunidades, lo que altera sus culturas, fractura sus interacciones ancestrales, sus sistemas de vida tradicionales y sus redes de apoyo social (Gudynas, 2010). La expansión de la minería a gran escala ha desterritorializado a comunidades indígenas y campesinas en países como Colombia, Perú y Ecuador, dando origen a espinosos conflictos, resistencias sociales y una resignificación del medio ambiente y las afectaciones del cambio climático.
El turismo puede ser una herramienta poderosa para la construcción de paz y reconciliación en diferentes contextos afectados por el conflicto armado. A través de un enfoque diferenciado que abarca el intercambio cultural, el diálogo intercultural, la memoria colectiva, el fortalecimiento del tejido social y el empoderamiento comunitario, el turismo puede contribuir a la superación de las divisiones y la construcción de una sociedad más justa y pacífica.
El turismo facilita el encuentro entre personas de diferentes culturas, promoviendo la comprensión mutua y el respeto por la diversidad. A través del diálogo intercultural, se pueden romper los estereotipos y prejuicios que alimentan los conflictos, creando un espacio para el aprendizaje y la construcción de empatía sobre el sufrimiento de los otros. El desarrollo de experiencias turísticas relacionadas con la memoria histórica y la construcción del tejido social permite a las comunidades sanar las heridas del pasado y construir un futuro mejor. Estas experiencias pueden incluir visitas a sitios de memoria, talleres de diálogo, actividades de intercambio cultural y proyectos de memoria colectiva.
El modelo extractivista ha demostrado ser un modelo insostenible tanto social como ambientalmente. El turismo, por su parte, puede ser una herramienta poderosa para la construcción de paz y reconciliación en diferentes contextos. Es necesario repensar el modelo de “desarrollo” económico para promover alternativas más sostenibles que fomenten la paz y la reconciliación que beneficien a las comunidades, como el turismo comunitario.
*Juan Camilo Reyes. Licenciado en Ciencias Sociales, Investigador de la historia del arte y la cultura de Casanare, Coordinador de Vigías de Patrimonio Yajarote