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“Trump ha salido goleador, con plataforma política lista (“no collusion”) para la reelección, envalentonado, con los ánimos de tomarse la revancha.”
Al menos por ahora, desde el pasado fin de semana, Trump está crecido y, con él, la derecha extrema europea y, también, la tropical en Colombia, Brasil y Filipinas. Los énfasis temáticos varían: por acá, la voluntad de golpear la JEP, Bolsonaro dándole garrote a la comunidad LGTBI y Duterte tramitando la lucha antinarcóticos a bala. En Estados Unidos, Europa, Australia y Nueva Zelanda, aquellos que creen que la masacre en la que fueron asesinados 50 fieles musulmanes en Christchurch se debió a la laxitud en las políticas de inmigración.
Hasta hace apenas unos días se presagiaba, tanto en ámbitos demócratas como en algunos republicanos, que la vía para la destitución de Trump estaría allanada una vez finalizado el informe del fiscal especial Robert Muller, el hombre que investigaba si la campaña de Trump, durante el proceso electoral de 2016, estuvo vinculada a la intervención de organizaciones rusas para incidir en los resultados finales. Algunos esperaban, como consecuencia del informe, un desenlace ampliado de lo que fue Watergate en su momento.
En efecto, Muller entregó al secretario de justicia su informe y este, a su vez, redactó al público un resumen de cuatro páginas con un mensaje simple: no hubo colusión de parte de la campaña de Trump con Rusia en el proceso electoral del 2016.
Como el prestigio de Muller y de los miembros de su equipo no tiene objeción alguna, el mundo político quedó patas arriba frente a un hecho incuestionable: Trump ha salido goleador, con plataforma política lista (“no collusion”) para la reelección, envalentonado, con los ánimos de tomarse la revancha frente a todos aquellos que le habían jugado a su empapelamiento, o destitución o juicio y, por ende, su base política anda eufórica, con sentido de victoria.
Vuelve a cobrar fuerza la consigna de encarcelar a Hillary Clinton, de construir el muro y de darle mas impulso a la xenofobia.
Claro, son las cartas que por ahora aparecen sobre la mesa. En realidad, Muller lo que dice es que no hubo colusión pero que Trump no está exonerado. El lío es que el exonerador fue el secretario de justicia William Barr, que también tiene el título de fiscal general, nominado por Trump al cargo.
Recordando el cuento de ley, moral y cultura, vale la pena traer a colación algunos de los hechos de los últimos meses que, más allá de la no colusión, resultan sorprendentes en la Casa Blanca. La ley, por ahora, falla a favor de Trump, aunque el cinismo desplegado con sus diarias mentiras, su carácter polarizante, su misoginia y su tolerancia frente al racismo han movilizado, en el terreno de la cultura, el rechazo de la mayoría. Ha sido Trump quien ha buscado desacreditar a Muller y su equipo atribuyéndoles cargar ladrillo a los demócratas y de adelantar una cacería de brujas en contra suya. Muller es, ahora, el bueno para Trump.
Están presos el director de campaña presidencial de Trump, Paul Manafort, y el abogado de los asuntos sucios, Michael Cohen, sujetos que no caen en manos de la justicia por promover la influencia rusa en los resultados de noviembre del 16, sino por evasión tributaria y por violación de leyes de financiamiento electoral, entre otras cuentas con la justicia. Cohen, el hombre que pagó, sin éxito, el silencio de chicas como Stormy Daniels, empresaria de películas porno, hoy convertida en heroína de las redes sociales y narradora de su relación furtiva con Trump en los días en que Melania Trump daba a luz a su hijo Barron.
Fiscales federales de Nueva York, en el mediano plazo, tendrán la palabra alrededor de investigaciones que involucran a Trump, incluyendo el hecho de haber mantenido negociaciones privadas en Rusia en pleno año electoral. La Cámara de Representantes tiene la munición para investigar en múltiples áreas a Trump. Así que el cuento no ha terminado.
Por ahora, sin embargo, es un momento favorable a la política que encarna Trump quien, probablemente, será reelecto, a menos que ocurra algo grave con la economía norteamericana o los fiscales federales demuestren la comisión de un delito.Y, de paso, un viento a favor de los supremacistas blancos desde Estados Unidos a Nueva Zelandia y, por estos lares, a los diseñadores políticos de las vallas en contra de la JEP.