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Me equivoqué en un trino. Afirmé que las vacunas no llegarían en febrero. Se los dejo aquí abajo para que lo vean.

En efecto, llegaron 50.000 dosis de vacunas de Pfizer para cubrir a 25.000 personas. Al parecer, antes de fin de mes, arribarán 192.000 más de Sinovac para un total de 242.00. El Gobierno había anunciado 1.7 millones de dosis de Pfizer en febrero. Sólo faltan 1.650.000 para que cumpla su palabra y – es verdad – todavía hay tiempo. Ése es mi mea culpa.

Si creí que se darían atrasos adicionales, eso es porque, hasta entonces, no veía razones para descartar la ineptitud del Gobierno. Se percibía a diario en el espejo retrovisor que utilizaba para explicar todas sus falencias: el desangre imparable en territorios que habían sido recuperados, el sinfín de asesinatos de desmovilizados y líderes y lideresas sociales incluso allí donde el ejército tiene mayor presencia de tropa, el doble discurso alrededor del Acuerdo de Paz – apoyo hacia afuera y destrucción hacia adentro -, la pérdida de empleos que había empezado antes de la pandemia. Pero el Gobierno, en una rara muestra de competencia, logró su cometido: no solo consiguió las vacunas sino también desplegó un eficiente operativo de comunicación. Así renovó el optimismo. Ésa es mi felicitación.
Lo cierto es que el inicio de la vacunación representa un alivio y da la esperanza de una luz al final del túnel. Me alegra por esos colombianos y colombianas que están en primera línea atendiéndonos y recibirán pronto su pinchazo. Me disculparán si creo que merecían sus dosis antes; confío en que sabrán perdonarme si cometo el atrevimiento de expresar que se necesitan más y más dosis y más y más rápido.
Sé que cuento con sus indulgencias porque, al final, ¿quién me dijo que podríamos contarnos entre los primeros en América Latina? Si estamos desilusionados, la culpa es nuestra- o, más bien, mía – por soñar. ¿Cuál es el problema de estar detrás de México, Costa Rica, Panamá, Ecuador, Bolivia, Chile, Argentina y Brasil? Si Chile lleva más de un millón de vacunados, ¿por qué debería importarnos? Mejor no saber cómo van los demás países porque nuestros dirigentes sí saben pensar por nosotros. Nosotros, agradezcamos, siempre agradezcamos, lo que el Gobierno tiene a bien entregarnos. Como lo pidió Duque, no le pongamos politiquería a las vacunas y bien es sabido que cualquier crítica al Gobierno no podría representar más que eso – politiquería – .
Politiquería, añadamos, solo sabe hacer la oposición. Nada de politiquería presenciamos cuando el Gobierno montó un operativo para recibir el pequeño lote, enviando a decenas de funcionarios a recibirlo, interviniendo la torre de control de El Dorado y cerrando la calle 26 para acompañar a los biológicos hasta la zona franca, en un despliegue algo particular en la región.
Colombia, quién lo duda, está delante de Uruguay, mi país de nacimiento, ése que no ha recibido ni una sola vacuna. Y eso sí es una razón para celebrar. Tiremos la casa por la ventana: le ganamos a Uruguay. Ésa es mi respuesta.

*Laura Gil, politóloga e internacionalista, directora de La Línea del Medio, @lauraggils
Demasiadas excusas por parte de la persona que escribe este post para simplemente decir que lo que escribió en su red fue acelerado y totalmente desacertado.