Soplan vientos de cambio

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Si estos no son tiempos de cambio, entonces no sé qué sean, escribe Daniel Castellanos

Para 2022, el uribismo habrá gobernado en Colombia durante 20 años, o por lo menos 16, si uno no cuenta el gobierno de Santos 2014-2018. Es un dominio político extraordinario, en cabeza del propio Uribe en 2002 y en 2006, y en cabeza de Santos en 2010 y de Duque en 2018, ambos candidatos sin mucho atractivo personal, pero continuadores, por lo menos en su momento, de la línea oficial del uribismo. Este período incluso pudiera llamarse la República uribista, a semejanza de las Repúblicas conservadora de 1880 a 1930, o liberal de 1930 a 1946. 

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La gran pregunta es si el uribismo logrará extender su magia a 2022. Es probable que no. Para comenzar, Uribe ya no es lo que era antes. En 2006, Uribe era un ídolo nacional, y no sin razón. Pero el Uribe de hoy ya no es tan popular y está acosado por pleitos judiciales. Además, no es evidente que el uribismo cuente con figuras atractivas para la opinión. El intento de darle vida política a Tomás Uribe parece más bien desesperado. La muerte de Carlos Holmes les hizo mucho daño a las aspiraciones políticas del uribismo, que tiene que ver cómo reencaucha a tipos como Óscar Iván Zuluaga, que es de lo mejorcito que el Centro Democrático tiene para mostrar. No sorprende que sectores de centro derecha no uribistas piensen que puedan copar el espacio dejado por el retroceso del Centro Democrático, partido que cada vez suena más radical y aislado. Por último, el gobierno de Duque no ha sido memorable y, peor aún, le ha tocado manejar la peor crisis económica de por lo menos los últimos 100 años. Yo soy de los que creen que las grandes crisis producen grandes cambios. De hecho, así fue como apareció el uribismo: como respuesta a la gran crisis de 1999 y al fracaso del proceso de paz de Pastrana. En 2022, es probable que el uribismo reciba un poco de su propia medicina.

Las elecciones de 2022 van a estar claramente enmarcadas en una dialéctica de preservación del statu quo o de cambio, en la cual el statu quo no parece particularmente atractivo. Petro debe estar pensando que las condiciones para su elección no van a estar nunca mejores que en las actuales circunstancias. El único argumento convincente para preservar el statu quo hoy es el temor a un cambio que parezca más un salto al vacío.

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Una razón de esperanza para el statu quo es que la oposición no está unida. Petro representa una izquierda bastante radical. En el medio parece estar cuajando una coalición de centro izquierda en la que, por ahora, Fajardo, que no es ningún radical (todo lo contrario: es conocido por lo tibio), parece tener la ventaja, pero nada garantiza que la tenga hasta 2022. Si esos dos sectores estuvieran unidos, seguramente forzarían el cambio. Pero ponerlos a bailar juntos es muy difícil.

Si la segunda vuelta en 2022 va a ser entre el petrismo y el uribismo, hay más chance de que el statu quo sobreviva. De hecho, se puede decir que hoy Duque es presidente porque su contendor en 2018 fue Petro. En ese año, fue mejor el inexperto candidato recomendado del uribismo que la amenaza de izquierda. Si la segunda vuelta en 2022 va a ser entre el candidato de la coalición de centro izquierda y el del uribismo, hay más probabilidades de que el gobierno en el poder sufra una dura derrota. 

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A mi modo de ver, los tiempos que corren favorecen el cambio, no el continuismo. La gente no está bien. La crisis es profunda. El empleo escasea y la inseguridad aumenta. Si estos no son tiempos de cambio, entonces no sé qué sean. En 2022, los colombianos escogeremos entre seguir con el mismo rumbo (cosa que cada vez es menos atractiva), o cambiar. El cambio va a ser profundo, ya sea institucionalizado o radical (en el sentido petrista, no en el sentido vargas-llerista). Colombia tiene que escoger qué tipo de cambio quiere. Pero, de que va a haber cambio, va a haberlo. En Colombia soplan vientos de cambio.

*Daniel Castellanos García, @castellanosgd, economista, director de la Fundación Impacta,  organización para la transformación social.

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