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“Este es el deber de nuestra generación al entrar en el siglo XXI: la solidaridad con los débiles, los perseguidos, los abandonados, los enfermos y los desesperados. Esto expresado por el deseo de dar un sentido noble y humanizador a una comunidad en la que todos los miembros se definan a sí mismos, no por su propia identidad, sino por la de los demás.” Eliezer Wiesel. Escritor activista de la Paz (1928-2016).
“La prueba de nuestro progreso no es si nos unimos a la abundancia de quienes tienen más. Es si damos lo suficiente a aquellos que tienen poco.” Franklin D. Roosevelt. Presidente de EE. UU. (1882-1945)
“La caridad es humillante porque se ejerce verticalmente y desde arriba: la solidaridad es horizontal e implica respeto mutuo.“ Eduardo Galeano. Escritor uruguayo. (1940-2015).
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Los subsidios son ayudas que otorga generalmente el Estado a distintos sectores de la sociedad con distintos fines. No siempre están dirigidos a los más débiles o desposeídos de la sociedad. Son instrumentos de política pública que usualmente se emplean para cerrar brechas socioeconómicas de inequidad. Ambos, ya sean para favorecer a necesitados o pobres o para fortalecer o estimular sectores productivos producen siempre polémica. Especialmente, los dirigidos a los más pobres de una sociedad. En esas polémicas se construyen posiciones que son una especie de “parteaguas” entre quienes invocan el ejercicio de la solidaridad y los que cuestionan las ayudas estatales como estímulo “a la pereza” social.
Sus efectos, los de los subsidios, no siempre se miden o se pueden observar claramente. Hay estímulos, especialmente a los productores que no se cuestionan y son también efectivamente subsidios, pero al tener un envoltorio diferente pasan desapercibidos.
Podemos decir que hay subsidios permanentes, a pesar de que su naturaleza es la de ser transitorios. Salvo, cuando quienes los reciben no tienen definitivamente capacidad de generar su propio sustento. Se ha considerado que el subsidio es exitoso cuando quien lo recibe ya no lo necesite porque logró arrancar para ser su propio satisfactor.
Pero también los subsidios han tenido otro uso, como cuando se emplean como pago de favores electorales y de éstos ha habido muchos.
La idea es aproximarse a lo que sabiamente señala el proverbio chino: “no hay que regalar pescado sino enseñar a pescar”. Digamos en principio, que esa es una buena medida de resultados, no en todos los casos. Sería ideal que los subsidios despertaran esas fuerzas productivas, de tal manera que los sobrepasaran y no fueran necesarios.
Una práctica de subsidios en Colombia es el programa de las “Familias en Acción”. Es lo que llaman “subsidios condicionados”, en referencia a que los subsidiados tienen unas obligaciones para recibir el subsidio: en el caso de “familias en acción” deben ser familias de escasos recursos (Sisben) que tienen niños que deben permanecer en el sistema escolar y asistir a los programas de control de salud infantil.
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Este programa viene desde la administración de Andrés Pastrana y ya lleva 22 años de funcionamiento. Aunque ha sido positivo en el sentido de proteger a familias muy vulnerables, su mantenimiento ha sido indispensable porque produce claramente dependencia. En este asunto hay que mirar varias cosas, por ejemplo, si ha sido eficaz en evitar la deserción escolar y en cumplir el control infantil sanitario. Pero también si hay impacto sobre la disminución de la vulnerabilidad de las familias en términos de pobreza. Es en este punto donde el programa ha sido necesario mantenerlo, aunque de por si la condición establecida hace que las familias permanezcan el tiempo en que cumplen los compromisos en educación y salud, aunque también posible estimulación demográfica. Las evaluaciones de este programa de subsidios han sido positivas en el sentido, por ejemplo, de mostrar su aporte a la disminución de la pobreza monetaria y también otros indicadores favorables. Pero no se ha evaluado si es posible que las familias mantengan sus logros si el programa dejara de existir.
Hay mucho tipo de subsidios, la mayoría de ellos ni se mencionan: como los de servicios públicos (al cual concurren para otorgarlos el Estado y los particulares), subsidio a la gasolina (¡para evitar altos costos de transporte automotor en un país que abandonó los ferrocarriles para caer en la trampa del transporte de carga y pasajeros por carreteras y luego tener que subsidiarlo!). Subsidio a las pensiones, especialmente a las más altas que nunca correspondió a lo aportado. Subsidio a las importaciones y exportaciones. Subsidio a la adquisición de vivienda, etc. Si se examina cada sector económico o social hay subsidios abiertos o encubiertos.
El verdadero sentido de los subsidios, como ejercicio del valor de la solidaridad social, es cerrar brechas de enormes desigualdades, que colocan a personas y familias en situación de extrema vulnerabilidad que se expresa en fragilidad económica, carencia de oportunidades y sujetos a los riesgos que impone la naturaleza y los mismos seres humanos. Pero el ideal de los subsidios es que se conviertan en motores de arranque para la propia autonomía social y económica de personas y familias. Que sean la cuota inicial del arranque del autodesarrollo personal y grupal. De lo contrario, se están creando situaciones de “parasitismo social”, en cuanto crea situaciones de dependencia que no ayudan a la dinámica social y a crear verdaderos ciudadanos libres. Lo mismo ocurriría cuando se otorgan a empresas que solo subsisten si son subsidiadas, a menos que un interés superior, como el de la provisión de bienes necesarios no permitan, en el tiempo, otra alternativa.
La pandemia causó enormes mapas de situaciones de población que perdieron sus precarios ingresos, en razón de trabajos informales que requieren de la “calle” para ejercer actividades económicas, lo que el “encerramiento” privó. La informalidad es muy alta en nuestro país. Se ubicaba en 59.1%, la actividad informal en 2021, según el DANE. Esto hizo que resultara necesario crear programas emergentes de subsidios para muchos sectores de población (ingreso solidario, devolución del IVA, subsidios a la nómina, Colombia mayor, jóvenes en acción, subsidios al desempleo, etc.). Aunque se entendió como una situación particular, está cantidad de nuevos subsidios deberán convertirse en factores de impulso social o de lo contrario estaríamos aumentando una terrible dependencia insostenible en el tiempo, quizás los dirigidos a infancia y vejez, por su especial situación serían no condicionados, por cuanto no están en capacidad de aportar al aparato productivo.
CODA: Les deseo a todas y todos nuestros lectores una paz de navidad y disfrute sano de las fiestas decembrinas.
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*Víctor Reyes Morris, sociólogo, doctor en sociología jurídica, exconcejal de Bogotá, exrepresentante a la Cámara, profesor pensionado Universidad Nacional de Colombia.
Importante reflexión sobre un tema que se menciona poco, se evalúa en espacios académicos solamente y por donde pasan muchos recursos y contratos. La reflexión de los subsidios per se, debe llevar a reconsiderar criterios de asignación y selección de beneficiarios; pero la reflexión sobre su operatividad e impacto pone un pie en otros terrenos. Este tipo de reflexiones deberían abundar con el fin de contribuir al debate nacional sobre la política social. Finalmente, en mi opinión, los subsidios se convirtieron en un vehículo expedito para apropiarse de rentas públicas y contribuir así a la mayor concentración de la riqueza y a la desigualdad, en otras palabras, han sido utilizados para todo lo contrario para lo que fueron concebidos, basta con revisar los subsidios de vivienda, los cuales prácticamente están dirigidos para que algunos accedan a una segunda vivienda debido a que los criterios de asignación excluyen a los verdaderos beneficiarios y quienes más lo necesitan. Gracias por la reflexión.