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“Queríamos reconstruir nuestro hogar, eso era todo. Habíamos perdido nuestro antiguo hogar, lo que significa perder la familiaridad con el mundo y habíamos perdido nuestro oficio o trabajo, lo que significa perder la sensación de que éramos útiles para el mundo”, Hannah Arendt. (Filósofa.1906-1975).
“Emigrar es morir un poco para vivir otro poco”. (Anónimo).
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Una tercera manifestación de esa percepción de No-Futuro de muchos jóvenes en Colombia, es la EMIGRACIÓN hacia otros países, especialmente hacia Estados Unidos y en menor grado a otros países latinoamericanos y a España. Las cifras en aumento de emigrantes, especialmente jóvenes, son verdaderamente preocupantes. La emigración total de colombianos alcanzó una alta cifra en 2022, con más de 547 mil emigrantes. de acuerdo con un reporte del Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos (CERAC), “una cifra histórica que supera las registradas hace más de 20 años, cuando Colombia vivió una grave crisis económica y de seguridad”. (CERAC 21.02.2023). Al descomponer la cifra por edades, se observa que los jóvenes entre 18 y 40 años constituyen la mayoría de emigrantes ubicándose en un 58% del total.
Según la definición de migrante, por Naciones Unidas, «es alguien que ha residido en un país extranjero durante más de un año independientemente de las causas de su traslado, voluntario o involuntario, o de los medios utilizados, legales u otros». Aun cuando esta definición presente inconvenientes y no tiene al parecer, sustento jurídico suficiente ni empírico (por ejemplo, un estudiante de pregrado o de postgrado en país extranjero, se convertiría ipso facto en migrante, a causa de la definición, cuando tiene que cumplir usualmente más de un año de estudios). Aunque muchos de estos estudiantes si regresen a su país de origen, si son claramente ocupantes extranjeros en un momento dado.
Las cifras de migrantes jóvenes con estudios universitarios buscando oportunidades laborales en un país distinto al de su pertenencia nacional, es muy alta, en el sentido de la pérdida neta que significa para ese país de origen de lo que se llama un “cerebro fugado”. El esfuerzo que realiza el país de origen por educación y formación profesional se ve frustrado por esta emigración.
Al respecto un investigador de CEPAL ya consideraba en un Estudio del año 2000, el fenómeno migratorio juvenil señalando lo siguiente:
“La participación de los jóvenes en la migración internacional representa, como en tantos otros fenómenos sociales, un hecho de relevancia”.
Pero, además, intenta desmenuzar más el asunto así: “Hay en este caso algunas especificidades, pues se trata de personas cuya etapa en el ciclo de vida y exposición a modificaciones de su entorno individual y social (como la adquisición incompleta de derechos sexuales, familiares, económicos y políticos) los hace potencialmente vulnerables y, al mismo tiempo, los convierte en actores sociales relevantes y dinamizadores de la sociedad”.
Y explica que este fenómeno migratorio juvenil puede deberse específicamente a:”Su condición de estar próximos a insertarse en el campo laboral —o, si se quiere, de conformar el componente de renovación de la fuerza de trabajo—, de enfrentar decisiones sobre la conformación de un hogar, de extender y finalizar sus estudios, entre otros múltiples aspectos que se pueden materializar en virtud del desplazamiento hacia un país distinto al de nacimiento (o, eventualmente, de socialización temprana), representa un conjunto de aspectos que otorgan un papel particular a los jóvenes en materia de migración internacional.” Jorge Martínez Pizarro. Cepal-Celade: 2000.
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El país, nuestro país Colombia, solo observa que esto ocurre. Se trata de la formación profesional que tiene un costo económico y social, pero que nuestra sociedad no ofrece para todos los de esta condición una alternativa laboral cautivante o simplemente no la ofrece. Esa disyunción entre formación y empleo, si bien puede conducir a preguntas como si es la formación que se adecua a lo que el país requiere o si la brecha de empleo es estrecha y poco atractiva (salarialmente, por ejemplo) para los jóvenes profesionales en trance de vincularse laboralmente.
Estamos propiciando, sin querer o queriendo, esa exportación neta de cerebros, que significa agudizar más nuestra condición de país inequitativo y de bajo crecimiento y desarrollo. La alarma está dada por la alta cantidad de migrantes, especialmente jóvenes que no encuentran o no ven con claridad su futuro en su propia tierra. Aunque se aduzca, hoy en día, que la globalización nos hace ciudadanos del mundo, sigue habiendo ciudadanos de primera y segunda en el llamado primer mundo. Los migrantes no sienten que a su propio país le preocupen. Se ha disparado la migración colombiana de tipo irregular. El intento de llegar por la frontera de México hacia USA en el año fiscal (AF) de 2021 fue de unos 6,200, y ha crecido inusitadamente a 125,200 en el AF 2022 y a 126,200 en los primeros ocho meses del AF 2023.
Dicho todo esto para llamar la atención por el alarmante crecimiento de la migración en los últimos años y más en el año pasado. ¿Será posible construir una política pública sobre colombianos en el exterior? Que en primer lugar reconozca el problema y propicie la investigación sobre el mismo para fundamentarse en la evidencia y no dar palos de ciego. Como consecuencia elaborar una serie de políticas públicas en las varias dimensiones en que sea dado asumir el problema y darle soluciones. Que no se trata de” prohibir” la migración u omitir su reconocimiento, sino de ocuparse de ella, con herramientas idóneas, que van seguramente desde tener una entidad específica para encargarse del asunto y que tenga “dientes” y presupuesto. Quizás al menos que los colombianos y colombianas (están migrando más mujeres que hombres) sientan que su patria de origen (ah difícil de olvidar afortunadamente, que es lo que se observa en los testimonios de migrantes) si tienen a quién les importa, si hay quien “llore” por ellos y ellas.
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*Víctor Reyes Morris, sociólogo, doctor en sociología jurídica, exconcejal de Bogotá, exrepresentante a la Cámara, profesor pensionado Universidad Nacional de Colombia.