About The Author
No sé ustedes, pero yo estoy siendo mucho más consciente de la importancia de la vida. Sí, en medio de las circunstancias, siento que ahora aprecio más el respirar, estar sano, tener familia y amigos y apreciar la belleza del cielo, las plantas, las aves, las montañas y un café.
Claro, ha sido un año convulso, lleno de angustias, de fuertes emociones, de pérdidas irreparables. Aun así, gozamos de la bendición de estar aquí, disponibles para echar el cuento, anhelando que todo pase para comenzar de nuevo, y que lo vivido, a pesar de sus enseñanzas, se quede en el estadio de los malos recuerdos. En diferentes escalas, este 2020 ha logrado afectar la vida de todos.
Escribo estas líneas una mañana de diciembre; por la ventana, puedo constatar que el particular sol de este mes está de vuelta, que las brisas de la época otra vez tienen su alocada celebración con árboles, matorrales y arenales y que el del megáfono con su “compro hierro, chatarra, aire acondicionado dañado” no ha dejado de pasar un solo día a las 7:00 am durante todo el año, lo que me deja concluir, que cada día representa una nueva oportunidad y que, por dramática que sea la situación, nuestro temple e ingenio nos harán salir victoriosos.
Iniciaremos un nuevo año; es oportuno renovar la fe. Escribamos nuestros sueños en un papel y trabajemos por cumplirlos. Todo es posible; estamos respirando. Pero seamos generosos, pensemos en el otro, ayudemos a los más necesitados, tengamos sentido de pertenencia por nuestro territorio, escojamos a conciencia a los líderes que nos representen porque de ellos dependen también nuestras oportunidades y el progreso de la inmensa mayoría. No le sigamos dando cabida a los sinvergüenzas.
Ya no nos soltemos más de lo realmente importante; es nuestra esencia y cuidémosla. En familia tomamos la decisión de permanecer en nuestras casas el 24 y el 31. Sabemos que al virus no se le puede dar papaya; ya tendremos la posibilidad de compartir en una fecha posterior, cuando la vacuna esté entre nosotros y la fuerza de la enfermedad se haya disipado. Quiero sin riesgos abrazar a mi familia, recorrer con tranquilidad otra vez los pueblos del Atlántico y caminar con mi esposa y mis hijos por los callejones del barrio Sicarare, en Valledupar, por el Palo de Mango, donde nací.
La verdad, no sé si toda esta cavilación surge por la pandemia y sus consecuencias, o si esto es otra secuela de la que les da a los que tienen más de 40 años.
*Rodney Castro Gullo, Abogado, escritor y columnista. @rodneycastrog