Tomando nota del pasado

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Los negociadores de este nuevo proceso de paz que comenzó el martes 4 de octubre, deben tomar nota de los errores del pasado para no repetirlos.

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El día martes 4 de octubre del año 2022 el Gobierno Nacional y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) anunciaron  que van a retomar la negociación de paz que se adelantaba en el año 2018.  El comisionado de paz Danilo Rueda dijo que las negociaciones se retomarán desde el punto donde habían quedado cuando el expresidente Iván Duque decidió finalizarlas. Sin embargo, este ELN llega a la mesa en unas condiciones muy distintas, con mucho más poder militar que el que tenían en el año 2018 y con una presencia en municipios colombianos  en donde antes no estaba, por ende la negociación puede ser más larga de lo presupuestado.

En todo caso, con estos anuncios avanza significativamente el enfoque del Gobierno nacional que ha llamado Paz total. Parecería que el Estado colombiano se ha vuelto especialista en procesos de paz por la cantidad que ha realizado con éxito y sin él, sin embargo, esto se encuentra lejos de la realidad. Observando el proceso de negociación inmediatamente anterior que se realizó por parte del Estado colombiano y las FARC-EP desde el año 2012 hasta el 2016, es posible buscar lecciones a aprender, aciertos a replicar y errores a evitar en las negociaciones de paz que se retomaran en los próximos días con el ELN. Por ende, a continuación, se señalan los principales errores a prevenir en estas negociaciones.

El primero es que las negociaciones duren mucho tiempo.  Por un lado, al iniciar el proceso el optimismo entre las partes involucradas es amplio y el apoyo social es fuerte, sin embargo, con el paso de las semanas, los meses y los años estos apoyos y optimismo se van desgastando. Por otro lado, desde que el Gobierno nacional inicia la fase de negociación también empieza una carrera contra el tiempo para que se firmen los acuerdos de paz, pues en el camino de la negociación pueden presentarse sucesos que derrumben la posibilidad de finalizar con éxito el proceso, por ejemplo, la victoria electoral de un gobierno anti- paz o un ambiente internacional que imposibilite la firma de los acuerdos, como el ocurrido a nivel mundial desde el 11 de septiembre del año 2001, cuando se cerró la oportunidad de negociar con cualquier grupo terrorista.

El segundo error de las negociaciones puede resumirse en el desequilibrio entre secretismo y las comunicaciones públicas frente al proceso. En el pasado reciente la sociedad colombiana escuchó en varias ocasiones al máximo negociador por parte del Gobierno Humberto de la Calle, refiriéndose al asunto como “nada está acordado hasta que todo esté acordado”. Esta cuestión en principio se veía conveniente pero a largo plazo decantó en que la sociedad colombiana tuviera cuatro años de especulación sobre lo que se estaba negociado y lo acordado definitivamente en la ciudad de La Habana.

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Derivado de lo anterior surge el tercer error, darle demasiado oxígeno a la oposición política. En efecto la oposición política al Pacto Histórico tiene debilidades argumentativas importantes y sus apoyos sociales son bastante reducidos, como lo evidencia el número de asistentes a sus últimas manifestaciones contra el Gobierno Petro. En esa dirección, un proceso de negociación con el ELN puede  darle a la oposición un discurso articulador y con asidero social que progresivamente los podría ir catapultando políticamente. Por ende el Gobierno nacional debe saber estratégicamente en cuales discusiones sobre el tema despliega todo su poder comunicacional y en cuales utiliza la prudencia como máxima comportamental. 

El cuarto error es colocar en la agenda de la negociación un paso innecesario, la refrendación electoral del Acuerdo Final de Paz. En el pasado reciente el Gobierno nacional y todos los actores interesados en la refrendación de las negociaciones con las FARC, se sumergieron en un proceso electoral muy desgastante, el cual tuvo que combatir la desinformación y los mensajes cortos y rimbombantes que daba el uribismo contra lo acordado. A pesar de lo anterior, es muy probable que la oposición exija una refrendación, y de darse ese escenario todos los actores interesados en la finalización de la guerra con el ELN se deben preparar para comunicar efectivamente los aciertos acordados y desmentir los mensajes falsos que se difuminan mayoritariamente a través de las redes sociales.  

Académicos de primer nivel como Francisco Gutiérrez Sanín, Andrés Felipe Mora o Francisco Puello Socarrás han advertido  los enormes lunares de la implementación del Acuerdo Final de Paz con las FARC, inclusive El Centro de Pensamiento y Dialogo Político ha hablado de una “simulación del Acuerdo Final de Paz” en la era Duque. 

Por tanto el quinto error a evitar es restarle importancia al tiempo y el contexto favorable que tenga la implementación. En otras palabras si el ELN se demora mucho en la negociación, puede ser factible que la implementación de lo pactado no tenga un entorno propicio y en ese escenario todos los esfuerzos realizados serán inoficiosos. Finalmente, es posible decir que en el proceso de negociación anterior se utilizaron muchísimos recursos humanos de parte y parte para estructurar el mejor Acuerdo Final de Paz posible. Sin embargo, despues de la firma del documento en el Teatro Colón el proceso de negociación no terminó, pues desde ese momento inició un segundo periodo de negociación al interior del Congreso de la República, en efecto,  los diferentes partidos políticos comenzaron a suprimir y agregar elementos al Acuerdo Final de Paz que se materializarían en reformas constitucionales en el periodo de Fast Track. De este modo se fracturó el espíritu al Acuerdo, por ejemplo, con el hundimiento de las circunscripciones especiales de paz, la reforma política y las limitaciones a la Jurisdicción Especial para la Paz.

En síntesis, los negociadores de este nuevo proceso de paz que comenzó el martes 4 de octubre, deben tomar nota de los errores del pasado para no repetirlos.

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*Jorge Baquero Monroy. Licenciado en ciencias sociales de la Universidad de Cundinamarca. Mágister en administración pública de la ESAP. Investigador del proyecto Infraestructuras de Paz, agendas políticas y dinámicas organizacionales en la implementación efectiva del Acuerdo Final en Colombia (2016-2022).

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